POR JUAN ANTONIO ALONSO RESALT, CRONISTA DE LEGANÉS (MADRID) Y ORIUNDO DE HUÉRCAL OVERA (ALMERÍA)
Se está poniendo muy de moda en las redes sociales y páginas de Internet una simpática y espontánea locura colectiva como es enseñar a todos tus fotos antiguas de familia o diversos objetos y “cosas” que a muchos nos recuerdan que Huércal Overa ya no es lo que era, que los años han pasado y no en balde; que el tiempo se lleva muchas cosas, personas y personajes conocidos y queridos, que ahora solo les podemos recordar a través de esas instantáneas, y objetos familiares que corren como la mismísima pólvora ante nuestros ojos por las redes.
Personas, amigos, conocidos y desconocidos, personajes, lugares íntimos, y familiares, edificios, utensilios, famosos, animales, automóviles, calles y plazas desaparecidas, cosas que se usaban, costumbres, ceremonias, procesiones, carnavales, partidos de fútbol, toros, paseos, amores y desventuras, políticos, esas instantáneas todas ellas se reflejan y se acumulan en ese oculto lugar de tus recuerdos y ahora salen a flote, esos recuerdos de antaño se hacen realidad delante de tu ordenador, una tablet o un simple móvil. Y solo nos queda recordar “Dios mío, así era fulanito”, o “como era la calle o la plaza tal”, y “mi primo que guapa estaba”.
Quien no recuerda los barquillos, los botijos fresquitos de agua, los braseros debajo de las mesas en invierno, aquellos cuadros colgados en las casas con santos y vírgenes o los paisajes que pintaban los hermanos Resalt, o las fotos de Huércal de Cisneros, el periódico “El Almanzora”, los carteles de cine o el teatro Cervantes, las fiestas, el fútbol, los amigos en la calle y en la Feria, como era el Calvario, los músicos con sus míticas bandas de Martín Alonso, sus pasodobles en calles y en la plaza de toros, las grandes procesiones con romanos incluidos de Don Pepe Bernal, la antigua Virgen del Río en su ermita desaparecida por un “riá”, los carros de mulas que lo mismo cargaban ovejas, cabras, verduras, un arado, que chiquillos enredaos en colchones y pertrechos.
Esos carros de madera y con pescante que nunca se pinchaban que traían a nuestros padres y abuelos del campo a Huércal o los acercaban al Puerto Lumbreras e incluso a la mágica playa de Terreros cargados hasta los topes.
Quien no recuerda los carnés de familia numerosa. El fotógrafo de turno que colocaba a toda la familia numerosa o no en dos filas, todos serios para la posteridad, o las fotos para mandar a la familia que nos hacían en los colegios con el mapa de España en la pared, o esa foto “desnudito” casi un bebe, sentado en un aparador o colocadito encima de la cama enseñando el pompis que siempre había en casa de cuando éramos pequeños.
Nostalgia, pura nostalgia son esas páginas de Internet .Nosotros, los que ya peinamos canas y no vivimos hace años en Huércal o aun seguimos viviendo en Huércal, nos hemos convertido en los más fervientes defensores “a ultranza” de aquella época que nos recuerdan la niñez más fantástica, esa época de la vida en la que verdaderamente fuimos felices a pesar de que, como decía mi abuela Beatriz Ballesta “en casa no había dinero pero siempre se comía”.
Recordamos un Huércal más grande en hechuras (éramos pequeños) o más populoso, a pesar de que ahora somos más habitantes. Y se nos viene a la memoria detalles de la calle o de como eran unos balconcillos de mármol de Macaél del Hogar donde siempre estaban sentados a la sombrita mi abuelo Juan o mi padrino Aureliano que nos daban unas perrillas para pipas. No se olvidan aquellas aventuras o correrías de crios marchando hasta el Castillo de los árabes para verlo por duodécima vez, conquistarlo y no hacerle caso a tu madre que decía “no te alejes de casa”.
En las fotos vemos Carnavales, y recuerdas los trajes que nos ponían nuestros padres y mis hermanas para carnavales, o el tren con máquina de vapor en el que desaparecía o llegaba mi padre con tristeza o alegría cuando tenía que irse a trabajar a Alcantarilla, Madrid, Badajoz. Ese tren que era recibido por el jefe de la estación con su traje azul, su bandera y su silbato con sus vagones de madera en los que llenábamos los ojos de carbonilla cuando hacíamos algún trayecto.
