POR JOAQUÍN CARRILLO ESPINOSA- CRONISTA OFICIAL DE ULEA (MURCIA)
Colindante con el Paraje de «Los Garrido»; cruzado de norte a sur por la vía férrea se encuentra el Paraje de «la Estación», como recuerdo histórico de la oficialidad de la Estación del Ferrocarril a su paso por los campos de Ulea.
Con anterioridad, a principios del siglo XX, se le denominaba paraje de «Los Garro» y con posterioridad, tras desaparecer dicha Estación, Paraje de «Los Garrido». De hecho, una lengüeta de terreno de esta familia llegaba y llega, más acá.
En un principio, el acceso a dicho paraje se hacía por un camino vecinal que, saliendo de la carretera general Cartagena-Madrid, llegaba hasta el bode de la vía férrea, aunque lo cierto es que se trataba de un camino de ganado, estrecho, sinuoso y polvoriento.
Sin embargo, el periódico «El Liberal De Murcia», del día 16 de junio del año 1917, comunica a la ciudadanía la Inauguración de la flamante Estación de Ferrocarril, de Ulea; ubicada entre las estaciones de Archena y Blanca. En un principio haría las funciones de Apeadero-Apartadero y, con posterioridad- durante poco tiempo, cubrió las necesidades de Estación y Apeadero.
Esta mejora de incalculable valor fue gestionada por los Alcaldes de Ulea D. Antonio Tomás Sandoval y D. Damián Abellán Miñano y que inauguró, el también Alcalde, D. Emilio Carrillo Valiente, en dicha fecha de 16 de junio del año 1917.
Se desató la euforia y todo el paraje y sus alrededores, cantaban victoria: Podrían remesar sus frutas en los vagones apropiados y llegarían a los mercados en óptimas condiciones. Además, para los habitantes de toda la comarca suponía una comodidad, al no tener que coger el tren en las estaciones de Blanca o Archena.
Los terrenos se revalorizaron y adquirieron unos valores insospechados. Era un lujo pasear por los andenes y ver salir y llegar los trenes accionados con calderas de carbón y, al jefe de Estación y al guarda agujas, luciendo sus Uniformes, su Silbato y su Banderola.
Todo parecía color de rosa y se construyeron a su alrededor bastantes viviendas de verano y pequeños almacenes para guardar los aperos de labranza, los abonos y cuadras para albergar a sus ganados, con sus pesebres y sus bebederos.
Como todo iba sobre ruedas, junto a la estación de Ferrocarril, se construyó una venta bien acondicionada donde se daban cita los viajeros del tren y los vecinos del Paraje. De hecho, en dicha venta se reunían los fines de semana, los viajeros que esperaban a algún familiar y, también—de forma cotidiana, los pastores y agricultores de parajes colindantes donde se bebían sus copas de vino, siempre que fuera vino propio, y no aceptando el que traían de estraperlo los vendedores de otras comarcas que no fueran de Ulea. Lo lamentable era que muchos no volvían a sus cuevas, barracas o caseríos. Se dedicaban a jugar a la baraja, a la luz de un candil o una pava, a la mañana siguiente. En efecto, unos un tanto ebrios; regresando a sus hogares tambaleándose y, lo que es peor: habiéndose jugado a las cartas, y perdido, todo el dinero que necesitaban para los gastos de la familia.
La economía era escasa y surgieron los inevitables encontronazos con sus familiares y, otros con más alcohol de la cuenta, peleando de palabra con sus contertulios y, algunos, llegando a las manos y a las armas. Desgraciadamente, en el interior de la estación, hubo un asesinato, por culpa del alcohol y el juego.
Sin embargo, como los regadíos prometidos no eran realidad, la comarca no prosperaba y la Estación de Ferrocarril, cerró sus puertas, desaparecieron el jefe de Estación y el Guarda agujas. Es más, todo el edificio de la Estación fue demolido y no quedó, piedra sobre piedra… no quedó ningún vestigio de dicha estación. Muy poco tiempo después, desapareció la venta y los venteros. Todo fue como el cuento de la lechera.
Sin embargo, en el Paraje de la Estación de Ulea, surgió el regadío y se cultivan viñedos, frutas de hueso, cítricos y cereales y, de nuevo, ahora sí, el camino que une la Autovía con el Paraje de la Estación, se ha transformado en una carretera de asfalto y, además, muy bien cuidada.
¿Cómo cambió todo, con el paso de los años? Parafraseando la historia de este paraje podríamos decir: ¡¡Lo que va de ayer a hoy!!
Allí se proyectaron edificar viviendas; construir unas Escuelas Públicas; un hotel, una piscina y un campo de deportes. Era la tierra prometida y todo quedó… en nada.
FUENTE: J.C.E.