POR JUAN ANTONIO ALONSO RESALT, PRESIDENTE DE LA REAL ASOCIACIÓN ESPAÑOLA DE CRONISTAS OFICIALES (RAECO). CRONISTA OFICIAL DE LA VILLA DE LEGANÉS (MADRID)
El sábado, día 17 de junio, 20 días después de los comicios del 28-M, han quedado constituidos los Ayuntamientos y
proclamados los Alcaldes de casi todos los municipios de España, salvo alguna excepción, Alcaldes que han podido levantar en alto, ante los testigos presentes, su bastón de mando en señal de agradecimiento a todos los vecinos y como símbolo de su poder con la autoridad con la que ahora cuentan para los próximos cuatro años.
Jornada intensa de la política municipal, y también en la política nacional por los resultados, en la que se cumplió, según lo esperado, cada uno de los pasos que marca el protocolo institucional municipal en estos casos. La liturgia oficial de las grandes celebraciones quedó desplegada y preparada en tan solo unos días para el solmene acto de la elección de Alcaldes y el nombramiento de los Concejales.
Por mi vida profesional como periodista, o simplemente por ser Cronista oficial de mi ciudad, he podido asistir a los Plenos de constitución de al menos 12 Corporaciones y elección del nuevo Alcalde de distinto signo político. Han sido, desde 1979, doce las ocasiones en las que los ciudadanos hemos podido acudir a las urnas para elegir a nuestros Alcaldes, nuestros Concejales y, también, al Presidente o la Presidenta de la Comunidad Autónoma en 8.131 municipios de toda España.
Pero ahora que se ha producido este relevo en las Alcaldías y en las Corporaciones Municipales de toda España siento, como siempre, mucho respeto y nostalgia a raudales. Respeto porque con ese acto, tan solemne y tan especial, se encauza la vida de los vecinos de municipios y provincias. Y significa el punto de partida de un buen número de proyectos y promesas que hay que empezar a cumplir desde este mismo mes de junio.
Y nostalgia, porque recuerdo las primeras tomas de posesión de aquellos “antiguos” Alcaldes y los Concejales de 1979
y de los años ochenta como si los viera en blanco y negro, como eran las películas y las fotografías que yo mismo enviaba a mi periódico, en aquel momento, el diario YA. Y los veía, en comparación a la actualidad, menos engalanados, más descamisados, con muchas barbas y sin corbata, fumando (porque entonces se podía) “nerviosos” un pitillo que envolvía la atmósfera del Salón de Plenos y que hacía toser de vez en cuando a los serios y antiquísimos maceros, figuras históricas e institucionales que son imprescindibles en el protocolo de muchos Ayuntamientos.
Pero todo vuelve a la quietud, y observo que las ceremonias de toma de posesión de Concejales y Alcaldes se rigen por una ceremoniosidad calcada en los años. Estricto, ceremonioso y lleno de emotividad.
El Secretario de la Corporación abre la sesión y llama a dos Concejales electos, que son dos ediles elegidos para una misión especial y muy entrañable por ser los miembros de la nueva Corporación con la mayor y la menor edad de todos ellos, y que inmediatamente forman la llamada Mesa de Edad para dirigir el Pleno. Poco a poco, los Concejales
electos son llamados por su nombre y dos apellidos; allí juran o prometen ante la Constitución o la Biblia “por mi conciencia y honor guardar cumplir fielmente mi cargo de Concejal del Ayuntamiento y guardar y hacer guardar la
Constitución como normas fundamental del Estado”.
Presiden todos los actos oficiales de toma de posesión una foto oficial de su Majestad el Rey Felipe VI, una bandera de España, una Biblia y un ejemplar de la Constitución de 1978, así como las medallas con el escudo municipal y bandas de color (casi siempre) que se colocarán en los hombros o la cintura de cada uno de los nuevos Concejales.
Recuerdo así, casi todos los Plenos de inicio de mandato a los que he asistido. Pero, insisto, antes eran Plenos menos programados, más en blanco y negro (será por las fotos) y menos encorsetados que los que ahora se hacen; donde asistían menos prensa y ciudadanos, por no estar acostumbrados, y donde, como ahora, los aplausos de los vencedores enmudecían al término del acto a los vencidos.
Igual que ayer, hoy protocolariamente se procede a votar entre los nuevos Concejales las candidaturas a la Alcaldía
y, como establece la Ley, tras el detallado recuento de votos de los miembros de la mesa presidencial (de edad) se proclama al nuevo Alcalde.
Entonces se produce el momento histórico para cada una de las ciudades o pueblos, el de mayor solemnidad: la lectura del nombre y los apellidos del nuevo Alcalde, el que ha conseguido el mayor número de votos de sus compañeros de Corporación; un fuerte aplauso de los asistentes completa el acto.
Es la culminación de la liturgia institucional, como lo es también que el Alcalde saliente, o un compañero de partido si el elegido repite mandato, le entregué el bastón de mando de la ciudad, que el nuevo Alcalde enseña con orgullo a los presentes.
Han pasado cuarenta y cuatro años desde que los primeros Alcaldes democráticos tomaran posesión de sus cargos, cuarenta y cuatro años de una larga sucesión de proyectos de modernización de nuestros pueblos y ciudades.
Pese a todo, nuestra democracia sigue, en blanco y negro o en color, eligiendo a aquellos hombres y mujeres que para
la mayoría ciudadana son los mejores, los que los cuatro años siguientes trabajarán para que el lugar donde vivimos
sea, definitivamente, el mejor para vivir.
Pág. 42 y 43
FUENTE: http://femp.femp.es/files/842-390-fichero/Carta%20Local%20n%C2%BA%20369,%20junio%202023.pdf