Quien no recuerda nuestros helados “el chambi” que se vendía por la calle un señor con una gorra de marinerito de todos los sabores, los higos chumbos que mi abuelo limpiaba de pinchos en el cortijo con una escoba y luego los pelaba con unas tenazas del fogón. Recuerdo a Silvestre Martínez de Haro dándome un abrazo y leyéndome un cuento suyo del niño del campanario, añoro los carricoches de la Feria, las barcas que se paraban con un freno de zapata, los largos paseos por el Paseo de Galdo donde mi tío Ginés tenia la imprenta y una papelería en la que vendía lápices de colores, cartabones, compás, cuadernos y libros de texto teniendo de ayudante a su hijo José Luis.
Mi referencia personal de esas fotos en Huércal están relacionadas, con farolas y árboles de la Plaza del Cura Valera, las pesetas, las tiendas de las primas en la calle del Sepulcro, las tiendas de ultramarinos y electrodomésticos, la joyería, la Farmacia de la plaza, las primas de mi madre las Ballesta, la camioneta de los Cerezuela, o la Alsina que también traía a mi padre dos o tres veces al año desde Hellín, Alcantarilla o Madrid.
O rememoro las cuerdas de la ropa que colgaba mi abuela Beatriz en el patio de la casa de Melchor Ballesta con vuelta a la de los Carros frente al desaparecido cine y Teatro Cervantes. Teatro ya desaparecido que nos traía aventuras del celuloide, teatro, los encuentros poéticos y políticos y hasta las actividades culturales estaban a la par con las pillerías de los chiquillos que en las filas del gallinero, taconeábamos fuerte para que resonara en todo el local mostrando nuestra protesta de que aquella mala obra o sainete de los Arniches mal interpretado o por esa película que era aunque americana era una ful. “Que empiece ya que el público se va”. Se gritaba cuando el responsable de poner la película se pasaba de horario.
Y otros recuerdos también me acercan a la Huércal de los cincuenta y sesenta al camión de los Cabrera, los alcaldes siempre acompañados de chicas bonitas que eran la reina de las fiestas, los pasos de Semana Santa. Blancos, Negros, morados, todos juntos. Incluso recuerdo que en mis años mas mozos había un dia en el que se producía una autentica batalla familiar, por si tu eras de una hermandad o otra, y más de uno (yo) se llevo un buen pescozón por decir a voz en grito “soy …..” (y manifestaba mi color preferido).
Cuantos recuerdos de Huércal , San Isidro y sus casitas bajas para los del campo, la SEAT cerca del viejo puente y la gasolinera donde tuvo el accidente mortal mi padre y mi tío Juan y por donde pasaban los coches de las primeras Autoescuelas, las ramblas del Almanzora, Zaragoza el carpintero, unas maestras de los bollillos que eran varias hermanas y primas vecinas nuestras, pero también recuerdo aquel primer Hotel Calypso de Terreros (semejante a la nave del doctor Cousteau) antes de que se lo llevara la modernidad de nuestros recuerdos. Me viene una sonrisa a la cara al recordar lo que disfrutábamos de chiquillos de camino a una casa-cueva de camino a Pulpí y aquella peligrosa cuesta del Capitán donde los mayores temblaban y se afanaban en conseguir que el carro no cayera pendiente abajo por la inquietud de la atemoriza y terca mula ante la estrechísima carretera o medio camino que había hasta Jaravía.
Aquel, era un Terreros de los baños, ahora es de vacaciones, y hasta allí nos llevaban con toda la casa puesta, los colchones amontonados sobre el carro con la chavalería, la alegría, la vajilla de casa y la necesidad de ser felices unos meses aunque solo fuera desde mayo a septiembre. El Pichirichi donde en los años sesenta (nadie se dio cuenta) hizo una película, ni más ni menos que la fulgurante actriz parisina Brigitte Bardot y casi nadie lo supo.
