POR FRANCISCO JAVIER ARELLANO LÓPEZ, CRONISTA DE LUIS MOYA, ZACATECAS (MEXICO)
Un día desde la vieja Palestra de un salón de la Escuela Preparatoria de Nochistlán, Zac. trataba de explicar la historia de México. Necedades cómplices. Yo soy maestro de Lengua y Literatura, pero explicaba la crónica de la Noche Triste de los españoles en la Cd. de México. Las calzadas, el bosque de Chapultepec y hasta Teotihuacan en un retraso de la línea del tiempo. Yo ya conocía el zócalo, la Villa y la Col. Pradera cuando salí de Luis Moya, Zac. a la ex Capital Mexica contando apenas con 17 años.
– Jóvenes, si ustedes conocieran la ciudad de México tendría otra noción de la Historia- dije a mis alumnos siendo apenas un maestro imberbe, algunos de ellos casi eran de mi edad.
– Pues vamos, Profe- me dijo un alumno apellidado Ángulo. -Mi mamá trabaja en la Casa de Maestro y nos puede arreglar habitaciones baratas.
– No, es que yo, miren…- me quise desdecir. Mis alumnas estaban en la mera flor hormonal y yo cuidar esas cosas, no.
Algunos varones de mis alumnos ya tenían oficios de huaracheros y tenían recursos económicos, quizá más que yo. Además, cargar con alumnos siempre va a ser un riesgo.
– Ándele, si podemos; diga que sí, por favor, es que nadie nos saca, vamos, vamos… dijeron. Ahí estaban Martha Eliza Ruvalcaba, Socorro Ramírez, Toña Oliva, Lupe Contreras, Glafira, Gloria; Eufemio Íñiguez, Pepe y Chano Donlucas, Juan Cajero, Alejandro, José y otros que en este momento no recuerdo.
– Avisen a sus papás a ver a cuantos los dejan ir…- les dije creyendo que no los dejarían ir conmigo. – ¡Un profesorcillo de 25 años de origen provinciano organizando excursiones a México!- me acordé de mi madre y me burlé de mí mismo.
De un grupo de 30 alumnos se apuntaron 19 y quedaron otros pendientes. Hay muchas anécdotas de ese viaje. Como sea, fui apartar 19 boletos a la oficina del Ómnibus en viaje directo a México. Hablé con el Lic. Francisco Blanco, un político y un gran catedrático de la Preparatoria. Dijo que él iba a México y que me apoyaba. Me animó con su experiencia. Salimos a las 9:30 de la noche y amanecimos en México a las seis de la mañana. Bajamos del autobús.
– Licenciado, ¿cómo ve, si de aquí nos vamos al zócalo?- le dije.
– Profesor, yo voy a la oficina de Petróleos Mexicanos, que les vaya muy bien. Son buenos los muchachos, cuídelos, eh..- y se fue.
Mi mundo se derrumbó. Ajuste del proyecto. Nos fuimos a la casa de hospedaje. Luego fuimos a Bellas Artes a ver la “Maja desnuda” y “la Maja vestida de Goya” y de ahí, a Teotihuacán.
Mis aventuras las descubro en el camino. Es un sello personal. Al acierto y al error. Llegamos a Teotihuacán, la ciudad de los dioses, en un camión rentado. Yo no la conocía. Nos subimos a la pirámide del sol. Nos explicaron la historia. Pienso que al maestro y a los alumnos nos entró por un oído y salió por otro. Escuchaba la explicación o cuidaba mis muchachas que ya se subía a una pirámide y a otra. La vista panorámica era bellísima, la calzada y la pirámide de la luna y otros monumentos arqueológicos. Teotihuacán, una ciudad, un centro ceremonial indígena. Que majestuosidad y que reencuentro con la historia. Me quedé impresionado y con la idea de volver, yo solo, para “verla” con mi tiempo libre. Ahí nombraron que había otra ciudad llamada Monte Alban, Oaxaca. El viaje con mis alumnos terminó bien, unos se quedaron a ver un juego de futbol en el estadio Azteca y las alumnas, las regresé como habían llegado. Ufff y recontra uff. Pero a mi me quedó la espinita clavada.
– Un día iré a Monte Albán.
Pasaron cerca de 45 años. Me retiré de la Escuela. En víspera de la primavera de 2023, compré mis boletos de avión y salí de Aguascalientes- México, México- Oaxaca y viceversa.
Llegué a Oaxaca el 20 de marzo. Primer día de exploración. Segundo día, vámonos a Monte Alban. Compre mi boleto de 250 pesos en una combi. Es una distancia de algunos 9 km de Oaxaca rumbo al poniente. A ver si no me desoriento porque me sé marear con el alcohol más no con el triunfo. Después de varias sinuosidades entre los cerros llegamos al sitio arqueológico.
– Quienes traigan credencia de maestro o del Imapan, no pagan- dijo el chofer de la combi llamado Alfredo. –
– Bajémonos, aquí va a llegar el guía quién les va a explicar todo, todo- dijo.
Esperaban otra combi para juntar los dos grupos de pasajeros. El guía se llama Jordan. Llegamos a la oficina del INAH, recepción y compra de boletos, hay fila. Yo no traigo otra credencial más que la de cronista. Valió. Nomás por regatear 70 pesos que cuesta el boleto de entrada. Jordan nos mostró la imagen del arqueólogo Alfonso Caso, investigador, descubridor de varios sitios de Monte Albán y Mitla.
