POR MANUEL GARCÍA CIENFUEGOS, CRONISTA OFICIAL DE MONTIJO Y LOBÓN (BADAJOZ)
En la noche del 22 al 23 de abril de 1616, puesto ya el pie en el estribo, falleció don Miguel de Cervantes Saavedra. Un año antes se publicó la segunda parte de El Quijote con este cierre “Bendito sea el poderoso Dios, que tanto bien me ha hecho.
En fin sus misericordias no tienen límite, ni las abrevian ni impiden los pecados de los hombres”. Días antes había fallecido también uno de los referentes más importantes de la literatura universal, William Shakespeare.
Al bueno de don Miguel de Cervantes Saavedra, le tocó morir pobre de apreciación, mientras impresores de media Europa llenaban sus bolsas a costa de ediciones piratas de su obra inmortal.
EN EL IV CENTENARIO (1605-2005)
En el año 2005 se conmemoró el 400 aniversario de la publicación de la primera parte de El Quijote. Fecha en la que publiqué, en Crónicas de un Pueblo, un artículo que titulé “A propósito del Quijote en su IV centenario”. Del que intercalo algunos de los comentarios que hice: “El hidalgo Alonso Quijano refleja la complejidad de aquella sociedad estamentalizada. Aquella que algunos llamaron ‘república católica’ bajo los dictados emanados del Concilio de Trento, sustentada en el honor y la honra, teniendo como bandera la limpieza de sangre.
La novela de Cervantes se desenvuelve en un contexto campesino y ruralizado; en una sociedad agrícola y pastoril que laboraba de sol a sol. Este reflejo se ve también insertado en la Extremadura de aquellos momentos. En 1598 nos dejaba Arias Montano, dos años más tarde lo hacía Francisco Sánchez de las Brozas, encontrándose en plena actividad Pedro de Valencia, cronista de Felipe III, y Cristóbal de Mesa que estableció amistad con Cervantes durante su estancia en Sevilla, citándolo en sus obras La Galatea y Viaje del Parnaso. Y en el mimo año que llegaba al ocaso el humanista de Fregenal de la Sierra, nacía en Fuente de Cantos, Francisco de Zurbarán, que ocupó un lugar muy destacado en la pintura barroca.
La peste provocó una crisis demográfica, unida a ella las pésimas condiciones climatológicas que azotaron duramente a toda la población. Los vecinos de Montijo, Puebla de la Calzada y Lobón, en 1599, abandonaban sus haciendas, alejándose a caseríos delos campos cercanos a Talavera la Real debido a la pestilencia reinante. A finales de ese año fatídico, 1599, Felipe III concedía al III Señor de Montijo, don Juan Manuel Portocarrero y Osorio, el título de Conde de Montijo, creándose el Condado del mismo nombre que incluía los estados de Montijo y Puebla de la Calzada.
En el año de la publicación de la universal obra cervantina, don Luis de Montiel, administraba justicia desde su cargo de Corregidor de Montijo, Juan Rodríguez Barrena era el escribano y el licenciado Saldaña dirigía la comunidad de cristiana como cura párroco de la iglesia de San Pedro Apóstol. En la calle de Porras, ejercía la abogacía y con pasión la historia, el licenciado Bernabé Moreno de Vargas, que para demostrar su hidalguía tuvo que pleitear contra el Concejo en unión de Benito Sánchez y Pedro Gragera.
En los inicios de 1605, la iglesia de San Pedro Apóstol se veía ampliada con la construcción del crucero y capilla mayor. Obra de notables dimensiones; en sus bóvedas artesonadas utilizó el maestro zafrense, Francisco Montiel, obrero mayor del duque de Feria, la cantería falsa, evocando el conjunto al clasicismo serliano”.
LA LIBERTAD ES UNO DE LOS MÁS PRECIOSOS DONES
El Quijote es el gran libro de la vida, al mismo tiempo que una novela de sobre la ficción y una canto a la libertad: “La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad así como por la honra se puede y debe aventurar la vida, y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres. Digo esto, Sancho, porque bien has visto el regalo, la abundancia que en este castillo que dejamos hemos tenido; pues en mitad de aquellos banquetes sazonados y de aquellas bebidas de nieve me parecía a mí que estaba metido entre las estrecheces de la hambre, porque no lo gozaba con la libertad que lo gozara si fueran míos, que las obligaciones de las recompensas de los beneficios y mercedes recibidas son ataduras que no dejan campear al ánimo libre. ¡Venturoso aquel a quien el cielo dio un pedazo de pan sin que le quede obligación de agradecerlo a otro que al mismo cielo” (Capítulo LVIII).
Don Miguel de Cervantes falleció en su casa de la calle madrileña del León (actual Barrio de las Letras). Los cofrades de la Venerable Orden Tercera le pagaron un entierro para pobres en el vecino convento de las Trinitarias Descalzas de la calle Cantarranas, hoy Lope de Vega, donde reposan sus restos sin que hayan sido identificados.
DOS PENSAMIENTOS
Me quedo con estos dos pensamientos de Cervantes y Shakespeare: “En el juicio de algunos, que no conteniéndose en los límites de su ignorancia, suelen condenar con más rigor y menos justicia los trabajos ajenos” (Cervantes). “No temáis a la grandeza; algunos nacen grandes, algunos logran grandeza, a algunos la grandeza le es impuesta y a otros la grandeza les queda grande”. (William Shakespeare).