POR LUISFERNANDO PALMA ROBLES, CRONISTA OFICIAL DE LUCENA (CÓRDOBA) Y ACADÉMICO CORRESPONDIENTE.
La dialéctica catolicismo-anticlericalismo
Ya se expuso cómo en 1932 no se celebraron procesiones, como actos de culto externo, durante la Semana Santa. Ese mismo año, concretamente el 10 de agosto, tuvo lugar el frustrado golpe de estado conocido como la Sanjurjada, cuyo efímero desarrollo de horas tuvo como escenario Sevilla. En realidad Sanjurjo fue solo la cabeza militar de la intentona; en la sombra se encontraban políticos de diferentes ideologías y destacados personajes del mundo empresarial, entre otros.
A pesar del fracaso de tal asonada surgió de ella una mayor polarización de la sociedad española, segmentación en que desempeñaron su papel tanto la Iglesia como los católicos. Como afirma Julián Casanova “No es que España hubiese dejado de ser católica ―como afirmó Azaña en sede parlamentaria― (…) es que había una España muy católica, otra no tanto y otra muy anticatólica.(1)
Claro está que en ese incremento de la dialéctica catolicismo-anticlericalismo influyeron otras circunstancias, entre ellas la de que parte de la población inmersa en la pobreza identificaba a la Jerarquía eclesiástica en general ―constan numerosas excepciones― con los económicamente poderosos.
El XIX Centenario de la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo
El 1 de febrero de 1933 el obispo cordobés Adolfo Pérez Muñoz se dirigió a sus diocesanos con motivo del Día del Papa, que tendría lugar el 12 de ese mes, fecha en que se cumplían once años de la coronación de Aquiles Ratti, cardenal de Milán, como Pío XI. Para esa fecha el prelado cordobés mandó que en todas las parroquias de la diócesis se tuviesen comuniones generales y por la tarde un ejercicio ante el Santísimo expuesto. Con toda probabilidad esta disposición episcopal se cumpliría en las cuatro parroquias lucentinas existentes entonces.
El 24 de diciembre anterior el papa había anunciado el Año Santo de la Redención, que había de comenzar el domingo de Pasión de 1933, a la sazón 2 de abril, y finalizar el lunes de Pascua del año siguiente, si bien, como se verá más adelante, se prorrogó. El motivo de tal celebración jubilar fue que en 1933 se conmemoraba el XIX centenario de la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo, así como de la institución de la Eucaristía. En la bula papal de 6 de enero de 1933 se recogió que la indulgencia plenaria concedida por ese año jubilar solamente podría ganarse en Roma. A tal fin, se organizó una peregrinación de católicos españoles a la Ciudad Eterna a cuyos integrantes dirigió Pío XI un discurso el 9 de junio, que fue glosado por L´Osservatore Romano, comentario que fue publicado en el órgano de prensa de la diócesis de Córdoba. Aquí se puede leer:
Gloria a España, exclamaba el Santo Padre, gloria a la España católica, que aquellos peregrinos tan bien representaban, habiendo venido de todas las partes de su patria, y siendo, en aquella audiencia, una representación completa de todas las clases y edades, y trayendo, entre ellos, una selecta representación del Clero, puesto a tan duras, inicuas y crueles pruebas, y teniendo a su cabeza una dignísima representación del Episcopado español, que, en estos tiempos tan borrascosos, permanece unido en espíritu al Sumo Pontífice, y en el sentimiento profundo de su alta responsabilidad, trabaja para hacer frente a las tristes condiciones actuales (…).
Mas (…) el Santo Padre no podía dejar de pensar en las condiciones particularmente tristes y duras en las cuales está la España católica; en tantas aflicciones del pueblo; en tantos malos tratamientos al Clero y al Episcopado; en tantas profanaciones de iglesias y de lugares sagrados; en el desprecio de todo lo sagrado, de todo santo derecho, y de las mismas conciencias, hasta la última ley, falta de toda justicia y equidad, cosa especial para cualquier ley; una visión desoladora se presentaba al espíritu del Santo Padre.(2)
La ley de Confesiones y Congregaciones Religiosas
Esa ley a la que se hace referencia en el transcrito anterior es la llamada de Confesiones y Congregaciones Religiosas, de 17 de mayo de 1933, en cuyo artículo 3º se declaraba que el Estado carecía de religión oficial, al mismo tiempo que se daba libertad para el ejercicio del culto por parte de cualquier confesión religiosa en el interior de sus respectivos templos; sin embargo, para el caso del culto externo, como eran las procesiones y otras manifestaciones religiosas callejeras, sería obligatorio contar con ”autorización especial gubernativa en cada caso”.(3)
Sin embargo, consta que en algunas poblaciones había sido solicitada para la Semana Santa de 1933 la celebración de procesiones, pero no fueron autorizadas por la autoridad local, tal es el caso de El Carpio, donde en la sesión ordinaria que el Ayuntamiento celebró el Lunes Santo no se accedió a la solicitud presentada para que se llevase a cabo la procesión del Santo Entierro, precisamente en un cabildo donde se aprobó el programa de fiestas conmemorativas del segundo aniversario de la proclamación de la República(4), coincidente la efeméride justamente con el Viernes Santo.