Recuerdo en mi pueblo las tiendas de Lázaro, y de Aznar, como era la calle de las Cruces, el Arco, la figura del Nazareno subiendo al Calvario y la ermita, allá lejos; las cajas de Cola Cao donde se guardaban tantas cosas, los romanos y los generales que había muchos de las procesiones o los soldados llegados para dar mas lustre a la Semana Santa, recuerdo a Don Gabriel Espinar el director del Instituto Laboral donde estudió mi hermano Paco antes de ir a la Universidad de Córdoba, o todas aquellas bandas dirigidas por el maestro Martín Alonso Pérez, y aun primo Resalt, José que era maestro, al nene del Paseo de los Tristes que me daba mucha angustia por estar siempre tan “solico”, los guateques, el Okal, la falta de penicilina para mi hermana Maria, los cortes de pelo al cero, los pozos de agua de Las Labores, las calles sin asfaltar, el lento caminar de los pasos de las procesiones por las principales calles, el silencio sepulcral de la Semana Santa rota por las trompetas y tambores, otra vez los romanos, Y la mabilidad de la que siempre hemos fardado los huercalenses siempre con un saludo amable para los vecinos a los que conocíamos por sus nombres o sus cariñosos y conocidos motes, las tiendas de Ultramarinos, los mostradores llenos de panes y libretas de chocolate que repartían a los que menos tenían.
Y que puedo decir de aquel puente de hierro del río Almanzora, elk puente Parias, las monjas, el hospital, o lo que me impresionaba entrar en el edificio del ayuntamiento al que se acercaba mi abuelo Juan para gestionar algún tributo, la Feria de Octubre en la plaza con sus caballitos, las barcas y los puestos de turrón, el café Correos, el olor del cafelico de mi padrino Aureliano Márquez, la caminata que nos dábamos para ir al Calvario para coger nidos de pájaros y rompernos los pantalones y hasta un gran cartel de Nitrato de Chile que estaba en la carretera cerca de la entrada del pueblo y que ahora no recuerdo su ubicación.
Todas estas cosas y muchas más pululan por algún lugar de mi memoria y mis recuerdos infantiles y juveniles y ahora rebrotan ante mis pupilas en las redes sociales con la aparición de muchos de ellos, son las páginas de Internet pero es un Huércal Overa que está en mi corazón, mi familia y mi memoria.
Y sin salir de la cocina de casa o del fogón del cortijo La Cámara de Úrcal que era donde mejor se estaba, recuerdo casi con lágrimas en los ojos, los olores y los sabores de algunos platos que hacían tanto mi abuela, mamá Beatriz Ballesta como mi madre Pura Resalt. Mis primas las Ballesta, la Tía Catina, Recuerdo el olor de los panes que sacaban del horno, recién hechos y esos platos “llenitos” hasta el borde para hartarse de gurullos, empedrao, pelotas, migas con uvas, las empanadas de almendra. Y para postre un puñado de higos secos o unos fresquitos higos chumbos. Dieta mediterránea a tope.
Las ovejas o las cabras de mi abuelo daban la leche mas buena y pura que nunca pude probar, y el agua del pozo de casa recogida cuando llovía (eran pocas veces) a través de un intrincado sistema de acequias, era limpia buena y hasta cristalina sin cloro. Y para beber a placer y lavarse a gusto, se podía ir “con toda tranquilidad” con una burrita y cuatro aguaderas con sus cuatro cántaros al manantial de Úrcal donde alguien te echaba una mano y llenaba las cantareras.
Las almendras, las olivas, el trigo, la cebada, la siega que llevaban a cabo los vecinos de las cortijadas cercanas juntos; los aperos de labranza, el arado medio árabe o romano de mi bisabuelo, las tinajas de aceite. Todo eso, ha salido de mi cabeza al ver algunas instantáneas en Facebook que gente como yo conserva y que creí olvidadas para siempre.
Los billetes de la Republica del Consejo Municipal de Huércal-Overa.
El pobre de mi abuelo Juan creía en la República que era rico, y no lo era. Una de las fotografías que más me han sorprendido y que he visto en esas páginas de Internet son los billetes de la República Española de 1937 de 0´50 céntimos que emitió el Consejo Municipal de Huércal Overa y que firmaba Asensio Mena. En su lado principal se ve un republicano escudo del pueblo (lo digo por la corona), el número de serie y una atropellado dibujo, al dorso “La Caja Municipal de Huércal Overa, pagará al portador la cantidad de cincuenta céntimos. Huércal Overa, primero de mayo de 1937. El Depositario Ángel Parra y el interventor.
Este billete huercalense apareció porque el Ministerio de Hacienda en el años 1937 ante la falta de plata de las monedas que la gente se guardaba en casa “por si las moscas”, dio ordenes a los ayuntamientos dichas monedas de plata por moneda local (estos billetes) en forma de vales.
