POR AGUSTÍN DE LAS HERAS MARTÍNEZ, CRONISTA OFICIAL DE VALDEPIELAGOS (MADRID)
Y como a los libros que arrancan una página o los escenarios que pierden un actor, Quintanilla de Nuño Pedro ya no será la misma.
Hoy estaba fría y nublada y el viento azotaba almas y conciencias.
Lamento tu muerte Leandro.
Una de las pocas razones que me hacían volver a este maravilloso pueblo de gentes era visitarte.
Eras un hombre de palabra y venías siempre de frente. Y eso te hacía ser un castellano recio y de los de verdad. Nunca me han llegado noticias enrevesadas, tergiversadas, interesadas, hipócritas, falsas… Tú no eras así
Has muerto y lo lamento mucho. Y como en la oratoria de las escaleras del senado romano, como cuando Marco Antonio defendió a César, hoy pienso en tus hijas.
Jenny, Susana y Esther siempre las recuerdo con una sonrisa. Aunque desde niñas hayan tenido que sufrir decisiones que ellas no tomaron.
No es justo mirar de perfil. No es justo vivir la soledad que te imponen.
Tú has fallecido. Y eras un castellano de palabra y recio, y tus hijas vivirán tu herencia.
Y lo que tengo claro es que entre un padre y unas hijas no debe haber nadie ni nada más.
Les ayudaré en todo lo que pueda.
Leandro, como en la canción de Depeche Mode, Walking in my shoes, no estoy buscando ninguna absolución, ni el perdón pero antes de que llegue a cualquier conclusión, sólo tú fuiste quien llevaste tus zapatos y nadie podrá sentir lo que sentiste.
Sólo te diré que tienes tres hijas que son tu estirpe y descendencia, a las que la vida les ha hecho obtener una madurez que mezclada con su dulzura haría que cualquier padre estuviera orgulloso de ellas.
Hoy he pisado Quintanilla de Nuño Pedro. Y ya no será la misma… porque tú no estabas.