Para la Iglesia la referida ley en su conjunto era “notoriamente injusta” donde se le daba un ”trato durísimo”.(5) Según apunta Callahan, la aprobación de esta ley condujo a una situación al borde de la ruptura de la Iglesia con la República(6). En ella además de las manifestaciones de culto se trataba de la enseñanza. Un grupo de lucentinos, en febrero, cuando solo se conocía el proyecto de la mencionada ley, hicieron pública en la prensa nacional el siguiente escrito:
La Asociación de Padres de Familia y la Acción Popular de Lucena (Córdoba) han elevado al Gobierno su respetuosa, pero enérgica protesta ante el atropello que se infiere con el proyecto de ley de Congregaciones religiosas a sus creencias y a la libertad docente de sus hijos, garantizada en la Constitución.- El presidente, Juan Luna Pérez.(7)
Cultos internos durante la Cuaresma de 1933
El año 1933 el Miércoles de Ceniza fue el 1 de marzo. Como tantas veces he referido, en esa jornada inicial de la Cuaresma daba comienzo en la iglesia agustina el quinario a las Llagas de Nuestro Señor, en cuya clausura de aquel año hubo sermón del sacerdote Antonio Moreno Rojano. Esa primera domínica de este periodo litúrgico, como es sabido, se conoce laicalmente como domingo de Piñata, intrusión del Carnaval en la Cuaresma. Previamente, y como era costumbre, se había celebrado en la iglesia de Santiago el triduo llamado de Reparación del Carnaval (26, 27 y 28 de febrero), que venía a ser la respuesta eclesial a los considerados excesos pecaminosos de las Carnestolendas.
Aquel domingo de Piñata, 5 de marzo, tuvo lugar el desgraciado episodio en que Francisco Gómez Pino (Lombriz) asestó una puñalada con consecuencias mortales a José Pérez Jiménez, un joven barbero de 26 años que revestido de máscara se le acercó en la calle Ancha para dirigirle inocentemente la tópica exclamación carnavalesca ¡Que no me conoces! Lombriz huyó y fue finalmente muerto en un intercambio de tiros con la Benemérita a causa de un disparo del guardia Pelayo González Sánchez en la calle Juan Blázquez. Al conocerse el suceso, el público en masa, lleno de indignación, se acercó a la `puerta de la Casa de Socorro tratando de impedir que Lombriz se transportara en la camilla de la Cruz Roja, pidiendo que fuera arrastrado por las calles. Ante esta excitación popular, el juez municipal, en funciones de primera instancia, Manuel González Aguilar, dirigió la palabra a los congregados pidiendo calma y rogando que no impidiesen que el cadáver se llevase al depósito. (8)
En cada una de las iglesias parroquiales todos los días de Cuaresma, al toque de oración, tuvieron lugar los ejercicios propios del consignado tiempo litúrgico. Como ya apunté en la pasada edición de esta revista, el tercer viernes de Cuaresma de 1931 se había presentado en la iglesia parroquial de San Mateo un nuevo viacrucis, creado a iniciativa del párroco y arcipreste, Joaquín Garzón Carmona. En estos ejercicios cuaresmales del templo mayor lucentino se efectuarían aquella Cuaresma del 33 los correspondientes ejercicios del camino de la Cruz ante esa imaginería de las catorce estaciones. Además ese año declarado, como ya se ha apuntado, año jubilar en conmemoración del XIX centenario de la muerte de Cristo, los cultos pasionistas cobrarían allí especial protagonismo y con toda probabilidad se extenderían al resto del año. Esta efeméride culminó el domingo de Pasión de 1934 con la colocación en su altar propio(9), al lado de la grandiosa capilla sacramental y junto a la puerta de San Miguel de la parroquial principal, del Crucificado, hoy advocado de la Salud y Misericordia (Silencio), que el cura Garzón decidió trasladar a San Mateo desde el Hospitalico de la plaza de Aguilar, ya que entre otras razones el primer templo lucentino carecía de una iconografía de Cristo en la cruz de buenas proporciones y destacado mérito.
