POR MANUEL GONZÁLEZ RAMÍREZ, CRONISTA DE ZACATECAS (MÉXICO)
Una leyenda que se gestó en torno a un personaje enigmático que estuvo en #Zacatecas en el siglo XVI.
Se trata de Gregorio López que se llegó a pensar que era el príncipe Carlos, hijo del rey Felipe II.
El 8 de julio de 1545 nacía Carlos de Austria, hijo primogénito y heredero del rey Felipe II y su primera esposa, la infanta María Manuela de Portugal.
Su mala salud, la mala relación con su padre y finalmente su confinamiento y supuesta muerte dieron lugar a mil especulaciones. Su vida inspiró numerosas obras literarias y musicales posteriores.
La boda de sus padres fue pactada por su abuelo el emperador Carlos V con el propósito de obtener la cuantiosa dote de María Manuela de Portugal y la estabilidad política en la península ibérica. Sin embargo, la boda conllevaba riesgos, pues Felipe y María eran primos por partida doble. Dos años después de la boda, cuando Felipe II contaba 18 años, nació Carlos, que quedó huérfano de madre a los cuatro días de nacer.
Huérfano de madre y con las constantes ausencias de su padre, el príncipe se crio primero en compañía de sus tías y, tras las bodas de estas, con familiares cercanos. Según las crónicas, el príncipe creció mimado y tenía comportamientos exagerados. Fue educado en la Universidad de Alcalá de Henares junto al medio hermano del rey don Juan de Austria y su primo hermano Alejandro Farnesio.
Existen datos que revelan los estudios sobre su formación y su afición por la cultura. Su bibliofilia es reflejo de su amplia cultura y variedad de sus intereses, que iba acompañada del coleccionismo de objetos raros y antigüedades para conformar una auténtica «cámara de las maravillas», características de tantos príncipes del Renacimiento.
Finalmente, el propio Felipe II mandó, el 18 de enero de 1568, encerrar a su hijo Carlos en sus aposentos sin recibir correspondencia y con limitada comunicación con el mundo exterior. Como el príncipe amenazó con quitarse la vida, Felipe II ordenó que no pudiese tener cuchillos ni tenedores. Al informar a la opinión pública, así como a los gobernantes de Europa, el rey fue ambiguo, pues trató de justificarse sin revelar las faltas de Carlos. Esta ausencia de transparencia alimentó los rumores y la propaganda negativa de sus enemigos.
Cautivo, el príncipe trató de emprender una huelga de hambre, en la que fracasó. Esto, junto a su debilidad física, fue la causa probable de su muerte en julio de 1568. Su muerte y la infundada acusación de que Felipe II asesinó a su hijo mientras estaba detenido causaron un enorme dolor al monarca que le marcó de por vida, acusaciones que forman parte de la leyenda negra antiespañola.
Por ese tiempo un joven se embarcó de España a Veracruz. Decía llamarse Gregorio López. A nadie dijo jamás quiénes fueron sus padres; rehuía hablar de su linaje y familia; que, en sus treinta y cuatro años de residencia en México, nunca escribió cartas a sus deudos de España; y que, en la distinción y cultura de sus modales, se revelaba el hombre de esclarecida alcurnia.—Mi patria es el cielo y mi padre es Dios— fue la respuesta que diera en una ocasión, para satisfacer la impertinente curiosidad de un magnate.
Llegó a la ciudad de Zacatecas, luego se retiró a un paraje ubicado en el actual municipio de Villanueva donde construyó una Ermita, cuyos muros de adobe aún permanecen en pie. Después se fue a tierras del actual municipio de Jerez.
Pasó sus últimos días en Santa Fe, en las inmediaciones de la Ciudad de México. Sus restos reposan en la catedral metropolitana de la capital del país. Aun siguen ahí. En el interior de una capilla ubicada a un costado del altar mayor.
En el Museo de Guadalupe, Zacatecas, así como en los municipios de Villanueva y Jerez, se resguardan retratos antiguos de Gregorio López.
Es parte de esa rica historia de Jerez, Guadalupe y Villanueva, el primero, el sexto y el séptimo de los Pueblos Mágicos, respectivamente, que tenemos en el Estado de Zacatecas.