Monte Albán es una ciudad sobre un cerro. La fundaron los zapotecas. Dicen que los aztecas le llamaron Oselotepek (Cerro del jaguar), los zapotecas le nombraron Dani Baán (monte del jaguar) y los mixtecos la conocieron como Yukú Kuiín (monte del jaguar) y los españoles le bautizaron como Monte Albán por lo parecido con los Montes Albanos de Italia (Wikipedia).
Jordan, el guía, desde un principio dijo que nos iba a dar una clase de historia. A mí me encanta eso porque es ahí donde se aprende, en el lugar de los hechos. Habló de los valles de Oaxaca, de Etla, Zimatalán y Tlacolula. Algunos turistas se quedaron con cara de “uat sap” y casi todos los turistas extranjeros que “yes”. Algunas veces muchos fingimos que entendemos, como en las clases de historia donde el maestro no sabe ni los alumnos tampoco. Puros cuestionarios se vuelven. Generalizar es malo; honrosas excepciones de maestros y alumnos se salvan. El guía nos explicó la construcción de material de una finca de un jefe principal. Habló de la vegetación que hay aquí, de los cazahuates, guajes, agaves y pitayos. Yo le dije que los cazahuates en otro lugar se le decía pochotes u ozotes. Como buen maestro, no reconoció mi comentario y dijo que eran diferentes. Yo ¡qué ando cuestionando a mi guía, voy a aprender! Yo conozco la flor del ozote que florece en invierno al sur de Zacatecas y para mí es la misma.
Después llegamos a la cumbre del cerro. Aquí está la ciudad. Nos dio una explicación alternada en español y en inglés. Es bilingüe Jordan. Nombró a los edificios con letras porque así están etiquetados.
Al Monte Albán le falta mucha investigación. Existió a la par con Teotihuacán. Tenían relaciones de comercio y de habitantes. En Teotihuacán había una colonia de zapotecas y en Monte Alban había una colonia de teotihuacanos. Había intercambio. El material para sus construcciones lo hacían con piedra y estuco. Desde la vista alta del cerro se mira la fotografía que sacaron para la portad del billete azul mexicano de 20 pesos. Esta fregona la vista. Se observa la cancha de juego de pelota pero con uso como de puros nobles y sin apostar la vida. Se mira un almacenamiento de agua al centro. Los indígenas tenían un sistema de riego con una gran ingeniería hidráulica. Recordar el jardín botánico del rey Netzahualcóyotl, en Texcoco. En Monte Alban, hay terrazas y había agua. La población zapoteca estaba en las colinas del cerro. En la ciudad de Oaxaca también hay un desmedido y desaforado crecimiento urbano por los cerros vecinos a la capital. En Zacatecas, los cronistas de la Asociación “Ramos Dávila” acordamos, comentamos que el Cerro de la Bufa no debía ser lotificado para detener el crecimiento de la mancha urbana. La Autoridad escuchó y hasta ahorita, el cerro se mira hermoso y airoso.
En la plaza de Monte Alban, al fondo se mira una mini plaza de los danzantes. Todos los edificios tienen unas escalinatas de piedra. Hay un edificio que se supone que es el observatorio. Se requiere condición física del viajero para andar por estos lugares. Las escalinatas están “pesadas” para subir y bajar. No hay barandales en el cielo indígena.
Decía mi amigo, Miguel Romero Sáiz, cronista de Cuenca, España que “las catedrales de Europa eran museos” y que la cultura no viajaba en balijas. Cierto, aquí en México, estos centros arqueológicos de Monte Alban (Oaxaca), Teotihuacán (Edo. de México), Chichen Itzá, Palenque (Chiapas), Tikal (Guatemala) El Tajín (Veracruz), La Quemada y Chalchihuites (Zacatecas), casi todos están ubicados en el corredor de Mesoamérica, son toda una bitácora, arcón, archivo, lección y misterio de la historia de los siglos 2000 a. C. hasta el 900 d. C. en México y Centroamérica.
En La Quemada, Teotihuacán, Chichen Itzá y Monte Alban se siente una presencia divina o rara, pareciera que el tiempo está varado ahí, pareciera que aún hay mucho que hacer. Un turista llevaba camisa blanca y que quería cargarse de energía. El guía dice que aquí no hay eso, a lo mejor en Teotihuacan o en La Quemada.
Vamos a conocer Monte Alban. Cierto, ya algunos sitios están reestructurados pero aún conservan su esencia arqueológica. Casi todos son patrimonio Mundial de la Humanidad según la UNESCO.
La historia se aprende haciéndola e investigándola. Yo conozco estos sitios arqueológicos pero no he e investigado su historia de los periodos preclásico, clásico y posclásico hasta la llegada de los españoles. Dijo mi guía que los españoles no conocieron bien estos sitios sino les habían clavado una cruz o los había hecho monasterios como luego lo harían en Mitla, en la región de los muertos, que luego les contaré.
Monte Alban es bello en tiempo de secas y en tiempo de lluvias se ha de ver interesante, nomás por el color verde. Al día siguiente me fui a Mitla.
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