POR ANTONIO MARCHAMALO SÁNCHEZ, CRONISTA OFICIAL DE HUMANES Y SUS AGREGADOS (GUADALAJARA)
Nacido Jesús en Belén de Judea en tiempo del rey Herodes, unos magos que venían del oriente se presentaron en Jerusalén, (2) diciendo: ¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Pues vimos su estrella en el Oriente y hemos venido a adorarle. (3) En oyéndolo el rey Herodes se sobresaltó, y con él toda Jerusalén. (4) Convocó a todos los sumos sacerdotes y escribas del pueblo, y por ellos se estuvo informando del lugar donde había de nacer el Cristo.(5) Y ellos le dijeron: En Belén de Judea, porque así está escrito por medio del profeta:
(6) Y tú, Belén, tierra de Judá,
no eres, no, la menor entre los principales clanes de Judá;
porque de ti saldrá un caudillo
que apacentará a mi pueblo Israel».
(7) Entonces Herodes, llamó aparte a los magos, y por sus datos precisó el tiempo de la aparición de la estrella. (8) Después enviándolos a Belén, les dijo: Id e indagad cuidadosamente sobre este niño; y, cuando le encontréis, comunicádmelo para ir también yo a adorarle. (9) Ellos, después de oír al rey, se pusieron en camino y he aquí que la estrella que habían visto en el Oriente iba delante de ellos, hasta que, llegó y se detuvo encima del lugar donde estaba el niño. (10) Al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría. (11) Entraron en la casa, vieron al niño con María su madre, y postrándose, le adoraron; abrieron luego sus cofres y, le ofrecieron dones: de oro, incienso y mirra.
El Evangelio de Mateo al referirse a la estrella que guio a los magos hasta Belén utiliza la palabra griega “αστηρ” [aster] cuya traducción puede ser “estrella”, “cometa” o “astro”. En primer lugar, debemos advertir que el fenómeno de la estrella es presentado por el evangelista como uno más dentro del conjunto de sucesos sobrenaturales que rodearon el nacimiento de Jesús, por lo que no es aceptable atribuirlo a causas naturales. No son por tanto admisibles en rigor histórico ninguna de las múltiples especulaciones que se han hecho para intentar explicar desde un punto de vista racional o científico un fenómeno religioso-sobrenatural como la estrella de Belén, narrado por el evangelista.
Sin embargo, tampoco debe olvidarse la antigua creencia de que el nacimiento de los grandes hombres, como Alejandro Magno o el propio Augusto, estaba asociado a movimientos en los astros lo que seguramente inspiraría más tarde en el autor del Evangelio de Mateo la presencia de la estrella de Belén, quien así la incorporaría a los episodios extraordinarios que rodearon el nacimiento de Jesús acentuando su divinidad.
Pese a todo lo anterior, nuestro estudio quedaría incompleto al ignorar todas las teorías o explicaciones naturales que se han propuesto para explicar la estrella de Belén como un cometa, supernova, planeta, etc. Debemos referir que, curiosamente, desde el punto de vista astronómico, hay que indicar como un hecho cierto que el 21 de mayo del año 7 a.C. (747 de Roma) se produjo una triple conjunción planetaria de Júpiter y Saturno juntándose a su paso por el signo zodiacal de Piscis, dando lugar a un fenómeno de gran luminosidad. Aquella misma conjunción planetaria, a la que se sumó una nueva estrella o supernova, fue observada en Praga por el astrónomo copernicano y matemático, formado en la Universidad de Tubinga, Johannes Kepler (1571-1630) el 17 de diciembre de 1603, quien comprobó que el mismo fenómeno se repetía cada 258 años por lo que lo que, retrocediendo en el tiempo, debería haberse producido en el año 7 a.C. Kepler, fue un hombre muy religioso, y estudió en Alemania
en los seminarios protestantes de Adelberg (1584), y Maulbronn (1586) y en la Universidad de Tubinga (1589) estudiando Artes y Teología. Más tarde, desde 1594 hasta 1600, fue profesor de astronomía y matemáticas en la Universidad de Graz (Austria). No es extraño pues que la interpretase como la evangélica estrella de Belén citada por Mateo. Johannes Kepler murió el 15 de noviembre de 1630 en Ratisbona (Alemania) y él mismo compuso este epitafio para su lápida:
«Mensus eram coelos, nunc terrae metior umbras; Mens coelestis erat, corporis umbra iacet”. [«Medí los cielos, y ahora mido las sombras de la tierra; En el cielo estaba el espíritu, en la sombra descansa el cuerpo.»]
En los pueblos antiguos de Persia y Babilonia el planeta Júpiter simbolizaba al dios gobernador del mundo y Saturno en Oriente era considerado el planeta de Palestina mientras la constelación de Piscis era la del pueblo judío. Así podría interpretarse esta conjunción como que el Señor del mundo aparecería ese año en Palestina, lo que pondría en marcha a los magos astrólogos medos que irían siguiendo los caminos que conducían a Palestina. Sin embargo, no existe explicación científica posible para el desplazamiento de la estrella por el firmamento guiando a los magos desde el palacio de Herodes en Jerusalén hasta situarse sobre la casa donde vivía Jesús con sus padres (Mateo 2:9-10).
