POR FRANCISCO JOSÉ ROZADA MARTÍNEZ, CRONISTA OFICIAL DE PARRES-ARRIONDAS (ASTURIAS)
A los menores de setenta años habría que explicarles hoy de qué trata este relato de las Misiones Populares, días en los que los vecinos de un concejo eran convocados para ser instruidos a través de sermones, conferencias y jornadas de estudio del catecismo, acompañados de rosarios matinales (llamados “rosarios de la aurora”), misas, confesiones, comuniones masivas y procesiones multitudinarias.
Las Misiones Populares tuvieron su máximo esplendor tras la Guerra Civil Española, semejando una especie de solución salvífica que se le ofrecía al pueblo llano para que su vida se viese enriquecida a través de la fe, invitando a los vecinos a acudir en masa a las iglesias.
Porque cada época, cada pueblo y cada individuo somos “hijos” de los hábitos, costumbres y sentimientos del momento.
Después -con los años- “reciclamos” la información recibida de todo tipo, la adaptamos a los nuevos tiempos y tratamos de obrar en consecuencia.
Las Misiones Populares fueron un instrumento destacado de evangelización de masas que duraban entre siete y quince días.
Los misioneros de una orden del clero regular acudían desde otras localidades -muchas veces desde otras provincias- con la intención de reforzar la labor pastoral de párrocos y coadjutores.
Las Misiones evangelizadoras tuvieron su origen en el Concilio de Trento (1545-1563) y fueron uno de los métodos preferidos para transmitir de manera directa el mensaje de la jerarquía eclesiástica a los fieles.
Como decía, la época dorada de las mismas en España fue la de la posguerra, especialmente entre los años 1940 y 1960. Diríase que la vida cotidiana se veía modificada por entero y quedaba supeditada al tiempo de lo sagrado.
El Concilio Vaticano II (1962-1965) marcó en este aspecto una nueva forma de evangelización, pero los sectores más conservadores de la jerarquía española opusieron bastante resistencia a las novedades que llegaban desde Roma de la mano del papa Juan XXIII, primero, y de Pablo VI, después.
Remontémonos en el Concejo de Parres a los inicios del siglo XX:
Las relaciones con la Iglesia estuvieron en Parres salpicadas de desacuerdos y rupturas, algunas muy sonadas. Voy a detenerme en una de ellas ocurrida en marzo de 1913 cuando un concejal solicitó a sus compañeros un voto de censura contra el cura ecónomo de la parroquia de San Martín (Marcelino Lagranda) “por los desagradables incidentes ocurridos en las calles de Arriondas con motivo de las Misiones Populares”, al haber solicitado el alcalde al cura que suspendiese las manifestaciones públicas (procesiones), puesto que el párroco no había solicitado el preceptivo permiso para llevar a cabo las citadas funciones religiosas y, así, poder regular el buen discurrir de las mismas.
La corporación municipal por unanimidad aprobó el voto de censura contra el párroco, y le concedió otro voto -pero de gracias- al alcalde Ramón Barredo García.
Del lo ocurrido enviaron desde el Ayuntamiento notificación al Gobernador y al Obispo.
No se especifican en las actas municipales los incidentes, pero todo indica que o las procesiones -tan típicas de las Misiones- fueron prohibidas o -seguramente- éstas ya estaban en la calle cuando se les obligó a los participantes a regresar a la iglesia hasta que el párroco pidiese autorización, porque quien debe velar legalmente por el orden público es la autoridad municipal democráticamente elegida.
En el año 1920 el cura párroco de Arriondas (Pablo González Cuervo) invitaba a la Corporación Municipal para que asistiese al solemne recibimiento de los Padres Redentoristas que llegaban al concejo para predicar una Santa Misión.
Todo lo relacionado con la Iglesia católica estaba muy presente en aquellos años, de forma que uno de los misioneros que acudió a Arriondas en el año 1956 para celebrar las populares Misiones Populares, le pidió al alcalde Emilio Blanco Vega que se aprobase la consagración de Arriondas al Sagrado Corazón de María, aceptándolo la Corporación por unanimidad, pero el acto no tuvo lugar en el templo parroquial -como podría suponerse- sino en el salón de sesiones de la Casa Consistorial, donde el alcalde dio lectura al texto de la misma -que fue recogido en el acta correspondiente- del cual destaco dos frases: “Haced que reine en nuestro municipio el orden en el ejercicio de la Autoridad y de la sumisión” y “Desde este momento quedáis constituida como Reina y Madre de este municipio”.
Acto seguido se entronizaron en el testero del salón de sesiones los cuadros de los Sagrados Corazones de Jesús y de María.
Las fotografías que se conservan y acompañan este texto, procedentes en su mayoría del archivo del párroco Manuel Riera Prida (que lo fue en Arriondas desde 1954 a 1980) hacen referencia expresa a la última Misión Popular que tuvo lugar en el concejo de Parres el año 1966.
De casualidad se conserva la cruz memorial conmemorativa que en esa fecha dejaron los padres misioneros de san Vicente de Paúl, no así otras anteriores que estaban en los muros interiores del templo parroquial.
La Misión se desarrolló desde el día 6 al 20 de febrero del citado año 1966.
Los nacidos entre los años 1940 y 1970 recordarán el despliegue que se ponía en marcha con motivo de estas concentraciones misioneras, con una espectacular parafernalia -a modo de representación sacra en templos, calles y plazas- desde la llegada de los misioneros hasta su despedida, ocupando muchas horas desde las seis de la mañana hasta bien entrada la noche.
Recordamos perfectamente la espera de los misioneros en el barrio de Santa Rita, en Castañera, con los balcones de las casas adornados con las mejores colchas o telas de las que los vecinos disponían.
Después, algunos misioneros se repartían por las diferentes parroquias del arciprestazgo, aunque los actos principales tenían lugar en Arriondas, como capital del concejo.
La exaltación y la vehemencia de los oradores sobrecogían especialmente a los más pequeños, no acostumbrados a tal multiplicación de sermones, misas, rosarios, comuniones y procesiones, una especie de ejercicios espirituales intensivos multitudinarios.
Fueron hábitos, prácticas y costumbres que tuvieron su tiempo y que hay que enmarcar e interpretar de acuerdo con el momento social, político y religioso en el que tuvieron lugar.
— Francisco José Rozada Martínez, 15 de abril de 2023 —
FUENTE: https://www.facebook.com/franciscojose.rozadamartinez