POR JOSÉ MARÍA SUÁREZ GALLEGO, CRONISTA OFICIAL DE GUARROMÁN (JAÉN)
Cada año comprobamos por estas fechas que agosto nos ha olido a bronceador, octubre nos ha de oler a alcanfor de otoño, y septiembre siempre nos huele a nuevo. Todo es, o pretende ser, nuevo en septiembre. Es el mes del eterno retorno: Todo final guarda dentro de sí un comienzo nuevo. Siempre ha sido así. Es el mítico dilema del huevo y la gallina, y quién engendra a quién.
En estos días vivimos tiempos de profecías autorrealizadas: El miedo al colapso económico hace que la gente gaste menos, lo que reduce la demanda y aumenta la oferta, y provoca un colapso económico. Ocurre igual con el temor a la guerra que conduce a que la gente adopte comportamientos defensivos o agresivos que, a su vez, producen más violencia y temor. Es el miedo al colapso económico lo que genera el colapso. Es el miedo a la guerra lo que perpetúa la guerra.
Pero hasta que llegue el juicio final, prefiero escribir sobre la gastrosofía del huevo que fue antes que la gallina, o viceversa: Heraclides de Siracusa, que vivió allá por el siglo IV antes de Jesucristo, según referencia de Ateneo, hizo una valoración de los huevos más exquisitos, que son, según él, y por orden de exquisitez, los de la hembra del pavo real, los de
la gansa del Nilo, y sólo en tercer lugar los
de gallina. Lo que nos pone de manifiesto cuan antigua es la preocupación por hallar bondades en el universo encerrado en el cascarón de un huevo.
El propio Leonado Da Vinci llegó a hacer la siguiente afirmación, fruto de su talento investigador, e incluida en sus falsas notas de cocina del Códice Romanoff : “Los huevos bendecidos por los sacerdotes saben igual que cualquier otro huevo”.
En la literatura culinaria es recurrente el tema sobre el gusto de monjes y frailes por los huevos, donde lo manifestado por Leonardo Da Vinci al respecto nos viene a poner lo terrenal y lo divino en el justo sitio que a cada cual corresponde. De este modo Alejandro Dumas padre, en sus apuntes sobre la cocina española, fruto de un viaje por la España de la primera mitad del siglo XIX, nos deja escrita la siguiente anécdota ocurrida en una posada a la hora de ir a desayunar:
“¿Quiere usted —le dijo la posadera— un par de huevos para fraile o un par de huevos para seglar?”. El novelista francés pregunta asombrado, qué diferencia existe, contestándole así la posadera: “Pues que un par de huevos para fraile se compone de tres huevos, y un par de huevos para seglar se compone de dos”. Pero la cosa no habrá de quedar ahí, pues en el siguiente cuento popular andaluz, conocido por la “Docenica del fraile”, se nos da otra curiosa referencia sobre un fraile que entró en una huevería para comprar una docena de huevos, diciéndole de esta manera a la dueña: “Como son para personas distintas me los va a despachar por separado, de la forma siguiente: Para el padre prior, media docena, y apartó seis; para el hermano portero me encargó un tercio de docena, y separó cuatro, agregándolos a los otros, y para mí, que soy más pobre, un cuarto de docena, y procedió a apartar tres más, que añadió a los anteriores. Total, que si hacemos la cuenta son seis del prior, cuatro del portero y tres del fraile, igual a trece huevos. El buen hombre pagó su docena y se fue”.
Viendo, pues, que tanto los huevos benditos como los que no lo están saben lo mismo, pero valen más baratos si son para sartén de convento al entrar uno más en la docena, el cancionero popular nos da fe de la mayor o menor longevidad de las viandas, sean vianda celestial o pitanza terrenal: “Toma el huevo de una hora,/ el pan, de aquel mismo día,/ el vino, que tenga un año/ y algo menos la gallina”. Deseoso pues de que llegue octubre y así podamos comprobar si la gallina de septiembre ha puesto el huevo del futuro, o si, por el contrario, el huevo de septiembre se le va a atragantar a la gallina del presente.
Por si acaso he anotado que hay que comprarle una calculadora al fraile para que los huevos y sus docenas nos cuadren en septiembre, a pesar de su borrón y cuenta nueva.
FUENTE: https://www.diariojaen.es/opinion/articulistas/huevos-de-septiembre-DN8609647