POR JOSÉ LUIS ARAGÓN PANÉS, CRONISTA OFICIAL DE CHICLANA DE LA FRONTERA (CÁDIZ).
Una de las figuras más importantes que han vivido de forma transitoria en Chiclana ha sido el escritor, filólogo, historiador, políglota, erudito, editor, y miembro fundador de la Academia de la Lengua Mexicana, Joaquín García Icazbalceta, nacido en la Ciudad de México en 1825 y fallecido en la misma, en 1894. Era hijo de un riojano, Eusebio García Monasterio, y de Ana Icazbalceta Musitu, una criolla hija de padres vascos, que llegaron al virreinato de Nueva España –actual México– huyendo de la Guerra de la Independencia en 1809 y que hicieron fortuna en lo que es hoy el Estado de Morelos. Joaquín fue el undécimo hijo del matrimonio.
Transcurridos muchos años después de su estancia en nuestra ciudad, García Icazbalceta, se convirtió en un hombre humanista de un gran prestigio tanto en México como fuera de él, siendo reconocido por diversas academias hispanoamericanas –incluida las nuestras de la Historia y la de la Lengua –de la que fue miembro correspondiente– por sus múltiples estudios históricos y bibliográficos. Aunque antes de los treinta este hombre de tanto mérito no había publicado ninguna de sus obras, salvo una traducción. Sin embargo, llevaba muchos años estudiando la historia de México a través de libros y documentos que caía en sus manos, incluso comprándolos con su propio peculio. Una esmerada educación y un rico bagaje cultural le sirvió para convertirse en los siguientes años en un historiador y filólogo imprescindible en la historia de México.
Su relación con Chiclana se remonta al año de 1835 cuando residía en Cádiz desde 1829, pues su familia se asentó en ella como consecuencia del decreto de expulsión –y posterior destierro– emitido por el primer presidente mexicano José Miguel Ramón Adaucto Fernández y Félix (1786-1843) –Guadalupe Victoria– por el que obligaba a todos los españoles y sus familias abandonar los Estados Unidos Mexicanos. En aquella primavera y cuando contaba con nueve años de edad vivió en nuestra ciudad dejando escrito un diario al que tituló, “Mes y medio en Chiclana o Viaje y residencia durante este tiempo en Chiclana y vuelta a Cádiz”.
Desde la visión de este niño, que ya daba muestras de su interés por las letras y las humanidades, podemos conocer a través de sus paseos cómo era la Chiclana de 1835. Una villa que iniciaba un nuevo proceso histórico de desarrollo después de la Guerra de Independencia contra el francés y tras la ocupación de los Cien mil hijos de San Luis al final del Trienio Liberal en 1823. Así al menos entendemos este periodo si nos atenemos a la descripción del documento justificativo del Real Decreto por el que la reina Isabel II (1833-1904) le concedía a Chiclana la feria de San Antonio en agosto de aquel año: “Chiclana por su situación y circunstancia puede aspirar a ser el depósito donde se surtan los pueblos del interior de frutos coloniales y de artículos fabriles e industriales, por la facilidad de cómodos almacenes, excelente caserío, buenas fondas y posadas, seguridad y economía en las comunicaciones por mar y tierra con las ciudades de Cádiz, San Fernando y otros puntos ventajosos de la provincia, y la posibilidad de dar salida a los ganados, cereales y manufacturas de todas clases en las expresadas poblaciones, que enlazando la riqueza con el movimiento y tráfico de las diversas especies de consumo, vivifiquen el comercio interior de la provincia”.
Solo habían pasado tres meses de la redacción del diario de García Icazbalceta. Desde esta perspectiva nos acercamos a esta obra y comprobaremos lo que vio aquellos ojos infantiles en nuestra ciudad.
En la primera parte explicita que lo que va a escribir sirva de “placer y utilidad” al lector; que los paseos van a hacer por la tarde; que anotará el tiempo y su evolución; que tomará “lo más notable que encuentre por el camino”.
Llega a la villa el día 5 de mayo en una falúa a través del río tardando “tres horas desde Cádiz a Chiclana”. Ese mismo día realiza el primer paseo por la Alameda del río y deja sus primeras impresiones sobre ella. Más tarde fueron a un campo. Y añade: “Nuestra casa es de un piso” –la casa se hallaba situada al final de la calle Huerta Chica, en la plaza de España–.
Al día siguiente, además de la Alameda, estuvo en Santa Ana visitando la capilla que aún conservaba las huellas de las dos ocupaciones militares: “la capilla está medio arruinada que, aunque llena de piedras y escombros, hace ver que fue hermosa”. Del mismo modo nos va a referir otros paseos más alejados de la villa en coche o en burro al Fontanar y al Doctoral en donde nos describe cómo la noria regaba la huerta y añade que es “una casa con jardín y huerta y varias norias. Estaba arruinada y la renovaron”.
[Continuará en el próximo número]
Publicado hoy en El Periódico de Chiclana, pp. 20-21
Bibliografía:
-ACADEMIA DE LA LENGUA MEXICANA: “Joaquín García Icazbalceta”.
En https://www.academia.org.mx/…/joaquin-garcia-icazbalceta
-BIBLIOTECA VIRTUAL DE LA FILOLOGÍA ESPAÑOLA: “Joaquín García Icazbalceta (1824-1895)”. En https://www.bvfe.es/…/9809-garcia-icazbalceta-joaquin.html
En https://www.academia.org.mx/…/joaquin-garcia-icazbalceta
-GARCÍA ICAZBALCETA, J (1835): “Un mes y medio en Chiclana o Viaje de ida y vuelta de Chiclana a Cádiz.
-MARTÍNEZ BARACS: “Estudios sobre Joaquín García Icazbalceta”. En https://revistas.inah.gob.mx/…/article/view/14857/15872
-MUÑOZ FERNÁNDEZ. A. (1995): “Joaquín García Icazbalceta”. Enciclopedia de la Literatura Mexicana. En http://www.elem.mx/autor/datos/3020
-RODRÍGUEZ BALLESTEROS, J.J. (2020): “La calle Real de Chiclana, su entorno y morales ilustres, IV”. En http://puentechico1.blogspot.com/…/la-calle-real-de…