POR GABRIEL SEGURA HERRERO, CRONISTA OFICIAL DE ELDA (ALICANTE).
Al igual que la sociedad evoluciona, los usos y costumbres vinculadas al duelo y honras fúnebres por el fallecimiento de una persona también lo hacen.
El acelerado ritmo de crecimiento poblacional y urbanístico de Elda durante la década de los años sesenta impuso la necesidad de adoptar nuevas normas para que los habituales cortejos fúnebres no interrumpiesen ni alterasen la cada vez mayor circulación de vehículos por las calles de la ciudad.
Será un 16 de agosto de 1971 cuando, de mutuo acuerdo entre el obispado de Orihuela-Alicante y el Ayuntamiento de Elda, entró en vigor una nueva norma que regulaba los cortejos fúnebres y que venía a interrumpir la ancestral tradición de acompañar al cadáver desde su domicilio, en el que se había instalado la capilla mortuoria y el consiguiente velatorio, hasta el correspondiente templo parroquial para celebrar la misa “de corpore insepulto”.
Unos cuantos años antes, ya había sido suprimida la costumbre del cortejo fúnebre a pie desde la iglesia hasta el cementerio municipal por igual motivo: la no interrupción del tráfico rodado que circulaba por la carretera nacional N-330, que atravesaba por en medio de la ciudad; además de velar por la seguridad de la familia y acompañantes al caminar junto a cada vez un mayor número de automóviles y camiones en ambos sentidos.
A tal fin, en días previos y en reunión convocada al efecto en el ayuntamiento a la que asistieron Francisco Miró Cremades, concejal-delegado de Tráfico; el rvdo. Don Antonio Poveda Maciá, arcipreste de Elda; así como los representante de las agencias locales de pompas fúnebres y seguros de decesos, se comunicó a éstos últimos dicha nueva norma.
Así, hoy hace 52 año que se suprimió el acompañamiento andando del cadáver desde su domicilio hasta la iglesia parroquial; imponiéndose que el cuerpo del difunto llegara en vehículo fúnebre a la puerta principal del templo, donde sería recibido por el clero. Tras la correspondiente misa funeral en presencia de familiares y amistades, se realizaría la despedida del duelo en la puerta del templo, desde donde en vehículos el cortejo se dirigiría al cementerio, a marcha normal de automóvil.
Elda se sumaba así a la nueva tendencia ya implantada previamente en Alicante y Elche. Se iniciaba así el proceso de alejamiento social de la muerte de la vida cotidiana, que culminó con la implantación de los tanatorios en las afueras de nuestras ciudades. La muerte poco a poco pasaba de ser un acontecimiento público a ser un asunto estrictamente familiar.
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