POR ANTONIO HERRERA CASADO, CRONISTA OFICIAL DE LA PROVINCIA DE GUADALAJARA
Los elementos de las obras arquitectónicas tienen valor por sí mismos. En los palacios y templos, en claustros y ventanales, los capiteles captan la atención del viajero. En Guadalajara nació uno de los más característicos capiteles del Renacimiento europeo, el llamado por todos “capitel alcarreño” del que hoy hablo un poco.
El Renacimiento italiano hace su entrada en España de la mano de los Mendoza. Será esta poderosa familia alcarreña, en la que destacan figuras de las artes, como el primer marqués de Santillana; de la política y de la Iglesia, como el gran cardenal Pedro González de Mendoza; y de la diplomacia, como el gran Tendilla don íñigo López de Mendoza, quienes hagan venir de Italia artistas e intelectuales que sitúen en esta tierra los primeros frutos visibles del Renacimiento hispano. Ciudades y villas como Guadalajara, Cogolludo, Mondéjar y Lupiana verán, junto a Valladolid y Granada, surgir esos albores, plenos ya de fuerza y belleza, del arte renacentista.
Una de las facetas más personales de ese protorrenacimiento en Guadalajara, han de ser los capiteles que aparecen en monumentos civiles y religiosos, y que vienen a recuperar el perdido aire clásico de la arquitectura antigua. Los primeros arquitectos y tallistas que trabajan en el estilo por esta tierra, pondrán en esos capiteles su más equilibrada firma. Son elementos inconfundibles, bien proporcionados, sencillos, pero con los elementos todos del nuevo quehacer.
Así, será Lorenzo Vázquez quien inicie con sus edificios alcarreños la trayectoria del capitel renacentista. En el Palacio de Cogolludo los pone en la portada y en los arcos del patio mayor. Más recargados y todavía gotizantes en la primera, serán los capiteles del claustro los que definen con justeza este nuevo modo de hacer. También este autor pone su vigoroso trazo personal en los capiteles del patio principal del Palacio de don Antonio de Mendoza en Guadalajara, donde surgen los mismos esquemas de sencillez y elegancia. Y de él son también los que aparecen en las paredes y fachadas de la iglesia (hoy en ruinas) del monasterio franciscano de San Antonio de Mondéjar, en las que alternan soluciones plásticas todavía toscanas con elaboraciones clásicas de Vázquez. Son todos ellos monumentos señeros del arte provincial, dirigidos por la misma mano inspirada y obra de los últimos años del siglo xv y comienzos del xvi, el instante equilibrado en el que nace un nuevo arte.
Ese capitel alcarreño, como se ha querido denominar, en esencia podríamos definirlo como un capitel con corona de prominentes hojas de roble, con su tambor cubierto por estrías perpendiculares, y el toro adornado con ovas y dardos.
Con rapidez se extiende el elemento por la arquitectura de Guadalajara del primer tercio del siglo xvi. y así vemos cómo hace su aparición en ámbitos civiles, en los que la firma personal está ausente, y entra a jugar un papel destacado en la moda del momento. Este tipo de capitel se encuentra en los soportales de la plaza mayor de Guadalajara; en el atrio renacentista de la iglesia de Santa María la Mayor, y aún en el patio renacentista del palacio de los Dávalos, en la misma ciudad, de donde pasará al resto del estilo renacentista en España.
A lo largo del siglo XVII, el capitel renacentista de corte nítidamente alcarreño evoluciona y adquiere una nueva dimensión, de riqueza y significado. La sencilla estructura geométrica y floral introducida por Lorenzo Vázquez, va a ser elaborada y mejorada por otros autores, muy especialmente Alonso de Covarrubias. Este arquitecto y tallista, que ejerce un influjo gigantesco sobre el arte renacentista de Toledo y su zona de influencia, y dejará en la tierra de Guadalajara y Sigüenza algunas muestras exquisitas de su inspiración. En ellas, como complemento al equilibrio sabio de su estructura arquitectónica, aparecen numerosos capiteles que tras su silueta rica en imaginación y plana de equilibrio, llevan sin dudar la firma del genial artífice.
De Alonso de Covarrubias son la iglesia de la Piedad, en Guadalajara, construida por doña Brianda de Mendoza y Luna junto al palacio que años antes había construido su tío Antonio de Mendoza. También el claustro mayor del monasterio Jerónimo de San Bartolomé de Lupiana. Son obras de hacia 1535, y en ellas deja Covarrubias numerosas muestras de su vigoroso estilo. Cabezas de carneros, calaveras, angelillos en racimos, volutas complejas y valientes grutescos se entremezclan en una complejidad que nunca cansa, y que revelan la maestría de su mano y la inspiración de su genio. También tuvo participación este autor en varias obras de la Catedral de Sigüenza, y así pone capiteles, por él diseñados, en la sacristía nueva o de las cabezas y en el altar de Santa librada. La variedad de motivos que despliega en frisos, enjutas o zapatas, queda también reflejada en sus personalísimos capiteles.
De seguidores de Covarrubias, gentes formadas en el ambiente artístico toledano y alcarreño de la primera mitad del siglo xvi, son otros muchos capiteles que adornan señalados edificios del Renacimiento en Guadalajara. En este círculo resaltan los capiteles de la iglesia de El cubillo de Uceda, tanto los del interior como los de la fachada: en ellos se repiten motivos concretos aparecidos antes en Lupiana. Pedro de la Riva es un equilibrado constructor de iglesias en la alcarria, que hacia 1540 se encarga de levantar los templos parroquiales de Loranca y Galápagos. En las fachadas de ambos, y especialmente en el atrio del segundo, coloca unos capiteles muy sencillos, con ciertos trazos manieristas, de personalidad acusada. Otros seguidores de Covarrubias, como Pedro de Bocerráiz (a destacar la iglesia de El Olivar como obra suya) y Acacio de Oregón (que se responsabiliza de la iglesia de los Remedios en Guadalajara) ponen también en sus obras capiteles que están en la línea iniciada por el gran maestro, aunque paulatinamente van adquiriendo la sobriedad y sencillez de líneas que el post Renacimiento trentino introduce a todos los niveles.
De todos modos, la evolución del capitel renacentista en el arte de la provincia de Guadalajara, es una pista valiosa y que merece la pena observar. Aquí hemos visto los tipos más destacados y sus autores más relevantes. Pero, obviamente, en tan breve nómina no acaba el aspecto amplio y rico de esta parcela del arte alcarreño, que el lector debe aumentar y corregir con su búsqueda personal.