POR AGUSTÍN DE LAS HERAS MARTÍNEZ, CRONISTA OFICIAL DE VALDEPIELAGOS (MADRID)
Acabando el convulso siglo XIX, un sargento burgalés, nacido en la ribera del Pilde, había defendido Cuba hasta septiembre de 1897 trasladado desde Filipinas, lejos de su amada Castilla, junto a vascos, catalanes, andaluces, valencianos, gallegos…
Después vinieron los americanos e hicieron el paripé del Maine y se aprovecharon de un gobierno, como los de siempre, ausente y amonarcado.
En la batalla de las Colinas de San Juan, cerca de Santiago de Cuba, se enfrentaron 800 soldados de las tropas regulares del Ejército Español, con dos cañones Krupp, contra más de 8000 yankis, con doce piezas de artillería y cuatro ametralladoras Gatling un uno de julio de 1898. A pesar de la inferioridad numérica, los españoles con el Mauser Modelo 1893, un fusil de cerrojo comúnmente conocido como Mauser español, dieron buena cuenta de los americanos que llevaban sus fusiles Springfield y menos experiencia. La superioridad llevo al destino esperado y perdieron la batalla. Santiago cayó el 16 de julio.
Julio ha sido el mes de los desastres para los españoles…
Doroteo regresó a España, y meses después, el 13 de marzo de 1899 la reina regente se acordó de él nombrándole teniente.
Hasta aquí la historia individual se mezcla con la historia de España.
Un 30 de mayo de 1906, en palacio, Alfonso XIII firmaba los últimos papeles del día, antes de despedirse de soltero para casarse con Victoria Eugenia, la nieta de la reina Victoria de Inglaterra, al día siguiente.
En ese documento se pasaba a la reserva a don Doroteo Andrés Lozano, natural de Brazacorta, tatarabuelo de mi hija.
Ese papel hubiera sido uno de los últimos firmados por un Borbón, si Mateo Morral no hubiera fallado al día siguiente.
Aquel 31 de mayo de 1906 Alfonso XIII se casaba. Faltaban cinco minutos para las dos y la comitiva se acercaba por la calle Mayor despues de celebrarse la boda en los Jerónimos. A la altura del número 88 una bomba, de las de tipo Orsini, fue lanzada entre unas flores por el anarquista Mateo Morral desde un balcón. El paquete golpeó el tendido del tranvia y erró su objetivo, pero se dirigió a la multitud.
Murieron 25 personas. Murieron los de siempre, los inocentes. Luego a Morral cerca de Torrejón, le suicidaron en un estado de derecho.
Pero en toda historia universal existen historias paralelas que no salen en los libros de Historia.
Aquel oficial se llamaba Doroteo Andrés Lozano, era el tatarabuelo de mi hija, y había nacido en un pueblo de Burgos, Brazacorta, y su infancia y juventud la pasó escuchando el sonido de las aguas del Pilde hasta su muerte, un trece de diciembre de 1933.
Gloria a todos aquellos que han hecho nuestra historia.