POR AGUSTÍN DE LAS HERAS MARTÍNEZ, CRONISTA OFICIAL DE VALDEPIELAGOS (MADRID).
Hoy si pasa el Cid por el Camino del Destierro mirando al altozano, junto a las bodegas, podrá ver zagales y no tan zagales, descubiertos de ropajes, que tirarán de un lado a otro una pelota, descalzos sobre arena. Extraños juegos pensará, donde no verá ni escudos, ni mazas, ni caballos, ni espadas…
Donde desde una escalera, como de un gallinero se tratara, el juez de la justa pitará y pitará dando tantos a diestro y siniestro. El munícipe principal asará tripas y carnes de cerdo, morcillas y tiras de pieles de puerco. Al menos, dirá el Cid, estas gentes no son infieles. De un extraño artefacto verá como rubias hidromieles saldrán por un caño mientras mesoneros voluntarios llenarán cuencos y cuencos. Si estas son gentes del rey Alfonso sin duda seguirán mi suerte, pensará el Campeador. En lugar de gaitas y dulzainas sonará música de fieras que enmudecerá con el jolgorio de la multitud. Pronto ya en el ocaso el juego terminará. Y Ruderico se planteará si era buen siglo el suyo para haber nacido. La frontera del Duero ya no es lo que era.
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