POR TITO ORTIZ, CRONISTA OFICIAL DE LA CIUDAD DE GRANADA.
A las dos de ésta tarde de domingo de resurrección, se clausura la exposición que, desde el 17 de febrero, en el Centro Cultural Gran Capitán, nos ha permitido adentrarnos –un poco más- en la vida y obra de los Fortuny, cuya huella indeleble quedó fijada en Granada, a caballo entre siglos. Es cierto que Granada se enriqueció artísticamente, con la llegada en 1868 de la familia de Reus, pero no lo es menos, que ambos, padre e hijo, salieron impregnados para siempre de nuestra ciudad, y en el caso del más joven, llevando en su partida de nacimiento, el nombre de la ciudad de la Alhambra.
Mariano José María Bernardo Fortuny y Marsal, quedó huérfano a los seis años de edad y fue criado por su abuelo. Él fue su tutor y su mejor valedor en los primeros años y en su edad temprana, favoreciendo su formación artística con el pintor reusense Domènec Soberano. Siendo aún niño, Fortuny también trabajó con el platero y orfebre miniaturista Antoni Bassa, quien influiría en la minuciosidad que caracterizó en el futuro su pintura, algo fácil de apreciar, sobre todo en sus cuadros de pequeño formato, donde el preciosismo de la pincelada, es de un vanguardismo excelso para la época.
Enamorado de los pintoresco y costumbrista, en Granada encontró un filón de oro para su creatividad artística, como queda demostrado en sus paisajes y estampas populares, con los personajes de la época. La influencia de barrios como el Albayzín y el Sacromonte son palpables en su creación, así como el magnetismo de la Alhambra, que seguramente a nivel de estética en arquitectura, ya había conocido durante su estancia en Marruecos, puesto que cuando estalla en 1860 la primera guerra en el país vecino, la Diputación de Barcelona encargó a Fortuny que viajara a este país con el fin de convertirse en cronista gráfico de la contienda en compañía de nuestro accitano universal, Pedro Antonio de Alarcón. Allí se integraría como pintor en el regimiento del general Juan Prim, también originario de Reus.
África va a suponer un descubrimiento para Fortuny, deslumbrado por la luz norteafricana y encandilado por las planicies abiertas, las luces y los habitantes de Marruecos, llegando incluso a aprender nociones de árabe para integrarse mejor. Se liberará desde este momento de convenciones y academicismos, sintiéndose atraído intensamente por los temas orientales. Como consecuencia de esa estancia, Fortuny pintó algunas de las obras más significativas de su producción, como La batalla de Tetuán (Museo Nacional de Arte de Cataluña, Barcelona). O paisajes donde practicó todas las aportaciones técnicas que fue añadiendo a su pintura como “Paisaje norteafricano” (Museo Carmen Thyssen Málaga), mediante las cuales consigue conferir una intensa sensación ambiental de pleno
sol a una composición de apariencia engañosamente intrascendente. Asimismo, Fortuny se interesó por el pintoresquismo árabe, del cual tomaría inspiración desde esa época en el resto de su obra, destacándose notoriamente en su posterior obra, “La odalisca”.
EL GRANADINO FORTUNY
Tras su regreso a Europa volvió a Roma. Contrajo matrimonio con Cecilia de Madrazo, hija del pintor Federico de Madrazo y hermana del también pintor Raimundo de Madrazo, con quien Fortuny llegaría a establecer una íntima amistad y con quien compartía afición por la tauromaquia. Esta manifestación artística apasionó al pintor que quedó encandilado por sus valores plásticos e impresionado por la mezcla de color y drama ritual, elegancia y brutalidad del universo taurino. Obras como “Corrida de toros”.
“Picador herido” (Museo Carmen Thyssen Málaga) de 1867, dejan atrás el preciosismo idiosincrásico del pintor para captar con un agudísimo sentido del movimiento instantáneo la sensación de fuerza bruta y dramatismo desaforado de los protagonistas.
En 1871, nace en Granada, su hijo, Mariano Fortuny Madrazo, con toda la influencia durante su educación de, pertenecer a una familia que, tanto por parte de padre como de madre, lleva el arte en sus venas, a unos niveles de popularidad internacional.
A los tres años de edad su padre falleció y, su madre decidió trasladarse con sus hijos y su hermano Raimundo a París. Allí, Mariano pronto destacó por su talento artístico y empezó a pintar con Jean-Joseph Benjamin-Constant. También estudió dibujo y química en Francia y Alemania. En 1888 se mudó al palacio Martinego, en Venecia, donde se interesó por la gran colección de tejidos antiguos atesorada por su familia. Hacia 1906 abrió su taller en el Palacio Pesaro degli Orfei junto a su esposa, Henriette Negrin, y creó telas y trajes originales utilizando técnicas secretas. Entre 1909 y 1910 Mariano registró dos patentes en París. En 1911 creó la sociedad Mariano Fortuny para comercializar tejidos y, en 1919, la Sociedad Anónima Fortuny en la isla de la Giudecca para imprimir mecánicamente papeles pintados, fotografías y tejidos, a excepción del terciopelo y la seda. Él era pintor, inventor, grabador, fotógrafo, diseñador textil, diseñador de moda empresario y escenógrafo. Fortuny viajó por toda Europa a la búsqueda de artistas que admiraba, entre ellos el compositor alemán Richard Wagner. Fortuny reflejó en sus obras el estilo del modernismo y su espíritu ecléctico. Colaboró en los vestuarios y escenografías del teatro de la Scala de Milán, para obras como Tristán e Isolda, La valquiria o La vida breve. Dejando siempre patente en todas sus creaciones, la inspiración oriental albergada en los muros alhambreños que le vieron nacer al mundo, en una familia que ya había sentido el arrebatador embrujo de una Granada romántica, perseguida y proclamada por todo el mundo, por unos viajeros que se encargaron de agrandar la belleza y la leyenda, de una ciudad sin par…como la nuestra.
FUENTE: T.O.
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