POR JUAN MANUEL ESTRADA ALVAREZ, CRONISTA OFICIAL DE CASO (ASTURIAS)
Me hubiera gustado asistir a la presentación de tu último libro el pasado día trece, felicitarte por esa inmensa capacidad para llenar de letras el blancor de las hojas y esos rotundos noventa que por partida doble pasan al cajón de la vivencia y a las estanterías. Darte un abrazo sincero y saludar también con efusión a Tante Blanco, amigo de antiguas singladuras, barracones de cierzo y de llanuras.
Conozco a Albino Suárez desde hace muchos años, creo que le estoy viendo con la Enciclopedia Asturiana de puerta en puerta, en las ferias, en los mercados, siempre con sus libros bajo el brazo. Colaboré en su Revista Alto Nalón desde el segundo número allá por 1983, la verdad es que las ocupaciones y hasta la pereza me hicieron un guadiana intermitente; cuánta razón tenía en regañarme. Albino y sus colaboradores nos revelaron tanta información que hoy podríamos afirmar sin equivocarnos que la revista es fuente documental importantísima para el conocimiento de nuestro pasado.
“Dios, qué buen vasallo si hubiese buen señor! Albino, de tanto leer y releer a Alfonso Camín embebe su poesía y cumpliendo los anhelos del Campeador ejerce de escudero, pregona, amplifica la voz del poeta, vergüenza de esta Asturias mezquina y cicatera que olvida las glorias y ensalza cutreces. Jamás se me borró del recuerdo aquella tarde fría de diciembre en el camposanto de Porceyo, el cimbrear de los cipreses con el viento, como si las mismas palmeras de su añorada Cuba viniesen a despedir al gran poeta; el café posterior en la cocina con su viuda Rosario y Horacio, el Paisano gigante de la reconciliación, vivencias compartidas. Algunos libros de Camín editados en México son auténticas joyas que guardo cual tesoros en mi biblioteca, regalos de Albino que llegaron a mis manos por avatares de la vida.
Laviana, madrastra más que madre, quizá tenga una deuda imperdonable con Albino. Conoció muy niño los trabajos penosos, poeta de la mina y los mineros, pregonó el nombre de su tierra desde su Tiraña natal hasta las cumbres de Xuanín de Tarna, y hubiera sido un digno sucesor de Emilio Martínez. Como versó Machado, “ al cabo nada os debo, debéisme cuanto he escrito”; su prolífica obra poética, literaria, investigadora y divulgativa es un legado que deberán poner en valor algún día las autoridades locales. Su porte elegante y su sombrero son hoy paisaje inseparable de La Pola; no estorban los viejos, nos dan lecciones. Gracias Albino, que sigas luchando por tus sueños, que puedas subir al Formigueru y contemplar desde allí la Peña Mea, que -permíteme zaherir tu fe republicana- es sin duda la reina de Laviana. Y gracias a ti, Marisa, por tus desvelos.
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