POR RICARDO GUERRA SANCHO CRONISTA OFICIAL DE LA CIUDAD DE ARÉVALO (ÁVILA)
Puede parecer una fijación, una reiteración en demasía, pero no, en realidad se trata de un redescubrimiento, el de un personaje y una época que fueron fundamentales para afianzar los cimientos de nuestra Castilla y de mi ciudad. Es además un deber para un estudioso de nuestra historia, el recordar unos hechos de importancia capital, tener un recuerdo de admiración a un rey que puso las bases de una sociedad mejor.
Cuando se acercaba el centenario repasé aquella época, aquellos acontecimientos, aquellas gestas que cambiaron la historia. Este sería el tema a tratar entre los cronistas de España, un encuentro o congreso anual que ha estado lleno de trabajos de gran calidad, los presentados por mis compañeros, de temas muy variados y de todos los puntos de lageografía nacional. Y yo con mis apuntes sobre el VIII centenario de la muerte de Alfonso VIII.
Era para mí necesario profundizar y recordar una época en la que mi ciudad, aquella antigua villa recién repoblada, surge con fuerza en aquella Castilla del s. XII, y que se estaba manifestando como una villa destacada.
No es que tengamos muchos datos históricos para profundizar demasiado, pero sí tenemos certezas para poder decir que ese largo y fructífero reinado coincide con el mismo tiempo en que surge con auge el desarrollo de esta villa y su tierra, tiempo en que se afianzan estructuras que durante varios siglos fueron un buen soporte organizativo.
Estructuras de instituciones y también económicas y sociales. Es básicamente el momento en que surge con fuerza renovadora un estilo y una arquitectura tan nuestros, el mudéjar, aquella arquitectura europea que tanto fomentó aquel monarca que al fundirse o influenciarse con lo árabe que teníamos tan cerca, hace nacer esa arquitectura y arte que es genuinamente español. Baste recordar que nuestra arquitectura mudéjar se desarrolla fundamentalmente entre los s. XII-XIII, especialmente en la segunda mitad del uno y la primera del otro. Es el periodo en que Arévalo es dotado de sus murallas, de los puentes mudéjares, del acueducto y fuentes públicas, de once templos parroquiales y algunos monasterios y conventos, de hospitales…
Y una invitación a participar en los actos conmemorativos que se han celebrado en Gurierre Muñoz, invitación que me hicieron como Cronista y como estudioso del tema, una satisfacción para mí, porque en todos los pueblos de mi comarca me encuentro en familiaridad, como en casa. Porque mi concepto de la historia de mi ciudad siempre va unido al conjunto de su comarca, que todos son una unidad histórica que a veces conviene recordar y proclamar. Por eso, el domingo me sentí tan a gusto en Gutierre Muñoz, junto al doctor Augusto Bruyel que habló con sabiduría y otro punto de vista, como en su libro, que es una promesa de lectura recomendable que acabo de iniciar, una visión especial.
Junto a dos estudiosos guterranos Luis Borreguero y Agustín López que nos hablaron de otros aspectos del monarca, fuera de leyendas literarias y su último viaje que acabó en este pueblo de Castilla, en la ruta de su último viaje de Burgos a Plasencia. Y las de este Cronista que suscribe, que recordé diversos aspectos de su conexión con mi ciudad y con esta tierra, a pesar del duende del micro que me llegó a poner nervioso por sus cortes reiterados…
Había abierto los actos una misa en la preciosa iglesia parroquial, en la que se recordó el acontecimiento en su 800 aniversario. Posteriormente, las intervenciones citadas, para al salir del templo y descubrir un monolito conmemorativo por el Presidente de la Diputación Agustín González y la Alcaldesa María Jesús Pérez, ante el numeroso público que se había congregado y sus aplausos. Un vino español con “revolconas” levantó el ánimo. Hemos recordado un acontecimiento: la muerte de Alfonso VIII.