POR AGUSTIN DE LAS HERAS MARTÍNEZ, CRONISTA OFICIAL DE VALDEPIÉLAGOS (MADRID)
Antes de ser Diógenes en mis escritos, mucho antes de ser Nadie, y de ser quien soy, creé en aquellos mundos de Internet que empezaban a ser nubes de la tormenta que existe hoy, un lugar de encuentro donde podíamos chatear con el que por allí se pasara.
Llamé aquel lugar El poblado del viento. Eran los últimos años del siglo pasado. Lo sé porque aún no era padre.
Todas las noches unos seres noctámbulos hablaban sobre el día, sobre sus vidas, sobre lo vivido, sin pensar en lo que vendría.
A aquel lugar acudimos con un nick pero con el paso del tiempo conocimos nuestros nombres e incluso nos conocimos. Recuerdo que quedamos para ir al teatro e incluso me arroparon cuando presenté mi primer libro.
Yo era Uther (Pendragón) y allí conocí a Isis, Hisss y a Enkidu.
Con Enkidu, algunas.noches, me llevó casi a amanecer mientras hablábamos de seres oníricos y de sueños, de la vida y la no vida, de vivir y no ser vivido.
Un ordenador en Las Matas y otro en Fuencarral fueron testigos de una amistad durante muchos años.
Luego los caminos se fueron alejando y acercando mientras surcábamos la vida paralelamente.
La nube se convirtió en facebook y aunque nos leíamos y nos comentábamos tras muchos meses, estábamos ahí.
Pero la vida es una vorágine cruel. Y aquellos instantes de los que hablábamos intentábamos vivirlos cada uno en su vida.
Hace unos dias Amparo me puso un msg. Y lo que leí me dejó helado y vacío. No sé si lo sabrás, no lo sabía, pero Yolanda se ha ido muy lejos, me dijo.
Pensé qué estaba haciendo cuando nos dejaste y me vino a la mente tu eterna sonrisa.
Quiero que mi recuerdo sea ese. Y mientras que llegue el momento que nos reunamos contigo le pediré a Enkidu que venga a mis sueños.
Eppur si muove Yolanda, eppur si muove. Te echo de menos.