POR JOAQUÍN CARRILLO ESPINOSA- CRONISTA OFICIAL DE ULEA (MURCIA)
Desde el siglo XIV, concretamente el día primero del mes de diciembre de 1379, por orden del Rey Juan I, se comenzó a efectuar el control aduanero, en la Torre del Puerto de “La Losilla”, de Ulea, en qué, como primera providencia, se prohibió traer vino, a la Región de Murcia, procedente de los reinos de Castilla y Aragón; con el fin de salvaguardar la producción autóctona. Además, cuantos traían vino, a Murcia, sacaban de nuestro reino- de forma clandestina- oro y plata, así como mulos, rocines y yeguas.
Los aranceles establecidos, debían abonarse a “rajatabla”, con la finalidad de no ser esquilmados y equilibrar la balanza comercial. La Real Ordenanza rezaba qué, si cometían fraude, se les sancionaría con la pérdida de la mercancía. Si eran reincidentes, con la pérdida de sus productos, más una sanción económica y, si lo volvían a intentar, con penas de cárcel, e incluso con la muerte; sobre todo cuando se traficaba con esclavos.
Para dicho control, el Rey Juan I, nombró a D. Diego Fernández Madrid, hombre digno y preclaro del reino de Murcia y del Obispado de Cartagena; con el título de “Alcalde de Sacas”, de los productos vedados.
El historiador Martínez Carrillo, en su libro “La Economía Tentacular”, afirma qué, desde el año 1305, los castellanos y aragoneses, efectuaban “comercio clandestino”; en una palabra: “Estraperlo”.
En “la Colección de Documentos para la Historia del Reino de Murcia”-en su edición de Diez Martínez, se dio conocimiento de tales “artimañas”, por lo que el Rey Enrique II, en el año 1374, prohibió “La Saca”—aunque no surtió efectos hasta 1379—, a todos los mercaderes venidos de Castilla y Aragón que traficaran con los productos vedados; a su paso por “la Aduana de la Torre del Puerto de la Losilla de Ulea”.
Al enclave de la Aduana de La Losilla, en Ulea, confluían por “el corredor de Cañada Real”, también llamado “Camino de los Cabañiles”, así como “La Ruta del Altiplano” y de “Las Tierras Valencianas”. Allí, en el puerto aduanero, “El Alcalde de Sacas y sus Operarios”, efectuaban la labor de vigilancia, y control fronterizo, de los mercaderes.
Con la llegada del Rey Alfonso X, al Reino de Murcia, se revisaron las normas a que estaban sujetos el tráfico de dinero y metales preciosos, a la vez que aumentaron los aranceles a otros productos como: trigo, cebada, lana, cera, cueros, madera, ganadería, seda, vino y “esclavos”; que eran considerados como artículos de exportación prohibida, o restringida.
Los miembros de la Asociación Cultural “La Carrahíla”, en el año 2010, han efectuado la señalización de la ubicación de la antigua “Torre de Control, o Torre Aduanera, de la Losilla de Ulea”. La señalización, una hita de piedras y un cartel en azulejos, han sido colocados sobre los únicos restos conservados de “La Torre”, que fue la única fortaleza que perteneció a la Encomienda del Valle de Ricote y qué, se prolongó, en el tiempo, más allá de “la Edad Media”, llegando hasta la desamortización del siglo XIX. Según los estudios de D. Jesús Joaquín López Moreno, “La Carrahíla” ha querido recuperar la memoria de lo que nunca debió perderse, marcando la localización de este desaparecido “Bien de Interés Cultural” (número de inventario 41014), perteneciente al término municipal de Ulea.
La Torre era una planta de 6 metros de lado y 11´20 en su mayor altura. Constaba de una planta baja, dos pisos y una terraza almenada. La puerta de acceso, era levadiza, ubicada en el primer piso a unos 2´40 metros del suelo, y en comunicación con la cámara alta de “la Venta de la Losilla”, de la que distaba 1´5 metros de separación. Por otro lado, la planta baja tenía tres saeteras a cada lado, y una cuarta parte del hueco de la Torre; ocupado por una escalera de obra, que comunicaba esta dependencia con los pisos y el terrado. En la parte más elevada existía una garita, que era perpendicular a la puerta de la Torre, con un agujero en el suelo, para la vigilancia del acceso y sus alrededores. La construcción del adarve con almenas tuvo lugar entre los años 1511 y 1515. En la fachada de la Torre, queda documentado “El Escudo de Armas de la Orden de Santiago”.
A pesar de su pervivencia- hasta fechas recientes- algunos labradores, “desconocedores de su importancia” y, otros, “depredadores de la historia” con ánimo de lucro, han hecho que apenas queden testimonios de su existencia. Por tal motivo, los estudiosos del grupo “La Carrahíla”, han conseguido recuperar la memoria de lo que nunca debió perderse.
FUENTE: J.C.E.