POR MANUEL LÓPEZ FERNÁNDEZ, CRONISTA OFICIAL DE VILLANUEVA DEL ARZOBISPO (JAÉN)
JUAN JOSÉ MOYA GARCÍA “SAN JOSÉ”
Nació en nuestra localidad en la calle Vera-Cruz, el 19 de marzo de 1870. Le imponen el nombre de Juan José. Es este el nombre que toma como referencia para llamar a su escuela con el nombre de San José, ya que había nacido en el día de este santo. Casó con María Fuensanta Fernández García, en enero de 1912.
En la solicitud de la concesión de poder impartir clase al Director General Técnico de Jaén, indica. “Juan José Moya García, de 38 años de edad, que desea establecer una escuela con el título de San José, en la casa número 3 de la calle Nueva. El Director remite la solicitud al Rector de la Universidad de Granada. La fecha del documento es mayo de 1908. Entre la documentación que acompaña figura el horario escolar y las materias que imparte; el plano realizado por Ildefonso Carrillo, que certifica que el local tiene unos 75 metros cuadrados y reúne las condiciones de seguridad , ventilación…; el informe favorable del alcalde D. Esteban Bueno Medina, sobre la conducta observada por Juan José Moya y que el local reúne las condiciones de seguridad, sanidad y ventilación; igualmente informa el médico D. Antonio Marco Jorquera; “ la reglamentación tiene como principal objetivo la educación e instrucción intelectual y religiosa de sus alumnos, sin descuidar su desarrollo físico… teniendo en cuenta los preceptos pedagógicos de las mejores escuelas”, dada la capacidad del local se podrán admitir hasta cuarenta alumnos; la enseñanza se realizará por el método cíclico, reuniendo a los alumnos en grupos, según la edad y aptitudes; se darán clases especiales nocturnas para aquellos alumnos que no puedan concurrir a las clases durante el día; el pago mensual será de 1, 1,50 y 2 pesetas los de las clases diarias y 1,50. 1,75 y 2, 50 los de las nocturnas”.
A.U.G.R.1038-021-001
ANTONIO CAMPIÑA SÁNCHEZ, “SAN ANTONIO”
Había nacido el veintiocho de febrero de 1848 en la calle Platería, hijo de A. Manuel Campiña, jornalero y María de la Fuensanta Fernández.
Dirige su solicitud al Director del Instituto General y Técnico de Jaén, con fecha 10 de junio de 1908, indica que no adjunta reglamento y que él no tiene el título profesional.
Pablo Gallego Navarrete, como maestro albañil, informa del local con inmejorables condiciones de higiene, seguridad, ventilación, adjuntando el plano del local, situado en la calle Tercia, número 14.
En el cuadro del horario, como el resto de los maestros, figura la lectura, escritura… en este observo por vez primera Agricultura y rezo del Santo Rosario-
Indica que tiene alumnos desde los seis a los catorce años, “Que cuando el número de alumnos sea excesivo podrá contratar profesorado de manera accidental, pero de reconocido prestigio y honradez. La cuota será de dos pesetas y cincuenta céntimos. Cada primero de mes realiza exámenes ordinarios y en los meses de mayo y diciembre extraordinarios. Estos exámenes pueden ser presenciados por padres, madres o tutores. Además de estos exámenes efectúa los que indica la Junta de Enseñanza Primaria. Terminados los exámenes muestra a los padres las notas obtenidas. Los padres o madres pueden inspeccionar la enseñanza, así como las autoridades civiles y religiosas.
En una de las visitas de la Junta Municipal, nos informa de los resultados de la escuela privada de Antonio Campiña Fernández: “ El 25 de diciembre a las dos de la tarde visitaron su escuela y demostraron los alumnos que poseían conocimientos bastantes en todas las materias. El Presidente de la Junta, excitó el celo del profesor para que continuase en pro de la educación y merecería, justamente con el aprecio y estimación de los padres, la consideración del Municipio y manifestó a los discípulos, cuán grande debía ser el cariño y respeto que debían profesar mientras vivieran sus maestros”.
A.U.G.R. 1038-005-001
ISABELITA MARCO
La primera vocación de Isabelita fue la de comadrona, aunque realizó estudios de Magisterio. De su primera aventura, retornó desilusionada ante las pésimas condiciones higiénicas del lugar.
Su escuela ubicada en la calle Costanilla, muy conocida en la localidad, tenía numerosos alumnos. Pedro y Vicente Megal evocan algunos recuerdos de aquel tiempo: las cuentas, la lectura, la utilización de la enciclopedia Álvarez, el rosario por la tarde; las muchachas que bordaban, a veces sentadas en la puerta de la escuela; realizaban sábanas, mantelerías, tú y yo y caminos de mesa; nos hablan del frío que pasaban y los braseros que llevaban los alumnos.
Los que la recuerdan describen a Isabelita como una señora alta, morena con gafas, algo seria pero que hacía aprender a todos los alumnos. Asistían niños y niñas, unos treinta, en una habitación que podría tener unos treinta metros cuadrados. La escuela estaba ubicada en la planta baja de la casa con unas dos habitaciones y un patio.
Los niños pequeños, hasta los seis años, no eran admitidos en la Enseñanza Pública, por lo que asistían a esta escuela. Cuando los padres tenían interés en que sus hijos estudiasen, Isabelita les indicaba que los llevaran a un maestro para que los preparara de ingreso.
Al finalizar las clases con los niños, atendía la enseñanza de adultos para la lectura, escritura y reglas fundamentales. Cuando las tormentas se aproximaban, con sus truenos y relámpagos, solían rezar para que se alejasen, ya que les causaba a todos cierto pánico.
En la celebración de las Primeras Comuniones, cada familia mandaba una bandeja de dulces a la escuela, y tras el recorrido en fila de los alumnos y la ceremonia religiosa, realizaban el desayuno del chocolate con dulces, junto a las autoridades religiosas y civiles. En algunas ocasiones lo celebraron en el viejo Ayuntamiento, donde está actualmente Unicaja; en otra época tras la ceremonia religiosa en la Parroquia, volvían en fila y en la planta baja de una cochera, frente a la escuela ofrecía a los comulgantes chocolate y tortas dormidas. En algunas ocasiones José, el ciego, al pasar por la calle Costanilla, paraba frente a la puerta y tocaba alguna de sus canciones.
Marchó a Barcelona en los años 60. Su hija recuerda emocionada la visita que algunas antiguas alumnas, realizaron a la tumba de su madre, mediados los años 80.
Queda una zona de la vida escolar sumida en las tinieblas, la falta de información o el silencio familiar han motivado que no quede reflejado en este apartado su implicación y ayuda a la enseñanza, Francisco Burgos, Joaquín Fernández, Rosa, Doña Esperanza, que tuvo escuela en la placeta de la Iglesia, siempre vestida de negro, repartiendo el periódico “ El Bien”. Interesantes resultaron las numerosas “clases de verano”, que los estudiantes de Magisterio ofrecieron, con la finalidad de obtener algunos fondos para ayuda en sus estudios.
Éste es un aspecto de la escuela que no se puede silenciar y que fue un impulso, una senda que llevó a numerosos alumnos al camino de unos estudios superiores.
FUENTE: M.L.F.