COMO LOS CRONISTAS SEGOVIANOS APULEYO SOTO PAJARES, CRONISTA OFICIAL DE BRAOJOS DE LA SIERRA (MADRID) Y ANTONIO LINAJE CONDE DE SEPULVEDA (SEGOVIA)
A lo largo de mi etapa al frente de este diario, publicamos numerosos números especiales, además de los que eran ya tradicionales de Navidad y Semana Santa, “superados” en éxito por el dedicado a la visita el Papa San Juan Pablo II, con 15.000 ejemplares que se agotaron inmediatamente, aparte de otros ocasionales pero de plena actualidad en el momento. Y en 1981 se me ocurrió una nueva sección que dimos en titular “Segovianos ausentes”, para lo que traté de memorizar e informarnos de nombres de paisanos ausentes de la tierra.
Se solicitó de cada uno, y todos correspondieron de inmediato, un artículo, una fotografía y un breve curriculum. Presionando un poco la memoria, recuerdo que entre los que respondieron estaban los nombres de Apuleyo Soto, Pedro V. García, Hipólito Escolar, Daniel Sanz Pérez, Victoriano Borreguero, Juan Pablo Ortega, Juan Sanz Ramos, Demetrio Casado, Tomás Calleja, Antonio Linage, Joaquín Vidaechea, Manuel Palomares…
La personalidad de uno de ellos ha sido muy desconocida en nuestra tierra, a la que nunca olvidó y recuerda en algunos de sus numerosos libros, de los que tengo varios con su correspondiente dedicatoria: Hipólito Escolar Sobrino, nacido en Navalmanzano en 1919 y fallecido en Madrid en el 2009, fue un hombre de una gran cultura y de máxima dedicación a los libros; no en vano concluyó su vida profesional como director de la Biblioteca Nacional desde 1975 hasta su jubilación en 1995. Licenciado en Filosofía y Letras por la Complutense madrileña, ocupó diversos cargos siempre relacionados con su gran afición a la bibliografía y archivística, como secretario del Gabinete Técnico de la Dirección General de Archivos y Bibliotecas, jefe de la Comisaría de Extensión Cultural y creador de la Biblioteca de Iniciación Cultural/BIC, director del Centro Coordinador de Bibliotecas de Madrid, fundador de la Editorial Gredos, traductor y anotador de textos de Cicerón y Julio César, etc., etc.
Escolar, en algunos de sus libros cuenta varias etapas de su vida, iniciada como estudiante en el colegio de Dominicos de Santa María la Real de Nieva, continuada después en el Instituto de Segovia como alumno de Machado, de Agustín Moreno, de Ángel Revilla, a los que recuerda muy especialmente en el libro “No pudimos escapar”, donde relata episodios de la guerra civil y sus primeras visitas y después estancias en nuestra capital. De su época de universitario dice: “Compartí clases con algunos de los nuevos alumnos, de los que saldrían notables catedráticos, como mi paisano Jaime Delgado, luego famoso americanista.”.
Se confirma así lo que apuntaba en mi comentario sobre Jaime Delgado, que siempre se consideró segoviano, y como tal le tenía Hipólito. Más tarde, incorporado ya a la Biblioteca Nacional, conoció allí a Francisco Sintes Obrador, comandante de Artillería y entonces director general de Archivos y Bibliotecas, que años después, ya de coronel, fue director de la Academia de Artillería de nuestra ciudad entre 1968 y 1971.
Cuenta Escolar también encuentros con antiguos amigos en Segovia. Curiosamente, en “No pudimos escapar” dice: Otro día me topé con Perico Herranz, hijo del boticario de Navalmazano y dueño de la fábrica de resinas donde trabajó mi padre de joven. Era una persona extrovertida con la carcajada pronta. Me dio un fuerte abrazo, como todos los suyos, para mi padre y se interesó por mi aventura en Ronda, de la que tenía noticia. Era persona muy influyente dentro de la derecha segoviana y por lo tanto enterado de los planes militares. En el mayor de los secretos, para que se lo dijera a mi padre, me confesó: La guerra está prácticamente liquidada y se acabará dentro de un mes, antes de finalizar marzo. No se cumplió la profecía, y la guerra se prolongó un poco.
Pedro Herranz era abuelo de Teresa, la hoy directora de este diario. Cuando con frecuencia aparecía por el periódico, ubicado entonces en la calle de San Agustín, invariablemente entraba a dar un abrazo a su cuñado. Como el despacho de Luis Cano estaba seguido a la sala de Redacción, al pasar por ésta, y confirmando lo que decía Escolar, siempre con un buen humor, nos saludaba con toda afabilidad a los redactores, y nos invitaba a tomar café, en cuanto tuviéramos un rato libre, en el Bar Correos, al otro lado de la calle donde sigue ubicado pero que entonces regía el popular Finito.
Ciertamente, en aquel tiempo la mayoría de los segovianos que iban a Madrid –yo entre ellos para examinarme de la Reválida en la Universidad, entonces cercana porque estaba situada en la calle de San Bernardo- recalaban en El Chiclanero, un alojamiento que resultaba muy familiar sobre todo para los de nuestra provincia. Pablo Martín Cantalejo.
FUENTE: https://www.eladelantado.com/opinion/tribuna/otro-segoviano-casi-desconocido/