POR AGUSTÍN DE LAS HERAS MARTÍNEZ, CRONISTA OFICIAL DE VALDEPIELAGOS (MADRID).
No, no me llamo Fermín, como muchos me preguntan, por cumplir años este día. Me llamo Agustín como mi bisabuelo. Un hombre que empezó una vida marcada por la tragedia, viendo morir quemada a su madre en Valdepiélagos siendo niño y luego luchó por los suyos, sin saber leer ni escribir, para que no les faltase de nada. Agustín y Conchi, mi madre, comparten tierra en esa ladera frente a olivos.
Antagónicos son los cumpleaños desde hace muchos años, donde la alegría se transformó en añoranza y el presente nunca olvidará el recuerdo…
Este día nunca podrá ser el reino de ningún regocijo al no poder ver el brillo de su mirada.
Yo mismo hace años que destruí el altar de las moiras del destino. Sé que Cloto se limitó a tejer el hilo de su vida pero Láquesis lo midió y Átropo lo cortó. Siempre sois implacables y por eso mi odio será eterno.
Sois tan crueles que cuando os lleváis el alma de una madre ya los paseos ni los atardeceres son los mismos. Ni los olores ni los sabores, ni el cielo tiene el mismo color azul.
Sois tan despiadadas que cuando apagáis su mirada estáis destruyendo el sentido de los mimos.
Y ni siquiera cuando te cobijas en el espacio onírico tenéis piedad, porque continúa el dolor al hacernos soñar con quien más queríamos.
Un dia como hoy siempre me pregunto lo mismo.
Cuando miro la secuencia de mis últimos años cualquier alegría no ha podido ser plena.
Tuve una hija y tú no estabas.
Escribí cuatro libros y tú no estabas.
Y en el último año he tenido vivencias que sé te habrían hecho feliz.
¿Dónde estará aquella vida que pudo ser y el destino me obligó a vivir sin ti?
Un siete de julio sólo puedo pensar en quien me dió la vida.
Y para alguien como yo, que nunca podrá ser poeta, debo apoyarme en las palabras de Worthwords, en mi poema preferido, para recordar que no será lo mismo cumplir años sin ti. De hecho ya he cumplido dos años más que los que pudiste cumplir tú.
Tomaré prestadas las románticas palabras del poeta inglés.
Oda a la inmortalidad, de William Worthwords
«Aunque el resplandor que
en otro tiempo fue tan brillante
hoy esté por siempre oculto a mis miradas.
Aunque mis ojos ya no
puedan ver ese puro destello
que en mi juventud me deslumbraba.
Aunque nada pueda hacer
volver la hora del esplendor en la hierba,
de la gloria en las flores,
no debemos afligirnos
porqué la belleza subsiste siempre en el recuerdo…
En aquella primera
simpatía que habiendo
sido una vez,
habrá de ser por siempre
en los consoladores pensamientos
que brotaron del humano sufrimiento,
y en la fe que mira a través de la
muerte.
Gracias al corazón humano,
por el cual vivimos,
gracias a sus ternuras, a sus
alegrías y a sus temores, la flor más humilde al florecer,
puede inspirarme ideas que, a menudo
se muestran demasiado profundas
para las lágrimas.»
Gracias a ti, madre, por ser quien soy.
Este humilde cronista no existiría sin ti, sin tu madre, sin tu abuela, sin vosotras…
Y sé que el día de mi cumpleaños debo ser agradecido.
Cuadro.» El alma de la rosa» de John William Waterhouse.