POR JOAQUÍN CARRILLO ESPINOSA, CRONISTA OFICIAL DE ULEA (MURCIA)
Parecían estar cansados los tertulianos y, un buen día Francisco Rodríguez nos dijo que podíamos invitar a su yerno José María Cutillas Abenza que era el encargado de la finca de Miguel Miró y conocía de primera mano los cultivos de las tierras y el mantenimiento de las mismas; así como la forma de bregar con los trabajadores uleanos, durante todo el año.
Su suegro “el Tío de la Pipa” solo puso una objeción: tras una grave enfermedad, había fallecido su nieto José Cutillas Rodríguez hijo de José María y de Ginesa, a la edad de 21 años. Las terribles circunstancias le habían quitado mucha ilusión ya que su estado de ánimo estaba bajo mínimos. Sin embargo, “el Tío de la Pipa” nos comunicó a los pocos días que había convencido a su yerno y acudiría como un tertuliano más, en breves fechas.
José María Cutillas, hijo de padres modestos dedicados a la agricultura, tanto de regadío como de secano. No obstante, desde que estaba trabajando de encargado de la finca de Miguel Miró se suscribió al periódico murciano La Verdad y, cuando pasábamos por la puerta de su casa-cueva, siempre estaba leyendo sentado en un banco de madera, bajo la sombra de una higuera frondosa.
José María Cutillas era un joven iletrado y cuando entró a trabajar con el Sr. Miró, este le puso lo que entonces se llamaba “Maestro Idóneo” y aprendió a leer, escribir y las cuatro reglas: sumar, restar, multiplicar y dividir y, fue entonces cuando se suscribió al periódico “La Verdad de Murcia”.
La finca del Sr. Miró lindaba por la parte suroeste con la de la familia Ríos Carrillo y pasados unos pocos días, apareció en el lugar en donde se reunían los tertulianos a almorzar y exponer sus conocimientos agrícolas y ganadero.
Los tertulianos- entre los que me encontraba como aprendiz- nos alegramos de la decisión que había tornado, a pesar de su tristeza, por el fallecimiento de su hijo mayor José: Todos nos pusimos de pie y los tertulianos mayores le dieron el pésame y prorrumpieron en un fuerte aplauso; Yo, al ver a todos hacer palmas, les acompañé, aunque mis tiernas manos no producían un aplauso sonoro.
Había subido con una bolsa que le había preparado Ginesa- su mejor, con pan blanco y embutido. Tras el almuerzo escuchó las explicaciones del tertuliano de turno y prometió hablar en la siguiente reunión sobre los avatares de un encargado de la extensa finca, teniendo que hablar del cultivo de toda clase de tierras y el trato a sus árboles: plantación, injerta, escarda, riegos, abonos, venta del género y volver a empezar.
Sin embargo, la tarea más ardua era el trato con los trabajadores, ya que algunos- muy pocos, sin lugar a dudas- se escaqueaban sin justificación alguna.
Tras la alocución del nuevo tertuliano D. José María Cutillas Abenza, todos cuantos acudimos, prorrumpimos con un sonoro aplauso, tanto por la exposición didáctica de sus conocimientos agrícolas y ganaderos. Aplauso que se alargó al comunicarle nuestro pésame por el fallecimiento de su hijo.
Todos se fundieron en un abrazo y, a mí, como alevín de tertuliano, me cogieron por las axilas y me elevaron por encima de sus cabezas. Sin lugar a dudas, fue un bonito colofón.
FUENTE: J.C.E.