ESCUELAS EN ANEJOS DE VILLANUEVA DEL ARZOBISPO. LA RIBERA DEL GUADALQUIVIR (IV). ESCUELA DE CHINCOYA II
Sep 13 2023

POR MANUEL LÓPEZ FERNÁNDEZ, CRONISTA OFICIAL DE VILLANUEVA DEL ARZOBISPO (JAÉN)

Una de las alumnas, Dolores Morales Teruel nos cuenta sus recuerdos al asistir a esta escuela.

“Mi primera profesora fue Doña Esperanza. Casi no me acuerdo de lo que aprendía y hacíamos, algunos juegos y algo de lectura en la cartilla, ya que yo estaba en párvulos.

Mi primer curso fue con doña Juana Estudillo Magaña en mil novecientos sesenta y nueve. Ella era de Villacarrillo, creo que se hospedaba en la  Venta “El Cardaor”.

Tengo muy buenos recuerdos de ella. Era dulce y sabía las dificultades que teníamos todos para asistir a clase. Esto era muy importante para un maestro rural.

A esta profesora mi familia y yo le debemos un favor, además de ser mi  maestra gracias a ella conseguimos la luz eléctrica en nuestra casa o cortijo. Cuando se instaló la luz en toda la zona del río, a pesar de que nuestro cortijo estaba en el plano, el responsable  instaló la luz en su propio cortijo, que no estaba en el trazado, dejando el nuestro sin línea.

Cuando mi padre y mi tío fueron a reclamar al alcalde para contarle lo sucedido, casi los mete en la cárcel por decir que se habían alterado los trazados de la línea de la luz.

Pasado un tiempo y viendo que no se solucionaba nuestro problema decidieron contárselo a esta profesora. Entre los tres decidieron escribirle a Franco. Al poco tiempo recibieron la respuesta, con la orden que esta carta no se enseñara nada más que al alcalde y a la empresa Sevillana de Electricidad. El problema se solucionó, aunque los postes y la instalación la tuvimos que pagar nosotros. Desde entonces e l Cortijo “ Ropecalzas” tiene su luz eléctrica  y los niños de allí podían estudiar  y hacer sus tareas, ya que las horas de sol estaban dedicadas a la huerta, cuidado de los animales y demás tareas del campo.

Con esta maestra hice mi primera comunión. Se celebraban las misas en el propio colegio, salíamos a leer los mayores, cantábamos y acudían a participar los vecinos de los alrededores.

Recuerdo que en la boda de mi tío, mi maestra lo pasó en grande, nunca había estado en una boda rural. Recogimos la novia en Carrales, en el cortijo del Morro, el trayecto se hizo en autobús, la boda se celebró en el embalse del Tranco y la comida en el Cortijo del Ollacillo.

Los alumnos que asistían a clase y sus cortijos de procedencia eran: Los hermanos Antonio, Isabel y Juani, venían del Cortijo de los Riveras. José Antonio y Pedro del Cortijo de los Sesteros. Fermín, José Antonio y Sebastián de los Sesteros de abajo, María del Carmen y Ángeles de  Arroyo Chillar.  Vicente y José del Ollacillo.  Salva, Francisco y Andrés de la Venta de los Agustines.

El resto de alumnos eran todos de los alrededores: Luisa, Domingo, Manuel, Mari, Domingo de la Lola, Enrique, Cándido, Pedro, Mari, Agustina, Antonia, Ricardo, Aurelio, José, María Dolores, Elogia, Francisca, Patricio, María, Ramona, Juan y Cristóbal. En invierno venían algunos alumnos de temporadas: Ana María, J. Antonio y Josefa, Amador y Luis.

Mi segundo curso tuve como maestra a Doña Carmen Espino Novoa, que se hospedó en la Venta El Cardaor. En el tercer curso Doña Francisca Gilabert Parra, muy buena en su labor y muy exigente. En cuarto alguien nos dijo que en la piedra del Tobón había una cueva, que había estado habitada por los moros. Allí no se podía entrar  por las numerosas zarzas y matorrales.

A los pocos días vimos que los peones camineros la habían limpiado y mientras llegaba la profesora decidimos adentrarnos. Ningún niño llevábamos reloj, y algunos se volvieron desde la misma entrada. Los demás entramos en ella. Nos sorprendió ver todo aquello, quizás por la gran fantasía que le poníamos. Cuando nos dimos cuenta se había hecho muy tarde, decidimos volver y menuda fue la que se formó. Aquel día hubo palmetazos para todos. En este curso hicimos trabajos muy bonitos. Aún conservo una bolsa del pan de tela con las letras bordadas y un juego de cama.

Con ella conocimos a un misionero llamado el Padre Vargas. Nos ponía películas de lo que se hacía en las misiones, especialmente en África y zonas tercermundistas. Pudimos conocer como en otros lugares había personas más necesitadas que nosotros. En las charlas que nos dio este misionero disfrutamos escuchándole. También venían Don Antonio, Don Luis, y Don Jacinto, sacerdotes que lo acompañaban. Cantábamos canciones en las misas y entre todos nos preparaban para la confirmación.

En Quinto Curso tuvimos a Doña Manuela Mitelbrun Damas. Esta maestra causó una verdadera sensación en el núcleo rural. Era joven, guapa, alta. Su trabajo resultó como el de las maestras anteriores. En 1974, llegó Doña Carmen F. Sánchez Bueno, era adorable como persona y como maestra. 

Nos enseñó infinidad de cosas  en poco tiempo. Con ella era muy fácil aprender; hicimos muchas excursiones. A las mayores nos regalaba libros para explicarnos como seríamos mujeres y sobre la sexualidad en una pareja. Aquella Navidad nos regaló  los reyes a todos los niños.

En este curso nos confirmaron. Subimos todos los niños al Tranco en un autobús. Allí nos esperaban las personas que iban a ser nuestros padrinos. Después de las confirmaciones, nos dieron una vuelta por los alrededores del embalse. Unos días antes de las vacaciones nos llevó de excursión a la piscina de don Antonio, el médico, en Natao. Para mì fue el mejor  curso.

El séptimo curso lo hice con Doña Pepi Carcelén. Como todos los cursos me costó aprobarlo, teniendo que trabajar desde diciembre hasta el mes de abril. El funcionamiento escolar era similar al de los maestros anteriores. Cuando tuvo que presentarse para las Oposiciones, le sustituyó su hermano, maestro, D. Eloy. Lo pasamos muy bien, ayudando para las clases a los más pequeños, hicimos excursiones, juegos en el patio. Las clases se hicieron muy amenas, ya que intercalaba numerosos chistes.

El octavo y último curso tuve como profesora a doña María Linarejos Bautista Soriano.  No pude terminarlo debido a la campaña tan grande y larga de aceituna. No me pude presentar a las últimas evaluaciones, y al curso siguiente no pude entrar en la escuela por mi edad.

Asistí a la escuela y ayudaba con los pequeños y participé en una excursión. Estuvimos todo el día en la sierra, visitando las murallas árabes y la casa de Isabel y Juani de los Rivera, que tardaban varias horas en el camino hacia la escuela. Estos son algunos de los recuerdos de la vida de esta escuela rural, donde tantos alumnos han recibido su enseñanza y educación”.         

El Guadalquivir quedó silencioso, el eco de las voces de los alumnos no llega ya hasta el río Grande. Tiempos heroicos  de frío, aislamiento, carencia de medios,  pero de  entrega a la vocación de magisterio de numerosas mujeres y hombres, que encontraron en la sencillez de las familias, una intensa colaboración, apoyo y reconocimiento.

FUENTE: M.L.F.

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