Detrás de una mujer trabajadora hay una gran historia que contar.

Con la evolución de la adquisición de un automóvil, gran parte de las mujeres, tuvieron que enseñarse a manejarlo, a conocer un reglamento de tránsito aunque sea de “oídas” y a empezar a ejercer una nueva relación de decisión e independencia. Luego se enseñaron a manejar camionetas, motocicletas, trocas y tráiler y en el medio rural, el tractor. Fueron choferes.

La palabra chofer puede ser grave o aguda. En forma afrancesada es chofer y en inglés es chófer. El femenino es la chofer aunque es admisible choferesa pero casi no se usa.

El día 13 de julio del 2023, pasadas las cinco de la tarde, llegó el camión de transporte al Palacio Municipal. Yo la estaba esperando. Abrió la puerta y antes de que bajara, a ella me dirigí.

– Hola, buenas tardes- le saludé. – No sé si mi compañero Juan Pablo de la Riva le dijo que yo quería platicar con usted…

– Sí, pero me da pena…

– No pasa nada. Yo solo deseo resaltar el trabajo de chofer que usted realiza y, pienso, es un ejemplo de superación para muchas mujeres que encuentran lo que ellas quieren hacer.

– ¿Qué desea saber?

– Comencemos, dígame como se llama usted y donde nació…- le dije en forma coloquial.

Ella se llama María Dolores Padilla Chávez pero no le gusta que le digan Dolores y mucho menos Lola; ella le gusta que le digan Mary. Nació en el Distrito Federal en el año 1978 y ahí estudió el Nivel Básico. Luego se juntó con un costarricense y tuvieron tres hijos, dos niños y una niña. Se dedicó a la atención del hogar.

Sus papás fueron Luis Padilla Morales del D.F. y Ma. Dolores Chávez Gutiérrez de Cosío, Ags. Las frecuentes visitas a Cosío los arraigaron a esta tierra de su madre. Luego sus padres fallecieron en un accidente y ellos, como pareja, se quedaron a vivir en la tierra de su madre. Sólo que nada es para siempre y su pareja se separó. Ella, para sobrevivir con sus tres hijos comenzó a vender cena frente a su casa, luego trabajó en una farmacia, pero la paga de dinero era de sobrevivencia. Vivían de milagro. Tenía que haber una salida en este laberinto de pobreza. Un día vio que unos vecinos suyos trabajaban en una empresa de transporte, eran choferes. Mary sabía manejar automóvil. Con la vergüenza guardada en su bolso de mano, se animó a pedir trabajo. Primero estuvo acompañando a un chofer del camión de transporte de personal. Pasaron algunos días y un día venturoso, le hicieron la prueba de manejo y la pasó. Luego le soltaron un camión de transporte. En esta región de Luis Moya y Cosío, pienso que en muchos lugares, se perdonan grandes faltas pero no se perdona que TRIUNFES. Mary había encontrado el oficio de su vida y se le entregó completamente. No faltaron las envidias, que por lo general son de tu mismo oficio, aquí fueron las usuarias del transporte que querían ver un chofer manejar el camión y no a ella. La serpiente de la intriga mordía aquellas féminas que deseaban que ella fallara, que cometiera una falta y la corrieran de la empresa, pero como no se daba, entonces le ensuciaban el piso del camión tirándole basura y botellas de salsa. Su mismo género era el obstáculo. Ella sabe de esas cosas y las tolera. No pasa nada, es parte del oficio. En este momento está conduciendo un camión de personal que traslada trabajadores de la comunidad de Milagros, Ojocaliente a La Huerta, una empresa de frutos y verduras. Sale a las 4:30 de la mañana de su casa de Cosío, Ags. y regresa después de 12 horas o más. Ella llega a Luis Moya al cajero automático y algunas veces degusta un vaso de agua fresca o un vaso de una rica nieve.

Sus hijos ya crecieron, los dos primeros son choferes y su hija aún está estudiando. Ella vive para su familia y le da todo su tiempo de calidad. El trabajo de chofer le ha cambiado su tiempo y la vida, sino le carcajea, ya le comienza a sonreír.

Mary se mira feliz conduciendo su camión de personal por las calles de Luis Moya y por las carreteras de la región.

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