Francho, era el ayudante del herrero de La Balsa, asiduo a las tertulias de la barbería de Santiago “El Blanquillo”, en las Cuatro Esquinas, cuando acababa su jornada acudía, y si el ambiente estaba animado, allí lo teníamos hasta que mi tío decidía cerrar.
Se aproximaban las fiestas de San Roque y la Comisión de Festejos estaba preparando una novillada para los aficionados del pueblo. En principio todos apostaban por que sería “El Coto” el novillero, pero pronto y por la fuerte oposición de su familia desistió y es entonces cuando entra en juego Francho que con todos sus temores y sus inseguridades trataba de encontrar el apoyo en los demás para auto convencerse de sus posibilidades.
En el centro de la barbería, con el periódico en la mano a título de muleta o con un paño de los de cortar el pelo, como capote, hacía demostraciones de toreo de salón, en este caso salón de barbería: Naturales, pases en redondo y acababa con el pase de pecho, citaba de lejos e incluso rodilla en tierra recibía al supuesto toro, mientras Santiago seguía afeitando al cliente de turno, los demás aplaudíamos. Lo preguntaba todo, estaba lleno de dudas y buscaba siempre la aprobación de los espectadores. Una de las tardes, un cliente que era de Báguena, le dio unos consejos, parecía enteradillo: “Francho” muy bien con los pases pero lo mas importante es que no te coja el toro y para eso no tienes que meterte en su terreno, si lo haces te pillará. Ahí comenzaron sus dudas.
– ¿Cómo se yo cual es el terreno del toro y cual el mío?-
– Es difícil de determinar, lo da la práctica y el instinto, desde luego, cuanto más lejos del toro, mejor .-
Todo esto dejó muy preocupado al principiante, de todos modos todavía la comisión de fiestas no había decidido quién iba a ser el novillero titular…
Llegaron las fiestas y en el programa, en su página 45 aparecía el cartel anunciador de la “Gran Novillada” en la que figuraba como titular “Francho” y en su cuadrilla los amigos , “El Nene de Aragón”, “El Coto”, “Pujillos”, “Gorriso y “El Chato”.
Llegó el día, hicieron el paseíllo y en el centro desfilaba mas chulo que un ocho nuestro novillero, muy estirado, mirando al frente saludó a la Presidencia con elegancia, se miraba el traje de luces que le habían alquilado los de la Comisión, era grana y bordado en oro con algún que otro zurcido, resultado de otras aventuras como esta.
Sonó el clarín, salió el novillo a la plaza, un ruedo hecho con carros en un solar al lado del cuartel de la Guardia Civil. Casi hubo que empujarle para que con el capote diera un par de pases, otros de la cuadrilla lo hicieron por él, destacó “El Coto”, se le notaba más oficio, las banderillas las puso el Director de lidia que había contratado el Ayuntamiento un par de intentos de los subalternos fueron fallidos.
Cambió de tercio y nuestro novillero con la muleta en la mano derecha le plantó cara al novillo y le sacó unos cuantos pases en los cuales se evidenciaba que el brazo le resultaba corto para ponerle al novillo la muleta en el morro, lo del terreno lo llevaba a rajatabla, eso sí remataba con una serie de pases en redondo y el consiguiente de pecho, la plaza que estaba abarrotada se volcó en aplausos y “Francho” se vino arriba le subió la moral y hasta parecía que había perdido el miedo. Cuando tuvo que cambiar el palo por la espada de matar, el color se le cambió y creo que hasta el del traje de luces. Se lo pensaba, miraba al toro por un lado y por otro pero desde ningún ángulo lo veía bien para entrarle, por fin se decidió ante el griterío del publico que opinaba: “por ahí no”, “por ese cuerno te cogerá”, “no está cuadrado”, “trabájalo un poco más” “no te acerques tanto” los gritos y los comentarios lo desconcertaban y decidió hacer oídos sordos y terminar. Hizo frente al novillo, le tiró la muleta al morro y antes de que el estoque apuntara sobre el lomo del toro se le arrancó, el estoque salió por los aires y él por el suelo , los de la cuadrilla le apartaron el novillo y a él lo sacaron del ruedo, insistía en continuar, no había sido nada, argumentaba el novillero y así lo hizo, con coraje y rabia se enfrentó al novillo y después de varios intentos, los mozos sujetaron al astado y el Chato lo apuntilló.
El espectáculo estaba servido y la “charlotada” no tenía parangón, el público decidió concederle una oreja y sacarlo a hombros, lo habían pasado muy bien.
Así lo cuento, porque estuve allí, de todos modos, como decía mi abuelo “ aun vive quien lo cuenta”.