POR JUAN ANTONIO ALONSO RESALT, CRONISTA OFICIAL DE LA VILLA DE LEGANÉS (MADRID).
Testigo de las andanzas del Cid, a esta localidad serrana de glorioso pasado no le falta castillo, restos de murallas y arte románico.
Mucho antes de llegar a Atienza se adivina su silueta, pues está, a 200 metros de altura, en una imponente mole similar a la proa de un barco que emerge sobre un escarpado peñón. El Cid Campeador que anduvo por estas tierras de camino al destierro la llamó “peña muy fuerte”. Él y muchos otros a lo largo de la historia pusieron sus ojos en esta villa como punto clave y estratégico en tierras castellanas, adornándola de murallas, iglesias y todo tipo de edificaciones. Más de 10.000 habitantes llegó a tener, 15 parroquias, varios conventos y ermitas y un centenar de clérigos nos hacen imaginar hoy lo que llegó a ser la población en el Medievo.
Atienza tiene dos plazas importantes separadas por el Arco de Arrebatacapas, antigua puerta de la muralla. En la de España está el edificio del ayuntamiento, una fuente barroca y casonas blasonadas; la plaza del Trigo es de claro sabor castellano y está llena de rincones a los que prestar atención: la iglesia parroquial de San Juan, la casa del cabildo eclesiástico –con capiteles tallados–, el balcón ojival esquinado y los soportales con dinteles de madera. Desde aquí comienza un paseo que sube hacia el castillo y recorre parte de la muralla. Una vez arriba, la amplia y espléndida vista que se observa desde la torre del homenaje compensa el esfuerzo.
De regreso, las iglesias de Santa María del Rey y de la Trinidad invitan a detenerse en el camino. Santa María, convertida en cementerio y con una portada rematada con más de un centenar de figuras esculpidas en piedra, goza del privilegio de ser la más antigua de Atienza. La Trinidad solo conserva del antiguo templo románico el ábside, y alberga el Museo de la Caballada, con documentos, vestuario y otros objetos alusivos a la fiesta de interés turístico nacional que se celebra en la villa el domingo de Pentecostés desde hace más de 800 años.
Es todo un acontecimiento que conmemora la liberación del rey niño Alfonso VIII de la amenaza de su tío Fernando II de León, que pretendía arrebatarle el reino de Castilla. Aquel suceso tuvo lugar en 1162 y desde entonces, la localidad rememora este acontecimiento histórico con una romería que lleva a los cofrades, vestidos a la antigua usanza, hasta la ermita de la Estrella, donde sus predecesores pusieron a salvo la vida del pequeño príncipe.
Atienza también tiene sus Museos.
Otras dos iglesias han cedido su espacio para sendos museos. En la parte baja del pueblo, San Gil acoge una colección de arte sacro. Bajo su impresionante artesonado mudéjar guarda una amplia colección de obras de las antiguas parroquias de la villa, entre las que destaca el Cristo yacente del siglo XVI. Alejada del casco principal, San Bartolomé es un ejemplo relevante de arte románico, tiene una galería porticada y una capilla barroca con un curioso grupo escultórico gótico. El templo cobija el Museo de Arqueología y Palentología, con más de 3500 especies diferentes de fósiles, además de una amplia selección de pintura, escultura y orfebrería.
Varios templos más, como Nuestra Señora del Val o la ermita del Humilladero, calles, casonas hidalgas con labores en sus portadas, y escudos presidiendo fachadas se descubren en un paseo por el casco histórico de esta villa que invita al paseo, a subir y a bajar una y otra vez, a recorrer lentamente antes de seguir camino.
El Camino de Santiago , también pasa por aquí.
Por Atienza también pasan peregrinos, no muchos, claro, en estas tierras de la España vacía. Son los que recorren el llamado Camino de la Lana de Santiago, que debe su nombre a los mercaderes y rebaños que en los siglos XV a XVII viajaban de tierras conquenses para llevar su lana hasta Burgos y luego proseguir su viaje hacia los puertos del norte e Inglaterra. La etapa que pasa por esta localidad llega procedente de Sigüenza y se dirige a Retortillo de Soria.
LOS PUEBLITOS DEL ENTORNO
Hacia tierras sorianas, en dirección a la sierra de Ayllón o camino de Sigüenza, el entorno de Atienza está salpicado de numerosos y pequeños pueblecitos escasamente poblados que tienen como común denominador iglesias románicas y restos de fortalezas medievales. Miedes de Atienza es una de esas villas serranas interesantes. De ella ya daba cuenta el Poema del Mío Cid, y hoy mantiene un conjunto urbano con palacios barrocos que conserva todo su sabor.
La laguna de Somolinos, de agua clara y fría donde nace el río Bornova, es un reducto natural antes de llegar a la sierra del Alto Rey, en cuya falda se asientan Albendiego y Galve de Sorbe. La primera luce casas de color rojizo con alegorías a la Virgen en los dinteles de sus puertas, pero es su iglesia de Santa Coloma (en la imagen), levantada a la orilla del río, su principal motivo de orgullo. Los singulares ventanales de sus ábsides con motivos geométricos de inspiración mudéjar tallados en piedra la han convertido en uno de los mejores exponentes del románico rural.
Un bello conjunto serrano tiene Galve de Sorbe, con capiteles y cenefas adornando los muros de sus casas, un rollo gótico donde se colgaba a los ajusticiados y la iglesia de origen románico. En lo más alto, oteando la cercana sierra de Ayllón, se levanta el castillo fundado por el infante don Juan Manuel en el siglo XV. Desde aquí, a un paso queda el hayedo de la Tejera Negra, excursión imprescindible para volver en otoño a este entorno cuando sus hojas se vuelven ocres.
Un pueblo negro, una cascada descomunal, un hayedo y mucha soledad
Desde Atienza en dirección a Sigüenza, Imón y La Olmeda de Jadraque tienen unas interesantes salinas que se remontan a la Edad Media y de las que se conservan aún algunas instalaciones ejemplares únicas. El castillo de Riba de Santiuste, del siglo XII, fue una de las fortalezas que guardaban los pasos de los ríos Dulce y Salado, como también lo fue la que se levanta en la villa fortificada de Palazuelos, construida en el siglo XV por el marqués de Santillana. Cuatro kilómetros más adelante, la iglesia del Salvador de Carabias posee un espléndido atrio porticado con 14 arcos de medio punto sobre bellos capiteles.