La intención del Ayuntamiento era paliar la falta de monedas (calderilla) que estaba afectando a la vida cotidiana y económica del pueblo. Porque todos se guardaban la calderilla de plata. Se hicieron cientos de estos vales- billetes dado que en el 38 comenzaron como en otros pueblos la recogida de los mismos por orden del ministerio de Hacienda, decisión que comenzó en el primer trimestre del 38 aunque algunos siguieron “danzando de mano en mano” hasta que llegó la nueva moneda emitida y acuñada por el Estado. Don Juan Negrín el Ministro mandaba la retirada de esos billetes que algunos como mi abuelo Juan y otros familiares guardaron para los años venideros, como los de la Republica del Banco de España con los que se canjeaban, y los enterraron durante la contienda en latas de conserva, latas y contenido que nunca sirvió de nada. Ahora los coleccionistas te pagan unos euros por el recuerdo de aquella difícil época.
Documentación sobre la Exención de Villazgo de Lorca. Somos Independientes desde el siglo XVII.
Siempre que se me da la oportunidad desde el Ayuntamiento de tener el privilegio de escribir en este trocito del programa de Feria de todos los años (desde hace ya casi 15) y conociendo como sabemos la importancia de una fecha para nuestra historia local como es el Privilegio de Exención de Villazgo con respecto a Lorca que se produjo el 3 de marzo de 1668. quiero hacer público un documento que en el libro “Los Anales de Lorca” de los siglos XV al XIX de Joaquín Espin Rael se hace referencia a esta magnífica e interesante fecha de nuestra común historia, en la que sabemos que cumplidos los 346 años de independencia de la ciudad de Lorca, Doña Mariana de Austria de parte del Rey Carlos II escribe al doctor Alonso Pérez de Castañeda, en estos términos:
“Sabed que en conformidad de las cédulas de factura para las ventas de tierras y vasallos (sic) por escritura de asiento otorgada con acuerdo del Consejo de Hacienda de 3 de Marzo del mismo año con la villa de Huércal de Overa, jurisdicción de Lorca, y con Pascual Bonillo Calderón en virtud de poder sobre eximir y apartar a la villa de Huércal a título de venta onerosote la Jurisdicción de Lorca, y hacer la villa por si con jurisdicción civil y criminal alta y baja mero mixto imperio penas de Cámara y Sangre , columnas, mostrencos y escribanias si le fueran ajenas, y demás condiciones contenidas en dicha escritura sirviendo por ello a razón de diez y ocho mil ciento y treinta maravedíes en plata por cada vecino o la de siete mil doscientos cincuenta ducados de plata por legua legal que tuviese a elección de la Real Hacienda y presuponiendo que tendr5á solo 120 vecinos y una legua de término, etc., por la presente os mando que vayáis con vara alta de justicia y deis la posesión de ella se dividan , se amojonen sus términos y averiguésis su vecindad y hagais la elección de alcaldes ordinarios y demás oficiales, que hubiera de haber en ella, y el Corregidor de Lorca y a la demás Justicia de ella remita a los alcaldes de Huércal los pleitos y causas civiles y criminales y de ellos se inhiban dando facultad a la dicha villa para poner horca, picota, cuchillo, cárcel, cepo y azotes y demás insignias de jurisdicción haciendo padrón de la misma de todo su vecindario, y de los castillos y fortalezas que haya su enumeración y tasación por peritos canteros, albañiles, y carpinteros”.
Señala de salario en 35 días que se ha de ocupar en la comisión el doctor Alonso Pérez de Castaneda en 1200 maravedíes cada uno y más la ida y la vuelta a Madrid a 8 leguas por día y como escribano receptor a José de Prabes de los cientos de números de esta corte ante quien pasase todo con 500 maravedíes de dietas y derechos que todo lo pagase la Villa de Huércal, aunque la mitad lo pagase después la Hacienda Real.
Y concluye el documento, seguramente mas antiguo e importante con la escritura de Exención de Villazgo.
“En Huércal, a 30 de Junio de 1668, el juez en comisión Alonso Pérez de Castaneda mando notificar a Lorca por su escribano la Real Cédula anterior, en su Ayuntamiento, recoja las causas y suelten de la cárcel al vecino de Huércal Alonso Sánchez, preso en Lorca; lo que ocurrió todo en Lorca a 4 de julio de 668. Importaba el pago en vellón por tener el recargo del setenta y cinco por ciento sobre la plata (4.757.822 maravedíes) para pagar en ciertos plazos por la villa y sus vecinos.