POR FRANCISCO JOSÉ ROZADA MARTÍNEZ, CRONISTA OFICIAL DE PARRES-ARRIONDAS (ASTURIAS)
Catalina llevaba una vida propia de su edad y condición, recibiendo aún clases de cultura general en varias materias, aunque ella siempre había tenido preferencia por la Historia, las Lenguas Clásicas y las Bellas Artes.
Imaginémosla paseando por el invernadero acristalado repasando la última clase de latín que le había impartido Nicolás Sierra Bracamonte, profesor contratado por su padre en Oviedo y que ejerció las funciones de preceptor durante tres años.
En España una mujer estaba destinada a otros menesteres que no fuesen los universitarios hasta no hace demasiadas décadas (con excepción de los tiempos de la II República), y -hace tres siglos- era algo impensable que una mujer estudiase.
Pero el nivel intelectual de aquella niña mimada del Palacio del Robledal alcanzó muy altas cotas.
En una reunión celebrada en el año 1741 en la biblioteca del Monasterio de Villanueva, en la que se buscaba tomar una decisión sobre la corriente regalista y su contraria, motivadas por la derivación hacia un predominio del centralismo romano y exaltación del poder pontificio, a las que los más exaltados consideraban un peligro de cisma y temor a la pérdida de conservación del catolicismo en España, fueron invitados varios hidalgos y buena parte del clero secular y regular de Parres y sus entornos, asamblea presidida por el abad del monasterio Fray Diego de Andrade.
Ramiro cedió la palabra a su hija (a la que se le permitió la asistencia por los favores que el monasterio le debía a su padre) cuando se expusieron otros temas y surgieron dudas de interpretación en el documento -supuestamente datado en el año 870- sobre la dotación fundacional de la Iglesia de Santa Eulalia y San Vicente de Triongo (Triunico, en el texto latino) -otorgada por el diácono Francio-, dado que algunos de los presentes dudaban de si la copia que tenían ante ellos se había efectuado en el siglo XIII o se trataría de un documento falso.
La lección de Catalina sobre el rey Ramiro I de Asturias (790-850) causó una gran impresión en los presentes al contar detalles nunca oídos por ellos.
Aunque al clero le hubiese gustado ver a la joven como abadesa de las clarisas de Villaviciosa, precisamente en aquellos días en los que el obispo de Oviedo decidió trasladar a este convento a las monjas agustinas recoletas de Llanes, las cuales vivían extramuros y con grandes necesidades desde el año 1666, de forma que uniendo las dos comunidades monásticas mejoraría su situación, al sumar sus rentas.
Pero no contaba el obispo Juan García de Avello que las clarisas deseaban seguir bajo la Orden de san Francisco, negándose a disolverse en otra orden monástica, como se les quería imponer, teniendo que desistir la mitra ovetense de dicha unión, quedando al final las clarisas en su clausura conventual como deseaban.
Catalina había trazado ya cual iba a ser su futuro y no se desvió del plan previsto.
Su mejores amigas eran Isabel Maldonado Díaz y Leonor Abarca Fabián, la primera era vecina de Llames de Parres y la segunda de la parroquia de Sta. María de Fíos, no lejos de Las Arreondas (así aparece escrito).
Con ellas compartió muchas jornadas en su niñez y adolescencia, y ahora -ya cumplidos los 22 años- solían encontrarse en las celebraciones festivas de sus respectivos pueblos.
Isabel invitaba a sus dos amigas cada 11 de noviembre, con motivo de la fiesta de san Martín en el entorno de la magnífica iglesia del lugar, en aquellos tiempos en los que los vecinos del Coto de Llames (con una extensión de novecientos días de bueyes) debían pagar a las monjas -que habían tenido su monasterio en este sitio- 40 reales de vellón, y los de Soto dos copinos de maíz y otros dos de escanda, cada año.
Evidente es el topónimo de Soto de Las Dueñas que se utilizó hasta comienzos del siglo XX; (desde antes del siglo XV conocido como Monasterio de San Martín de Soto).
Es actualmente la iglesia de San Martín de Llames de Parres el único monumento declarado “Bien de Interés Cultural” en todo el concejo de Parres.
Aquellos dos o tres días que las amigas pasaban en el Palacio de Llames -residencia habitual de Isabel- siempre resultaban plenos de confidencias, risas y camaradería femenina.