El Jubileo Circular se tuvo del 6 al 10 de marzo en la iglesia hospitalaria de S. Juan Bautista y S. Juan de Dios en razón a la novena dedicada a este santo, cuya fiesta solemne del día 8 fue predicada por el guardián franciscano fray Dionisio López. El novenario se concluyó el día 14.
El día de san José, tan vinculado temporalmente con la Cuaresma, tenía por entonces su centro celebrativo en la parroquial de Nuestra Señora del Carmen, con la celebración de un novenario con sermón y su correspondiente Jubileo circular. Puso fin a estos cultos josefinos la fiesta del 19 de marzo con predicación del párroco carmelitano Joaquín Jiménez Muriel. Del templo del Carmen pasó el Jubileo Circular el 21 de marzo a la parroquial de Santiago, con motivo de la novena con sermón a María Santísima de la Soledad. El domingo 26, sexto día de estos cultos y cuarta domínica cuaresmal, hubo función solemne.
El último día de marzo empezó el quinario a Jesús Nazareno de la archicofradía del Carmen, si bien el Jubileo circular permaneció en la iglesia de esta corporación pasionista y de gloria los tres primeros días, pasando el día 3 de abril a la parroquial de San Mateo, ecuador del septenario a la Dolorosa de la Congregación Servita, cuyos sermones se confiaron al padre guardián de los Franciscanos, fray Dionisio López y que culminó el Viernes de Dolores.
Del 8 de abril, sábado de Pasión al Miércoles Santo se celebró en el templo de Santo Domingo el quinario al Cristo de la Sangre con Miserere diario. Coincidiendo con estos cultos estuvo el Jubileo circular en esta parroquial. Una vez concluido el triduo pascual, el mencionado Jubileo se reanudó en la capilla de Nuestro Padre Jesús Nazareno el Domingo de Resurrección, 16 de abril, coincidiendo con el inicio del quinario y permaneciendo allí hasta el 20, último día de este, pasando de nuevo a Santo Domingo, que comenzaba su novena a san Francisco de Paula, titular del templo antes de convertirse en parroquial.
El Domingo de Ramos en Miguel Hernández
Sin embargo, a pesar de este clima de polarización apuntado en los párrafos anteriores, las manifestaciones de religiosidad tradicional y en concreto las de Semana Santa estaban bien anidadas en el pueblo español y latían en el corazón de los poetas. Buena prueba de ello la encuentro, trasteando por el mes de enero de 1933, en la publicación de la obra primeriza del gran poeta Miguel Hernández, cuando acabamos de conmemorar, en 2022, el octogésimo aniversario de su fallecimiento, acaecido la víspera del Domingo de Ramos, el sábado 28 de marzo, de 1942. Y, precisamente, en ese primer libro del poeta de Orihuela, Perito en lunas, toda una resurrección de Góngora, aparecen, presagiosas, las palmas del Domingo de Ramos, palmas que forman la arcada de un claustro lleno de la luz que, a causa de su alegría, se curva y dora, aún más si cabe, las palmas, dándoles tal fuerza que harán eterno a abril en los balcones:
Por el domingo más brillante fuimos
con la luz, enarcada de alborozo,
en ristre, bajo un claustro de mañanas
hasta el eterno abril de las persianas.
El lenguaje metafórico sobre palmas y palmeras es sustancia poética recurrente en la obra del vate oriolano. En Monarquía de luces (10), artículo periodístico de poca extensión aunque con una densidad literaria admirable, efectúa un canto lírico en prosa a las palmas del Domingo de Ramos, con su carga suave de finísima sensualidad y donde no falta la recurrencia referida (tratamiento de la luz, alborozo, arco):
Los carros que protestan por los ejes cebados, traen ya de los jerusalenes del término municipal de la mía; entran ya, calle arriba, abajo, .su cargamento de alturas: ya desembocan palmeras que se cuentan por millares es el almacén de la Virgen de enfrente a mi casa. De él, clamoroso como un bosque agitado ya, salen la palma y la caña, dos ejemplares de significada vida de rectitud, de elevación, bajas, desconocidas, brochas de limpieza, con sus dos nombres puros: caña, pa1ma, resumidos en uno sucio: escoba.
