DESDE TURQUÍA HASTA OVIEDO Y VICEVERSA
Mar 23 2023

POR  PEPE MONTESERÍN CORRALES, CRONISTA OFICIAL DE PRAVIA (ASTURIAS).

Por Ángel Ricardo, in memoriam, en hablando del Cielo. En la foto con él y con Jorge Hevia, arquitecto restaurador de la Catedral de Oviedo.

Viaje detectivesco en pos del original de la Asunción de Martínez Bustamante que ha sido restaurado en la Catedral.

El reportaje que sigue lleva muchos datos, información real que quizá sustente más adelante una novela, pero, de momento, confórmese el lector; no es falta de imaginación sino de espacio.

Visité los dos lugares donde la Iglesia católica cree que la Virgen fue asunta al cielo: el primero en Panghia Capulu, en el monte Coressos, a unos nueve kilómetros de Éfeso (Turquía), después de que nuestro barco, el «Aegean Two», atracara en Kusadasi, procedente de Rodas, y el segundo en la Abadía de Hagia María, también conocida como de la Dormición, en Jerusalén, extramuros, cerca de la Puerta de Sión. Este «tránsito» de María inspiró a muchos artistas (Tiziano, Rafael, El Greco, Tomás García Sampedro, de Muros de Nalón, etcétera) y dicho motivo exorna el intradós de la cúpula de la sacristía de nuestra catedral.

Con permiso del deán, Benito Gallego, y guiado por Jorge Hevia, arquitecto restaurador, junto con su compañero Cosme Cuenca, y acompañado por el fotógrafo Ángel Ricardo, que lo documentó, el pasado mes de mayo visité en nuestra catedral la sacristía barroca, erigida por Francisco de la Riba. Trepé por el andamio hasta el final de los tubos para llegar al horno, así puede llamarse el espacio terminal de la cúpula, donde Pablo Klett Fernández terminaba de restaurar una Asunción, pintura mural al óleo, de Francisco Martínez Bustamante (Santander, 1680 – Oviedo, 1745). Óleo, no fresco. Óleo sobre revoco de cal, con una capa de preparación intermedia, teñida en rojo a base de colas orgánicas y aceite de linaza. Una Asunción que, debido a su abandono, no sólo había quedado atrapada, incapaz de elevarse a la altura que merecía, sino que se estaba cayendo a trozos.

Restauración.

Goteras y humedades, por mala estanqueidad de la cubierta octogonal, inaccesible; fisuras y abombados, por culpa del descuelgue de las claves de los arcos rebajados de los ventanales, y la suciedad, degradaron la Asunción, que había perdido su intensidad cromática y parte del estrato pictórico. Por eso, después de que los arquitectos consolidaran la bóveda, Pablo rellenó fisuras, inyectó morteros, limpió, trató la Asunción con fungicidas y fitocidas, eliminó repintes y depósitos cálcicos insolubles, extrajo sales, fijó capas y películas internas y devolvió a la Señora, en lo posible, sin falsos históricos, la virginidad con la que fue concebida por el Espíritu Santo y por el artista cántabro, afincado en Oviedo.

Esta obra no fue una inspiración de Martínez Bustamante, sino un encargo de las autoridades eclesiásticas, que entregaron al entonces prestigioso artista un pequeño óleo sobre lienzo, de 51 x 46 cm, adquirido en Roma a un copista, en 1721, por el canónigo ovetense Gregorio González López; la copia transportable, que se conserva en el Museo de la Iglesia, en Oviedo, reproduce el fresco que Giovanni Lanfranco pintó en 1616 en la cúpula de una capilla del templo Sant’Agostino, en Roma.

 Sant’Agostino.

Bajé del andamio y fui a Roma. A tres manzanas, al norte del Panteón, en la Piazza Campo Marzo, ayudado por mis guías, Toñi Fernández, alma de la Embajada de Guatemala, y Carmelo D’Addario, un romano empleado en la Embajada de España, localizamos la iglesia Sant’Agostino. Veneran en este templo a la Virgen del Parto, una estatua muy milagrosa de Jacopo Sansovino, pero pasamos de ella hasta dar con la Capella dell’ Assunzione e San Guglielmo, al final del transepto izquierdo, construida entre 1613 y 1616 por la familia Buongiovanni. La capilla es pequeña, muchísimo más que nuestra sacristía; no cabría en ella un quinteto de cuerda. Tres óleos sobre tela, de Lanfranco (1582-1647), decoran la capilla: a la derecha, San Agustín medita sobre el misterio de la Trinidad; a la izquierda, la Virgen cura a San Guillermo; sobre el altar, la coronación de la Virgen, y en la cúpula, el fresco de la Asunción que buscaba. Y como prohibían las fotos, me apresuré a hacer varias, antes de que me pusieran a parir en tan propicio escenario.

Un texto, a la entrada, indica que esa obra de Lanfranco era el anticipo de otra de mayor envergadura, que realizaría en la iglesia de S. Andrea della Valle: «L’affresco sulla volta anticipa quello che il Lanfranco eseguì per la cupola della vicina chiesa di S. Andrea della Valle». Y fuimos, claro.

| S. Andrea della Valle.

Por el Corso Rinascimento, paralelo a la Piazza Navona, en dirección sur, nos dirigimos hasta la enorme iglesia, S. Andrea della Valle, de clérigos Teatinos. En la altísima cúpula del crucero, obra de Francesco Borromini, por encargo del riquísimo cardenal Alessandro Peretti Montalto, pintó Lanfranco, entre 1625 y 1628, la «Assunzione della Vergine nella gloria del Paradiso», ejemplo de ilusionismo barroco, donde la Virgen, entre querubines y algunas figuras reconocibles (Gaetano di Thiene, patrono de los Teatinos, Pedro, Juan, David, Adán, Eva y otros), es asunta a los cielos. Giovanni pinta el milagro un momento antes de que la Virgen ascienda por la linterna de la bóveda, donde la espera Jesucristo, hueco que se apunta en las pinturas previas, aunque las bóvedas de Sant’ Agostino y Oviedo carecen de linterna.

Imposible que el flash de mi modesta cámara llegara a un cielo tan alto, así que, después de fotografiar el plano del templo (planta de cruz latina), en el que figura el detalle de las pinturas de sus techos, localicé una máquina expendedora de postales, entre ellas la bóveda de Lanfranco, que extraje con medio euro.

 Plus Ultra.

Tengo entendido que Lanfranco se inspiró en una Asunción de su maestro Agostino Carracci (1557-1602), que se conserva en Parma; que Carracci copió una talla de Domenico Tibaldi (1541-1583), que se exhibe en un museo de Bolonia; que Tibaldi la calcó de su hermano Pellegrino (1527-1596), puede verse en Milán; que Pellegrino conoció una Asunción de Miguel Ángel (1475-1564) custodiada en el castillo de Windsor…

Quedo a disposición de mis patrocinadores para, con una cámara mejor y un flash más potente, hacer el seguimiento de la Asunción, hasta el siglo I si fuera menester.

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