POR AGUSTÍN DE LAS HERAS MARTÍNEZ, CRONISTA OFICIAL DE VALDEPIELAGOS (MADRID).
Junto al Monasterio que fue dúplice, de la Vid, antes que Ermesenda de Narbona, hija de Aimerico II, se fuera por el camino de Peñaranda, con sus monjas, para fundar el monasterio premonstratense de Brazacorta.
Bajo un cielo de nubes algodonadas movidas de norte a sur por el viento frío de Burgos, no hay nada mejor que una oreja rebozada, con un vino, de los claros, con un color ambar rojizo transparente que le hace ser uno de los grandes tesoros de la Ribera.
Escribo estas palabras lejos de las guerras de mi frontera. Y me acojo al fuero de mi propia vida huyendo de los que se llaman humanidad.
Pobre Ermesenda.
Bajo este cielo lloraste la muerte de tu marido Manrique Pérez de Lara ¡Ay, los Castro! Que le vencieron y mataron en Huete. Noble castellano que ayudó a huir al rey niño, Alfonso VIII, el de las Navas, el que tuvo a Rodrigo Jiménez de Rada en su corte, Arzobispo de Toledo, Canciller de Castilla figura estudiada por ser el dador que nos regaló un fuero a los de Valdepiélagos. Ochocientos años hace de esto y será celebrado en nuestra villa en octubre.
La vida de este cronista se vuelve y gira en torno a tierras y personajes que se hermanan en la historia. Es curioso.
Y ahora terminando el café en La Casona de la Vid, por cierto, excelente café, cogeré el camino de Peñaranda por donde mi abuelo Emigdio venía en bicicleta desde Valdepiélagos a ver a la que fue su segunda mujer. Pero eso es ya otra historia.
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