La conjunción planetaria observada por Kepler fue revisada y constatada en 1825 por el astrónomo y cronologista alemán, profesor de la Universidad de Berlín Cristian Ludwig Ideler (1766–1846) que añadió que dicho fenómeno debió causar un efecto óptico muy brillante. Finalmente en 1925 el orientalista alemán Paul Schnabel encontró entre las ruinas de un antiguo templo del sol, en Sippar, antigua ciudad en la confluencia del Tigris y el Éufrates, a unos cien kilómetros al norte de Babilonia, unas tablillas de arcilla de 2000 años de antigüedad con anotaciones neobabilonias de caracteres cuneiformes acadios en las que se documentan tres conjunciones o cruces de las órbitas de Júpiter y Saturno, los dos planetas más lentos del sistema solar en la constelación de Piscis en el año 7 a.C.: del 29 de mayo al 8 de junio, del 28 de septiembre al 6 de octubre y del 5 al 15 de diciembre, dando lugar a varios fenómenos luminosos observables astronómicamente desde el Mediterráneo y Mesopotamia. La tablilla se encuentra en el Museo Estatal de Berlín.
Si tenemos en cuenta que el objetivo de Mateo en su Evangelio fue acentuar el carácter divino de Jesús ante buenos conocedores del Antiguo Testamento, se explica su interés en resaltar las antiguas profecías sobre un Mesías nacido en Belén y descendiente de la familia de David. En una época, además, en la que la astrología estaba en pleno auge en Mesopotamia, describió un acontecimiento astronómico que pudo provocar la venida de los μαγοι, [magoi= astrólogos] desde el Oriente: la aparición de la estrella de Belén, aunque los Magos no volvieron a verla hasta después de visitar a Herodes en Jerusalén: «Ellos, después de oír al rey, se pusieron en camino, y he aquí que la estrella que habían visto en el Oriente iba delante de ellos, hasta que llegó y se detuvo encima del lugar donde estaba el niño» . El evangelista no indica el lugar donde se encontraba el niño, pero dice que se trataba de una casa que debió ser la familiar de Nazaret, a la que regresaría la familia de José una vez cumplimentados los trámites del censo en Belén y quizá la huida a Egipto. Si tenemos en cuenta que, desde Persia, hasta Jerusalén había unos 1800 kilómetros los Magos debieron emplear algo más de tres meses viajando en dromedario. Por todo ello es lógico suponer que el encuentro y la adoración de los Magos a Jesús tuvo lugar en Nazaret.
El actual prototipo iconográfico simplificado de la estrella de Belén fue obra del pintor florentino Giotto di Bondone, quien tras contemplar personalmente en 1301 el cometa Halley, dibujó la estrella de Belén en 1304 en una Adoración de los Magos pintada al fresco en la Capilla de la Anunciación de los La velocidad de un dromedario cargado en viaje es de 5 km./h. Oscila en torno a los 30/40 Km. por día. (N. del A.).
El número y los nombres de los magos tampoco los indica el evangelista, aunque sí los regalos que hicieron al niño Jesús: oro, incienso y mirra, precisamente las ofrendas que los sacerdotes persas zoroastrianos ofrecían a su dios A hura-Mazda [el Sabio Señor]. En el siglo V, San León I, el Magno, -el papa (440-461) que detuvo a Atila en las puertas de Roma- ya estableció que el número de los Magos había sido tres:
«En la persona de los tres magos adoren todos los pueblos al Autor del universo; y sea Dios conocido no sólo en Judea, sino en todo el orbe, a fin de que en todas partes su fama sea grande en Israel».
Por ese número de regalos a partir del siglo IV se popularizó la idea de que ese era el número de los magos. Anteriormente en las representaciones de la Epifanía pueden verse dos, cuatro, siete, doce y los armenios contaban hasta quince. Entre los llamados Evangelios Apócrifos el llamado Evangelio Árabe-Sirio de la Infancia en su arreglo armenio, que data del siglo VI, en su capítulo V.10, dice:
“Es de saber que a la sazón el reino de los persas dominaba sobre todos los reyes del Oriente por su poder y sus victorias. Y los reyes de los magos eran tres hermanos: Melkon, el primero, que reinaba
sobre los persas; después Baltasar, que reinaba sobre los indios, y el tercero Gaspar que tenía en posesión el país de los árabes» . (12)
De todos ellos solamente aparece históricamente documentada la existencia en aquellos años de un príncipe llamado Gataspar (del sánscrito «el que resplandece») en el antiguo reino de Bactria situado entre Afganistán y la India, donde se dice que había predicado Zoroastro (h. 628–551 a.C) (13) . Sin duda por influencia de los Evangelios Apócrifos sus nombres aparecen por primera vez en el célebre mosaico de San Apolinar el Nuevo, de la ciudad de Rávena en Italia que data del año 520. En el mosaico se pueden ver los tres Magos vestidos ricamente con ropajes persas, probablemente sacerdotales, tocados con gorro frigio, mostrando sobre cada uno de ellos sus nombres y representados con distintas edades: el primero que se acerca a María con el Niño es Gaspar, el más viejo, con la barba blanca y portando el oro; le sigue la joven figura de Melchor sin barba llevando el incienso y tras el marcha Baltasar, un hombre de mediana edad, con el cabello y la barba oscuros llevando el recipiente de la mirra. (14)
El teólogo Joseph Ratzinger, luego pontífice Benedicto XVI, y una verdadera autoridad en la visión histórica-teológica de Jesús, sobre los Magos y la estrella ha dicho:
«Tal vez fueran astrónomos, pero no a todos los que eran capaces de calcular la conjunción de planetas, y la veían, les vino la idea de un rey en Judá, que tenía importancia también para ellos. Para que la estrella pudiera convertirse en un mensaje, debía haber circulado un vaticinio como el del mensaje de Balaán.»(15) (VER : Mosaico de la basílica de San Apolinar Nuovo. Año 520, Ravena, Italia.)
