POR FERNANDO JIMÉNEZ BERROCAL, CRONISTA OFICIAL DE CÁCERES.
Cuando era niño, regularmente, visitaba a mi familia materna en Alcuéscar que en aquellos años 60 era un pueblo de estructura netamente rural, que mantenía vivos ciertos oficios públicos como el de pregonero. El pregonero que circula por mi memoria es el de un hombre con chaqueta uniformada raída y gorra de plato, que al toque de una trompetilla de latón dorado, anunciaba lo mismo la venta de sardinas en la plaza que el último bando del ayuntamiento sobre limpieza de las cuadras o el horario del practicante.
La imagen del pregonero ha seguido viva en muchos pueblos hasta no hace tanto tiempo, no así en las ciudades, donde este oficio se fue extinguiendo debido a lo difícil que era llegar a la mayor parte del vecindario, así como a la aparición de otros medios de difusión como la prensa local o los bandos realizados en imprenta que se fijaban en lugares públicos para su difusión.
En el Cáceres del siglo XVII, cuando la población rondaba los 5.000 habitantes, el pregonero formaba parte de lo que podemos denominar oficios menores del concejo, como eran el alguacil, el portero del ayuntamiento o el maestro de niños; de hecho el pregonero cobraba más que un maestro de escuela y poco menos que el relojero municipal o el verdugo. Sus funciones eran propagar los bandos entre un vecindario, mayormente iletrado, que gracias al pregonero estaba al tanto de las disposiciones, tanto concejiles como de alcance supramunicipal, que afectaban a la población. Había que trasladar a los vecinos mandatos que sólo podían ser conocidos a través del pregonero.
En 1626 se recibe en Cáceres un edicto redactado por Fernando de Vallejo, secretario del rey Felipe IV, para que sea difundido “ por voz de pregonero” en todas la villas de la corona, con el fin de evitar las excesivas subidas de precios que los mercaderes de oro, seda, paño, lana, lino, cáñamo, cera , sebo o hierro están efectuando, tanto en la venta al contado como fiado.
Con ello se pretende que los propios vecinos se conviertan en delatores del alza de precios, para poder castigar a los infractores con multas, destierro de la villa o privación perpetua del oficio de mercader.
En 1671, por orden del rey Carlos II se recibe un Pregón Real para que se declaren todos los caballos y yeguas existentes en la villa, para tener un censo exacto que había de servir ”para la defensa en la guerra”, se ordena que esta decisión “se pregone por término de nueve días “ en la plaza pública para el conocimiento de los vecinos. Otras veces los pregones son de carácter doméstico, como las subastas de las rentas del agua de la ribera, la almoneda de las bellotas de las dehesas boyales de la villa, para que no se hiciese lumbre en los campos en los meses de junio hasta agosto, para que en la villa no se usen ni pistolas ni carabinas, bajo pena de destierro, para que no se traigan uvas de otros lugares o sobre los diferentes abastos de la villa o los pagos de impuestos.
Desde los distintos pregones que se van sucediendo a través de los siglos podemos aproximarnos a la vida cotidiana de los cacereños que nos precedieron en tiempos pasados. Los pregones son documentos textuales que para poder ser propagados necesitaban de un oficio, que la modernidad acabó por condenar a su desaparición. Aunque en la memoria colectiva de nuestros pueblos siempre estará presente la figura del pregonero, que con voz áspera lanzaba alocuciones en las plazas, pregones que invariablemente iniciaba con el consabido preámbulo de ¡se hace saber en nombre del señor alcalde…..!
Calendario
L | M | X | J | V | S | D |
---|---|---|---|---|---|---|
1 | 2 | 3 | ||||
4 | 5 | 6 | 7 | 8 | 9 | 10 |
11 | 12 | 13 | 14 | 15 | 16 | 17 |
18 | 19 | 20 | 21 | 22 | 23 | 24 |
25 | 26 | 27 | 28 | 29 | 30 |