De él, tembloroso de amarillo ya, desembocadura del Levante mayor —cañar, palmar—, emigrará pronto a nieves y nieblas, Noriega, Inglaterra, esta hermosura ardiente, y más, alegre, de vástagos luminosos, de conmociones cegadoras, de estremecimientos agudos y meridianos.
Ya, ¡cuántos mozos! Clasifican los haces de luz: luz de primera a un lado ―palma de primera a un lado; luz de segunda a otro, luz de tercera más allá. Palmas, palmas, palmas y palmas.
Se levantan y acuestan las victorias manuales y arqueras de Domingo de Ramos, siempre alborozadas. Se nutren de temblores conmovidos de quietud; relucen, culebreantes; se baten esgrima ilustre de lenguas como espadas flexibles. Finura, delgadez beldad de oro…
Forman acueductos naturales, maravillosamente reverenciosos un momento sobre su incansable erección y altura.
¡Qué escándalos! de sol alterados. ¡Qué alineación! y ejércitos de llamaradas a lo canario sobre las paredes interiormente blancas como espíritus. ¡Qué iluminados meneos”
¡Qué! contaminados de sol español se van a poner los vientos extranjeros del Norte pascuales. Como delgadas almas de soles de aquí, de los aquíes de aquí mejores, las verduras agitanadas hechas luz ―¡milagro!―, fantasmas corporales de siestas mediterráneas, se agitarán en aquellas primaveras desnudas de mondos fríos; las solearán con su gesto de júbilo desmesurado, y la nieve y la niebla se harán arena mora, y aires de alcabores entusiasmados los aires árticos, tocados de estas efusiones de curvas verticales y orientes hojosos de amarillas armas, que tienen el almacén de la Virgen vecino de enfrente, clamoroso como un bosque ya.
La imagen mariana referida es de la Virgen de Monserrate de la calle de Arriba, entronizada en la ermita que cierra dicha calle, y que por debajo del arco que forma, se llega hasta el domicilio del poeta, que queda a mano izquierda(11). El artículo lo firma el poeta como Miguel Hernández Giner.
.En la primera parte del auto sacramental Quién te ha visto y quién te ve… (1934), la palmera es la alegoría del Amor, y la espuma, de la Inocencia. Tanto uno como otra son prendidas y azotadas por los Cinco Sentidos, en una referencia simbólica que nos lleva de la Pasión hasta Pentecostés
Ausencia de procesiones en las calles de Lucena durante la Semana Santa
El 15 de marzo de 1933, tercer miércoles de Cuaresma, se reúne la junta de gobierno de esta cofradía de la parroquial de Santiago a instancias del director espiritual y párroco Ángel González Muñoz. La asistencia de oficiales se reduce al hermano mayor, José de Mora Escudero; el secretario, Joaquín González Cañete; el tesorero, Felipe Moreno Lara; el mayordomo, José María del Pino Rodríguez, y dos de los diputados de gobierno que no identifico. El sacerdote trata con sus palabras de estimular a los dirigentes cofradieros, subrayando que se hacía muy necesaria la normalización de la vida y práctica de la hermandad; tras esta intervención, el hermano mayor entra en una cuestión más prosaica pero que se hacía imprescindible poner sobre la mesa: la economía de la corporación. Hacía varios meses que no se cobraban las cuotas de los hermanos y existía una deuda correspondiente a las inversiones hechas que, aunque no demasiado significativa, urgía saldar. En vista de la situación puesta de manifiesto por el señor de Mora, se acuerda la formación de una comisión para efectuar visitas a los hermanos de la cofradía con la finalidad de exponerles las razones y conveniencia de que se repartiese entre todo el cuerpo de cofrades las cargas y que cada cual respondiese según sus posibilidades para el mejor desenvolvimiento de la hermandad.
Seguidamente y por último los oficiales junto con el director espiritual debatieron acerca de la salida procesional del Jueves Santo. Se tomó el acuerdo de suspenderla ese año, “pues no se contaría con las garantías suficientes” (12), no especificándose nada sobre estas.
La suspensión de las procesiones de Semana Santa fue general. No se registra en el cuerpo de actas de la archicofradía nazarena ninguna reunión de su junta de gobierno en 1933, de donde se puede deducir que la clásica sesión del Domingo de Ramos, preparatoria de la procesión del Viernes Santo, por razones obvias, ese año no tuvo lugar.
