POR AGUSTÍN DE LAS HERAS MARTÍNEZ, CRONISTA OFICIAL DE VALDEPIELAGOS (MADRID)
Subía don Narciso las escalinatas de la Catedral de San Isidro, en Madrid, un Domingo de Ramos de 1886. El obispo de Madrid-Alcalá, hijo de labradores, estudiante en Molina de Aragón y en el seminario de Sigüenza después, donde fue primer canónico de su catedral, diputado por el grupo carlista, excelente orador y protegido de Emilio Castelar, que le aupó a obispo de Salamanca, el que asistió en el lecho de muerte a Alfonso XII, caía abatido por tres disparos del sacerdote Cayetano Galeote.
Resulta que don Narciso Martínez Izquierdo había reformado el clero local por sus relajadas costumbres y el cura fue una las victimas. No se lo tomó muy bien.
Don Narciso falleció al día siguiente en su casa, el 19 de abril.
Don Cayetano fue juzgado y condenado a muerte a finales del mismo año 1886. La presión de la prensa hizo que se solicitase un nuevo informe médico, que le declaró en diciembre de 1887 la insanidad mental. Conmutada la pena de muerte, fue recluido a perpetuidad en el manicomio de Leganés, donde permaneció durante más de tres décadas, hasta su fallecimiento.
Un hijo de Ambrosio Sancha Maestre y Baltasara Hervás Casas, de nombre Ciriaco, nacido en Quintana del Pidio, como no, burgalés de La Ribera, partido judicial de Aranda sustituyó al asesinado Narciso y se convirtió en obispo de Madrid – Alcalá.
Y a dónde querrá llegar el cronista…
Pues bien, un día de 1888, don Ciriaco María Sancha y Hervás cruzaba la puerta de la parroquia de la Asunción de Nuestra Señora en una visita a Valdepiélagos… (continuará)