POR CÉSAR JOSÉ SALVO GARCÍA, CRONISTA OFICIAL DE VILLAR DEL ARZOBISPO (VALENCIA)
Mi madre no fue a escuela porque a los 9 años comenzó con el cuidado de un bebé y terminó siendo la chica de servicio de la casa, hasta que quince se fue a Valencia a servir a una casa importante de un cargo comercial de rango superior, jefe d e los fielatos de la ciudad. Mi padre era chófer de un camión que transportaba sílice lavado hasta el puerto donde se pasaba a un barco que lo transportaba a las vidrieras de Barcelona. Mi madre no fue a la escuela u no aprendió a escribir.
Pero escribía tal cual le sonaba, y si la /h/ es muda para qué ponerla, obvio. Tampoco aprendió de cuentas, pero no sé engañaba en los cálculos. Una mujer hecha a sí misma, indigente, hacendosa, que llevaba a su esposo y sus hijos, además de tres abuelos y dos hermanos solteros que se casaron en su casa.
Esta misiva escrita a vuela pluma por mo madre narra el terrible accidente de mi padre que atornillando las tuercas de una rueda que acababa de cambiar se le escapó de la mano la llave inglesa con tan mala fortuna que golpeó en la llanta, saltó una chispa y le impactó en pleno centro del ojo derecho reventándoselo. Llevó hasta su muerte un hijo de cristal idéntico a otro ojo.
Lo guardo con mi recuerdo y con mi amor. Como el que tenía mi madre hacía mi padre.
Por ellos y su recuerdo vaya.
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