POR RICARDO GUERRA SANCHO, CRONISTA OFICIAL DE ARÉVALO (ÁVILA)
Hace tiempo, en una conversación con mi buena amiga María surgió un tema, el abandono del mundo rural y el desarraigo. Y claro, ella que es una gran estudiosa de la figura de Olegario González de Cardedal, dijo una palabra muy de él que me llamó poderosamente la atención, por lo rotunda y definitoria de una situación tan cotidiana y cercana, que gana terreno poco a poco y va en contra del ciclo vital del mundo rural: Trasterrados…
Ahí se quedó el tema, la idea y la palabra, pero no he parado de darle vueltas en cada momento en que alguna circunstancia o algún motivo me traía a la mente este tema desolador de nuestra tierra de interior.
Y había decidido a escribir algo sobre este tema, porque, de vez en cuando nos regalan esa expresión tan manida y carente de sentido, «la España vaciada…», una frase recurrente que me trae a la memoria ese dicho popular de «entre todos la mataron y ella sola se murió», porque muchos de los que ahora se acuerdan de ese agro abandonado e incluso levantan la bandera de sus derechos, son quienes no pusieron ningún medio para evitarlo sino que, más aún, favorecieron esas cosas que inciden paso a paso a que ese vaciamiento siga implacable, y todo en aras de la viabilidad económica y el fomento de las grandes ciudades.
Así ha sido como le dije a María, necesito ese artículo del que hablamos, que precisamente lleva como título «Trasterrados y desarragados» y que fue publicado en ABC el 20/5/83. Lo he leído una y otra vez, porque es un tema que se hunde en profundas raíces y es de lectura reposada y pensante y que tiene una vigencia absoluta. Por aquellos años ya se había producido una oleada de éxodo hacia los polos industriales. Y aquello, en mayor o menor medida, continuó implacablemente.
Busqué el significado académico de esta palabra, y no lo encontré, pero, por otra parte, esa palabra se ajustaba a la situación y la definía perfectamente.
Según la RAE, en su única acepción: TRANSTERRAR: Expulsar a alguien de un territorio, generalmente por motivos políticos.
Para Olegario González de Cardedal también, que lo escribe «Trasterrados», yo creo que no lo utiliza con este sentido. Según él mismo, es la referencia a quienes han nacido en el mundo rural y han sido trasterrados por motivos económicos y de supervivencia, y quienes viven ya en la ciudad a costa de perder sus más profundas raíces. Aunque la ciudad, en muchos casos no ha entrado en su interior. «Hay que reconocer las tierras en las que hemos nacido y de las que hemos sido privados por la violencia de la historia…»
Como dice elocuentemente, «Tierra geográfica, tierra cultural y tierra religiosa en las que vivíamos y que sustraídas bajo nuestros pies nos han dejado con las raíces desnudas. Raíces que siguen dentro de la tierra, pero sin ser capaces de asumir humedad y fuerza vitalizadora. Seguimos viviendo dentro de la vieja patria, pero transferidos a otras de sus capas o estratos sustentadores. Por eso no somos exiliados sino trasterrados…».
Así él lo resume con la profundidad y sencillez en esta lacónica frase: «A cada hombre su tierra y a cada raíz su suelo»…
Creo que utilizó esa nueva palabra completamente consciente del sentido distinto que el autor quería dar a su contenido. Pero dando vueltas a esta palabra, que presenta un contenido profundo y lleno de significados que todos reconocemos, sin embargo, en ese significado.
Me viene a la mente cuando paseo y veo pueblos y aún villas y ciudades con un aspecto de abandono preocupante… muchos espacios cerrados, se alquila, se vende… y los centros de muchas ciudades están abandonándose. Pero, este asunto tiene otro aspecto urbanístico también muy vinculado, que hoy no viene al caso.
Del desarraigo hay gentes mucho más preparadas que lo miran bajo diversos puntos de vista, el humano, el económico, el social, el religioso o el antropológico, que este asunto tiene muchos prismas.
Pero de los «trasterrados», desde un punto de vista de nuestro campo, de nuestras gentes, de nuestros pueblos, tendremos que hablar más los que asistimos al triste y desesperado panorama que cada día acucia a la gente, unos en nuestros pueblos, y otros cercanos y espectadores, pero también afectados y doloridos por esta situación.
En adelante, al tratar de este tema será más adecuado decir «La España trasterrada».