POR BIZÉN D’O RIO MARTÍNEZ, CRONISTA DE LA HOYA DE HUESCA (HUESCA)
Hace la friolera de 90 años, fue precisamente el ayerbense, Vicentre Castro Les, quien daba a conocer para toda España, este vehículo que estaba predestinado a ser años más tarde incluido en los deportes olímpicos. Un altoaragonés nacido en el mes de noviembre del año de “La Septembrina”, hijo de unos conocidos comerciantes: Joaquin Castro Ayala y Rosa Les Gimenez, propietarios de una mercería en la plaza alta nº 8 de Ayerbe y la pequeña fábrica de chocolate, quien con veintidós años, iniciaba su carrera periodística simultaneando sus escritos en la “Derecha” diario republicano de Zaragoza y “La Campana de Huesca” en el que sería redactor hasta 1892, año en que pasa a la redacción de “El Globo” diario republicano de Madrid, en el que trabajó durante doce años, teniendo una pequeña experiencia como editor precisamente en su villa natal donde vería la luz “El Adelanto”, como periódico independiente de Ayerbe, si bien fue una experiencia que duró solamente un número.
En la capital de España con Alfredo Vicenti y otros, fundaría la Asociación de la Prensa de Madrid, siendo un inquieto y prolifero colaborador de las revistas “Nuevo Mundo” y “Blaco y Negro”, “Heraldo de Madrid”, “Mundo Gáfico”, “Por esos Mundos” y fundador y director del semanario ilustrado “Gran Vida” en el que precisamente daría a conocer la novedad de este nuevo deporte, el “Bobsleigh”, que había nacido en St Moriz y que todavía tardaría un año en tener las primeras competiciones y que no tendría federación Internacional hasta 1923.
Vicente Castro dio a conocer este deporte presentando la imagen de las pruebas del que bautizó como Nivoplano, y que no era otro que un modelo ya más adelantado de un bob, que incluso se atrevió a recomendar como vehículo de turismo alpino, ya que consideraba que con la nieve podía llegar resbalando a voluntad a todos los lugares y que su principal perfeccionamiento consistía en una dirección irreversible, de volante como los automóviles, y al alcance del conductor tres frenos que aseguraban la perfecta adherencia del aparato en los virajes y muy especialmente hacía hincapié en la seguridad completa de los viajeros, aunque alcanzara grandes velocidades.
Describió como este Bob, llevaba consigo unas pequeñas ruedas de aluminio, en la misma forma que los automóviles transportan sus neumáticos de recambio, lo cual permitía llevarlo cómodamente hasta donde se practicaran los deportes de invierno, a la vez que servía para franquear con facilidad en las partes bajas de las montañas, los espacios que estuvieran sin nieve por efecto del deshielo producido por el calor del sol, en suma, aseguraba, que pasaba por todos los sitios, a la vez que se podía utilizar en cualquier región fuera grande o pequeña su altitud, pero tuviera nieve, incluso decía en su reportaje que podía servir de vehículo de turismo o de sport de invierno.
Un aventajado reportero a su tiempo, ya que parece ser se había desplazado a St Moritz a su presentación y visto el éxito obtenido le auguraba un gran futuro, para poder usarlo en el Dauphiné, en Savoie, en los Vosgos, y como no, en nuestro Pirineo, asegurando que una excursión como la que había vivido dejaba inolvidables recuerdos con sus pendientes menos rápidas sin duda, pero mucho más agradables que las efectuadas en una pequeña pista, con una larga ruta con numerosos virajes.
FUENTE: http://Htps:wwweldiariodehuesca.com/cultura/cuadernos-altoaragoneses/el-26-de-febrero-2023