Tenemos que remontarnos al año 1572 para encontrar constancia documental de la existencia de la llamada Cofradía de Nuestra Señora de Agosto, cuyos cofrades acompañaron con cera en el entierro de Diego Carrillo ‘el Viejo’. Era la única cofradía existente en la villa, como atestigua un mes más tarde su convecino Diego Miñano.
Unas décadas más tarde se produce un auge de estas entidades religiosas, como nos relata Fray Juan de Pereda en su informe de 1612. Son las de Nuestra Señora del Rosario, San Sebastián, Santiago y la ya citada de Nuestra Señora de las Huertas. Por entonces, la expulsión de los vecinos llamados ‘moriscos’, privó a éstas de un colectivo numerosos de cofrades, aunque las donaciones que les hicieron los expulsos, en tierras, casas, y otros bienes, mitigaron mucho la presumible decadencia.
A lo largo del siglo XVII el vecindario se fue recuperando de la sangría humana, y con ello las cofradías y hermandades, que recibían de la factoría de salitre de la localidad, una arroba de pólvora para gastarla en las fiestas y procesiones que organizaban. Con esa condición, entre otras, dieron permiso a Diego Díaz Abellán, vecino de Murcia, para construir el mencionado salitre, según testimonio notarial ante el escribano Juan Miñano. Muerto Diego, pasó dicha fábrica al Santo Oficio por cierta deuda que tenía a doña Catalina de Silva. Como intentasen venderlo, el concejo de Ricote, hizo valer que seguiría vigente la obligación de ceder gratuitamente la citada cantidad de pólvora. Adquirido por Juan Rodríguez, vecino de Ojós, la Justicia local le obligó a cumplirlo, pese a decir que desconocía tal obligación con las cofradías.
Por entonces, 1675, existía también la Hermandad del Santo Cristo, de la que era hermana Sabina Talón, quien dispuso la amortajasen con la túnica de ella. Dicha hermandad llegó a tener su propio carnero, para hacer enterramientos, en la iglesia de San Sebastián. Tenemos constancia documental de que aquel año la Cofradía de la Concepción, sita en su ermita de la huerta, adquirió por compra un bancal de tierras.
Nos llenó de curiosidad el descubrimiento de que en la tercera década del siglo XVIII los vecinos de Ricote eran muy devotos de una imagen de Nuestra Señora de la Asunción, colocada en una cama muy aderezada en su capilla propia de la iglesia parroquial. Todos los años en su día le hacía la Villa su fiesta, esmerándose su cofradía propia, muy celosa de su culto, y cuyos cofrades se cuidaban en la mayor asistencia.
La Cofradía de las Ánimas destacaba por su pujanza y posesiones. En 1737, siendo Hermano Mayor don Pedro Llamas, compró de Pedro Abenza, dos bancales, con un horno de hacer teja y eras, y tierras en Cagitán, en precio todo de 162 reales. Y al año siguiente, otra fanega y media en los Calderones, Cagitán. A la misma cofradía, en enero de 1739, Pedro del Campo y Ana Buendía, y Cristóbal Rodríguez y María Buendía, todos vecinos de Archena, le donaron, y en su nombre al presbítero don Pedro José de Llamas, la parte del oficio de escribano numerario de Ayuntamiento que tenían en Ricote y en Ojós, que lo hubieron de Ana de Llamas, su madre; para que con título de Su Majestad pudiesen arrendarlo, y con el producto dijesen sufragios por las ánimas del Purgatorio.
Juan Saorín Abenza, a finales de enero de 1740, donó a las citadas Ánimas de Ricote (siendo don Pedro Llamas, hermano mayor), 40 fanegas de trigo; para con ellas fundar un Pósito perpetuo. Con obligación expresa de avisar antes de los repartos, al fundador y otros llamados, para ser preferidos si lo deseaban. Se dice, asimismo, que se intentaban fundar misas de alba. Las ganancias se aplicarían para misas de ánimas.
Unos meses después, el Concejo vendió un solar realengo, en 150 reales, cuya cantidad cedió a la Cofradía de las Ánimas, para misas.
A dichas propiedades tendremos que añadir tres fanegas de tierra en Los Calderones (Cagitán), que poseía por cesión del Concejo de Ricote. Las cuales vendió en octubre de 1741, en precio de 200 reales.
La parte de la escribanía de Ayuntamiento de Ricote, Blanca, Abarán, Ojós, Ulea y Villanueva, y general de todos ellos, que aún no poseía la Cofradía, le fue donada en 1742 por don José Moreno Llamas, escribano, vecino de Archena. Aunque por dicha propiedad se promovió pleito, que aún seguía en 1774.
Nuevas propiedades serían adquiridas en 1747, cuando Alonso Ruiz Morata, vecino de Javalí Nuevo, les vendió unos poyos de viña y oliveras, en 500 reales. El rendimiento de dichas propiedades podemos valorarlo como positivo, pues conocemos que en julio de 1748 se arrendó por seis años toda la hacienda de la Cofradía de las Ánimas, en 541 reales anuales.
En fecha que desconocemos se fundó la Hermandad de la Sangre de Nuestro Señor Jesucristo; y en 1746 los 37 hermanos que la componían afirmaron que estaba fundada hacía muchos años. Y que para su perpetuidad y permanencia deseaban la aprobación de Su Majestad y Real Consejo de Órdenes, a cuyo fin dieron poder notarial a un procurador de Madrid, para que hiciese las gestiones necesarias a tal fin.
Digamos para terminar, que a mediados del siglo XVIII tuvo lugar el arrendamiento de las haciendas de las cofradías e Iglesia, por tiempo de seis años. En cada uno de dichos años, la del Señor del Mundo, en 100 reales; la del Rosario, en 540 reales; la hacienda mayor de la Iglesia, en 805 reales; la menor de la Iglesia, en 337 reales; y la de las Ánimas, en 561 reales.
Dos décadas más tarde, subsistían las del Santísimo Sacramento, Nuestra Señora del Rosario, Nuestra Señora de la Asunción, Nuestra Señora de la Concepción, Nuestra Señora de los Dolores, San Sebastián (Patrón de la Villa), el Señor del Mundo, Orden Tercera y Benditas Ánimas del Purgatorio. Don Antonio Carrillo de Mendoza, Intendente de la ciudad de Murcia y su Reino, proponía a la Superioridad, que todas ellas quedasen extinguidas, «con lo que quedará el pueblo sin el gravamen por una y otra providencia, de 2.000 reales anuales». Aunque de este tema podemos tratar con mayor amplitud en otra ocasión.