La prensa católica local del Lunes Santo y del de Pascua muestra el nazarenocentrismo de Lucena, que, dadas las circunstancias vividas entonces, se acentuaba aún más (13); como nota significativa señalo que las únicas ilustraciones publicadas en ambos corresponden a una estampa de Nuestro Padre colocado sobre su peana y en actitud de impartir su bendición y a una fotografía donde el Señor del Viernes Santo entre una multitud apiñada en la Plaza Nueva bendice al pueblo que lo venera desde el siglo XVI.
La Semana Santa de 1933 en el interior de los templos
El Domingo de Ramos, 9 de abril, fue numerosa la asistencia a los diferentes templos para seguir la liturgia del día. En San Mateo la cofradía de La Pollinita celebró su fiesta principal con notable participación en la Comunión. Por la tarde-noche, a las siete y media, se cantó el Miserere con orquesta. Hubo, según el semanario católico local, una asistencia masiva (14).
También durante los divinos Oficios las diferentes iglesias hubo numerosa concurrencia de fieles. Por la capilla de Nuestro Padre Jesús Nazareno desfiló “toda Lucena”, en un homenaje de veneración y general elevación de plegarias a tan significativa imagen de Jesús (15).
En la cercanía de las fiestas aracelitanas se comentaba en la prensa la necesidad de su celebración, puesto que al papel tan importante que desempeñaban en la transmisión de las tradiciones locales se debía tener presente que “servirían para que el comercio y la industria pudieran resarcirse un poco de las pérdidas que llevan experimentadas con la desaparición de (…) la Semana Santa y festejos de la Patrona”(16)..
La huelga de abril y la muerte de un romano de Jesús Preso
Mis amigos José María García Vázquez y Juan Lara Lara, ya desaparecidos, me refirieron haber visto al Señor Preso, entonces de la Veracruz, hoy de la Santa Fe ―en 1931 o poco antes― camino del llanete de Santiago, por la calle San Pedro, por el Coso; con la escolta viva de dos hombres revestidos de romanos que asían desde la calle, a uno y otro lado, los respectivos extremos del largo cordón que maniataba la imagen cristífera de rasgos achinados. Juan Lara recuerda que uno de los romanos era el ―encalaor― Rafael Rojas López, que residía en la calle Muleros, conocido como Rojitas.
Este hombre, tuvo un final trágico en una huelga de campesinos y albañiles que tuvo comienzo el viernes 21 de abril de 1933. Cuando al mediodía del domingo 23 se encontraba en el quiosco de Geromo (Jerónimo Luque Luque), en el interior del Coso frente a donde estuvo la cárcel, recibió un tiro en el cuello, sin comerlo ni beberlo, pues nada tenía que ver con los episodios laborales. Las proporciones de la huelga hicieron que se personara en Lucena el gobernador civil, Manuel María González López. Tras las promesas de trabajo efectuadas por la autoridad provincial, los obreros concluyeron la huelga y aquel ordenó la clausura de la Casa del Pueblo y la puesta en libertad de los integrantes del comité de huelga. La única persona que quedó detenida fue el concejal comunista Antonio Buendía Aragón, trasladado a la cárcel de Rute. La coordinación del reparto de trabajo entre los obreros corrió a cargo del ingeniero jefe del Servicio Agronómico de Córdoba (17), Luis Merino del Castillo.
Juan Lara me contó que esta víctima inocente, cada Jueves Santo mientras desempeñaba su papel apresador, recibía botellas de gaseosa de bolilla llenas de vino, que algunos muchachos previamente “contratados” le traían―puesto que él no podía abandonar el cordón― de las tabernas situadas en el recorrido procesional. El final es fácil suponerlo, a pesar de la extrañeza de la gente que no comprendía cómo la gaseosa de bolilla podía ser la causa de aquel estado de embriaguez.
Prórroga del XIX Centenario de la Redención
En la carta pastoral sobre la Cuaresma suscrita por el obispo de Córdoba, Adolfo Pérez Muñoz el 14 de febrero de 1934, domingo de Quincuagésima, el prelado pide que ante la anunciada conclusión del Año Jubilar del XIX centenario de la Redención fijada para el lunes de Pascua (2 de abril) “se salga de lo corriente nuestra amada Diócesis, tal como imperativamente lo demandan las circunstancias que atravesamos”, desarrollando un plan de campaña espiritual, pero teniendo presente que en él necesitaba la amplia y decidida cooperación del Clero, tanto secular como regular, así como la de “los caballeros que tanto pueden con su ejemplo”, sirviendo como misioneros para sus amigos y convecinos y la de “la falange escogida de fervorosas mujeres que con firme decisión y conmovedor entusiasmo han sabido aportar recientemente páginas brillantísimas a la Historia cristiana española”(18), todo ello en clara alusión al apoyo recibido por parte de señalados católicos y católicas ante las disposiciones gubernamentales consideradas por ellos contrarias a la Iglesia.