No sabían que -pasados quince años- iban a encontrarse en ese mismo lugar en circunstancias muy diferentes y por una razón especial que veremos en el último capítulo de esta pequeña leyenda histórica que nos convoca tres siglos después de su inicio.
Leonor las invitaba cada 30 de noviembre, con motivo de la festividad de San Andrés, un festejo muy concurrido en torno a la capilla de los santos Andrés y Emeterio -dependiente de la parroquia de Santiago de Pendás- en el lugar cercano al que hoy conocemos como Pilanegro.
Aquella capilla estuvo en ese lugar desde su fundación en el año 1665 hasta que la barbarie desatada durante la Guerra Civil Española, la destruyó en 1937.
Fueron -durante más de dos siglos y medio- las fiestas principales de la que sería villa de Arriondas.
Además, era el día del cumpleaños de Catalina, pues coincidía con esa fiesta del 30 de noviembre desde que naciera en el Palacio del Robledal (o Robledo) en 1720.
Catalina solía agasajarlas con motivo de la celebración de san Juan en su parroquia del mismo nombre, o en la de santo Domingo, en aquella capilla cercana a su casa -en el lugar conocido como Palacio de Parres- que ella había visto construir cuando era niña.
La relación con su querido escribano continuaba de una forma serena, plácida, con proyectos que pronto se iban a hacer realidad.
En el año 1742 a Catalina le tocó despedirse de la que había sido su nodriza, María Hevia Blanco, fallecida en su humilde casa de Solavega (bien cerca de Campulolla de Huexes, donde había nacido 52 años antes), ambos barrios en la parroquia de Nevares.
Su marido, Jerónimo de la Vega Cortés, nativo de Cuadroveña, continuó como pastor de rebaños de más de 300 ovejas, propiedad del Palacio de Nevares.
En el mes de septiembre se produjo un desbordamiento del río Sella que causó notabilísimos destrozos en la comarca, con muchas pérdidas en cosechas, ganados, caminos y casas.
Lo más sentido fue la muerte por ahogamiento en su cabaña en la finca de Fontameña de Prestín, de los hermanos Ventura y Lázaro de la Cuesta Alonso, trabajadores a jornal en varias casas de la comarca; Ventura con grandes habilidades para la costura, y Lázaro especializado en asuntos que hoy consideraríamos propios de un veterinario.
No pasó desapercibida para nadie la llegada al concejo en 1743 del alférez Alonso Sotomayor Castaños.
Este personaje había comprado en la Secretaría de Guerra, en Madrid, su despacho militar de alférez, cargos venales que se vendían directamente en las oficinas regias a medida que se creaban nuevos cuerpos de ejército.
Esta venta de empleos se disimulaba bajo la disculpa -que hasta parecía loable- de que el rey necesitaba dinero para hacer frente a los gastos provocados por el reclutamiento de soldados.
De modo que lo mismo hidalgos enriquecidos -cuyo deseo era ascender en la carrera del honor y de las armas- como otros que llamaríamos segundones de la nobleza titulada -que tanto abundaba- y no pocos miembros de la burguesía comercial de poblaciones mercantiles, accedían al empleo de alférez, teniente, capitán y coronel, previa compra del despacho acreditativo.
De cómo llegó Alonso Sotomayor a aquella Asturias de mucha nobleza pero de baja extracción, todo apunta a que vino como supervisor de los impuestos que debían pagar los pobres campesinos -sumidos en una crisis agraria siempre al alza- y puede leerse en una de sus notas de campaña: “La miseria es tan grande que muchos campesinos han llegado a tener que vender hasta las mantas en las que duermen y las tejas que cubren sus humildes casas”.
El alférez Alonso Sotomayor pretendió que le destinasen a Pravia -el que era el concejo más rico de Asturias- y para ello utilizó la influencia del praviano Duque del Parque, pero al sospechar éste que Alonso intentaba cortejar a su hija Jimena de Trelles Agliata, discretamente maniobró para que fuese destinado lejos del concejo.
En el próximo capítulo veremos a qué se dedicó el alférez Alonso, además de recaudar impuestos.
FUENTE: https://www.facebook.com/franciscojose.rozadamartinez