EL SUEÑO DE ARGENTINA
Oct 18 2014

POR APULEYO SOTO, CRONISTA OFICIAL DE BRAOJOS DE LA SIERRA Y LA ACEBEDA (MADRID)

argentina

Desde que en mi ardorosa juventud leí a Jorge Luis Borges, -va ya para cincuenta y algunos años más- sueño con Argentina, con sumergirme unos días y unas noches en su Buenos Aires querido de tangos, boleros y casas rosadas… y luego escapar por Córdoba, Mendoza, Bariloche, hasta la blancura de nieve intacta del Pedrito (Perito) Moreno, en la Patagonia o tierra del fuego helado. Por fin este sueño va a hacerse realidad del 28 de noviembre al 10 de diciembre, con los compañeros de FEPET (federación española de escritores y periodistas de turismo) que comanda Mariano Palacín con su eficaz secretaria para todo, la magnífica Araceli.

Argentina es mucho más de lo que acabo de indicar. Argentina, en mi almario de recuerdos estudiantiles, es leyenda y es verso, es la pampa del gaucho con la escritura de José Hernández traducida a setenta lenguas, es el sabor de sus carnes vacunas en restaurantes plurilingües del ancho mundo, es el amor taconeado y abrazado en La Boca y en el barrio de San Telmo, es la novelística parisina evocadora de Cortázar y la poesía cotidiana de Juan Gelman, es la inmersión marítima suicida de Alfonsina Storni (“adiós para siempre mis dulzuras todas”), es la Patagonia del Cono Sur de América, donde en la capital Santa Cruz acaba de morírseme de pena el periodista nativo con el que me entrevisté recientemente en Uruguay. Descansa en paz, ilustre colega, mientras Amelie te llora más que lloró a la desgraciada Eva Perón.

Me voy a Argentina, la llana y verde y gentil y freudiana; me voy a Argentina, la plata etimológica, vitalicia y riocorriente de esplendoroso brillo con el Paraná fluyente emparejado, la habitación mendocina de mi amada Violeta, la del teatro Colón de los exiliados guerracivilistas españoles: Margarita Xirgu, Josefina Mendoza, Alejandro Casona, tantos, tantos…Y paro de contar porque este sería el cuento de nunca acabar.

Vuelvo a Borges, aquel hombre genial parpadeantemente ciego cuando se me presentó en el hotel Ritz de Madrid, de la mano de su japonesita heredera. Nunca lo podré olvidar. Ni seguro que vosotros tampoco. Andaba tanteante, iluminado por dentro. Y hablaba como escribía. O al revés. Da igual. Cuando reposó definitivamente en Ginebra, ya nos había dejado retratada a Argentina como un poliédrico diamante de mil aristas, colores, olores, sabores, amores, ritmos, ansiedades y sueños. A Argentina me voy, ese sueño mío… por suyo.

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