El 2 de abril de 1934, día en que se había fijado la clausura del Año Santo de la Redención, el papa Pío XI firmó la constitución apostólica Quod Superiore Anno mediante la cual extendía a todo el mundo católico el Jubileo Universal celebrado en Roma entre los meses de abril de 1933 y 1934. El papa tomó en consideración en la constitución de referencia que muchos fieles no habían podido viajar a Roma para ganar el Jubileo, por lo que prorrogaba el Año Santo de la Redención para que en cualquier lugar se pudiesen alcanzar la indulgencia plenaria. El papa rogaba a los obispos y sacerdotes en el cuerpo de esa disposición que por medio de sermones y ejercicios espirituales preparasen a los fieles para la recepción de la referida gracia espiritual. Esta prórroga se extendería desde la octava de Pascua (8 de abril de 1934) hasta la de 1935 (28 de abril).
Para ganar la indulgencia era necesario confesar, comulgar, visitar las iglesias y rezar por las intenciones papales. Las iglesias habían de visitarse doce veces. En circular del obispo de Córdoba dirigida a sus diocesanos de 19 de mayo se establecía que en el caso de Lucena los templos designados para la visita fueron los cuatro parroquiales, de manera que a cada uno de ellos se debería con la finalidad reseñada en tres ocasiones. En la estancia en las iglesias designadas los fieles, entre otras oraciones, habrían de rezar tres credos ante Jesús Crucificado y pronunciar la jaculatoria Te adoramos Cristo y te bendecimos, porque con tu cruz redimiste al mundo.(19)
BIBLIOGRAFÍA
1)Casanova, Julián. República y Guerra Civil. Fontana, Josep / Villares, Ramón (directores). Historia de España. Volumen 8. Madrid: Crítica / Marcial Pons, 2007, p. 78.
2)Boletín Oficial Eclesiástico del Obispado de Córdoba, 1933-7-12, pp.165-169.
3)Gaceta de Madrid, 1933-6-3, p. 1651.
4)Boletín Oficial de la Provincia de Córdoba, 1933-6-28, p. 3.
5)“Declaración del Episcopado con motivo de la ley de Confesiones y Congregaciones Religiosas”. En Boletín Oficial Eclesiástico del Obispado de Córdoba, 1933-6-5, p. 132.
6)Callaham, William J. The Catholic Church in Spain, 1875-1998. Traducción española de Jordi Beltrán / Alberto Clavería / Ferrán Esteve. Barcelona: Crítica, S. L., 2003, p.239.
7)ABC (Madrid), 1933-2-11, p. 27
8)Este lamentable asunto fue tratado por la prensa de muchos lugares de España, publicándose versiones con ligeras variantes. Son varias las anotaciones que obran en mi archivo sobre el particular que para no caer en una tediosa prolijidad no refiero aquí.
9)“Ayer en San Mateo”. Ideal (Lucena), 1934-3-19, p. 4.
10)La Verdad (Murcia), 1934-5-24, p. 4. Incluido el artículo en la sección “Letras y Artes”.
11)Galiano Pérez, Antonio Luis. “Miguel y Orihuela (1910-1936)”. Boletín del Instituto de Estudios Giennenses, 216 (2017), p. 30.
12)Archivo de la Cofradía de Nuestro Padre Jesús Amarrado a la Columna de Lucena. Actas, 1933-3-15.
13)Ideal (Lucena), 1933-4-3 y 1933-4-10.
14)Ideal (Lucena), 1933-4-10, pp. 3 y 4.
15)Ideal (Lucena), 1933-4-17, p. 4.
16)Morales, José. “Estampas lucentinas. Las fiestas de Mayo”. Ideal (Lucena), 1933-4-24, p. 3.
17)Diario de Córdoba, 1933-4-25, `p. 1.
19Carta pastoral con motivo de la Cuaresma de 1934. En Boletín Oficial Eclesiástico del Obispado de Córdoba, 1934-2-14, pp.52-54.
24 de enero de 2023, festividad de Nuestra Señora de la Paz
(luisferpr@gmail.com)
FUENTE: CRONISTA