Ya en el siglo VII el llamado Evangelio del Pseudo Mateo, cuenta que los Magos llegaron a adorar a Jesús al cabo de unos dos años de su nacimiento, lo que concuerda con la orden de Herodes de exterminar a todos los niños menores de dos años; ya en casa de María y José, ofrecen cada uno una moneda de oro al Niño. Después, uno ofreció oro, otro incienso y otra mirra, lo que refuerza el legendario número de que los magos fueron tres.
A principios del siglo VIII en el tratado «Excepciones Patrum, Collectanea Flores ex Diversis, Questiones et Parabolae», escrito por un discípulo de Beda el Venerable, se describen las diferencias entre los magos: Melchor, de Europa, la raza de Jafet, anciano y canoso de larga barba ofrece el oro, símbolo de la realeza divina; Gaspar, de Asia, la raza de Sem, joven imberbe y rubio, ofrece incienso, símbolo de la divinidad, y Baltasar, de África, la raza de Cam, de piel oscura [foscus]y con barba ofrece mirra, que al usarse en los embalsamamientos, significaba que el hijo del hombre debía morir. Estos nombres se popularizaron en la Edad Media a partir de su inclusión en el Liber Pontificalis Ecclesiae Ravennatis de Agnello de Rávena hacia el año 845 (17), donde se hace referencia a Bithisarea, Melichior y Gathaspa.
Sería ya en el siglo XIV cuando aparece en el arte un rey de raza negra como símbolo de la cristianización de África. Fue en la abadía benedictina de Emmaus de Praga en cuyo claustro, por primera vez, entre 1360 y 1370, se pintó al fresco una Adoración de los magos con un rey negro. En Mantua, Italia, Andrea Mantegna repitió la escena en la capilla del castillo de San Jorge, propiedad de los Gonzaga entre 1460 y 1470. Dentro aún del estilo gótico una de las primeras representaciones de Baltasar como rey negro es la del pintor alemán Hans Multscher que data de 1437.
Finalmente fueron los grandes maestros primitivos flamencos del siglo XV, Dierk Bouts, Hans Memling, Pieter Coecke van Aelst, Jan van Dornicke o Hugo Van der Goes quienes popularizaron la presencia del rey negro en sus pinturas y el arte del Renacimiento los rodeó de un gran cortejo de criados y camellos. Curiosamente este rey negro en los trípticos flamencos que representan el tema de la Epifanía, casi siempre ocupa una de las puertas.
Según el manuscrito paleocristiano del siglo V titulado «Opus imperfectum in Mattheum» [Obra incompleta de Mateo] (18), apócrifo pero compuesto por Maximinus, un obispo arriano del norte de Italia, los Magos, después de retornar a su patria, fueron bautizados en el Reino de Saba, la actual Saveh, al sur de Teherán, el año 44 d.C. por el apóstol Tomás y consagrados obispos. Otro manuscrito del siglo XV de la Biblioteca de la Universidad de Salamanca, el número 2.037, cuenta que, tras regresar de adorar a Jesús, «Melchor continuó sus tareas como rey de Nubia y Arabia; Baltasar reinó en Godolia y Saba, y Gaspar en Tarsis, Ynsula y Grisula» .(19)
Para rematar tan legendarios relatos, igual que en el caso de los pastores de Belén, apareció de nuevo en escena el jesuita Jerónimo Román de la Higuera, el famoso autor de los falsos cronicones, afirmando en su Chronicon Omnimodae Historiae, (1627) que el martirio de los reyes tuvo lugar en el año 70, «teniendo Gaspar ciento y treinta años de edad, Baltasar ciento y diez y Melchor noventa y cuatro». Román de la Higuera continúa diciendo que, tras su muerte, los cuerpos de los Magos, depositados juntos en el mismo sarcófago, habían sido llevados desde Seva a Constantinopla por santa Elena en el siglo IV, y depositados en un gigantesco sarcófago de granito en la basílica de Santa Sofía. En el año 343 un noble de origen helénico llamado Eustorgio, que deseaba ser enterrado en su día junto a los Magos, fue elegido obispo de Mediolanum (Milán) y el emperador Constantino, le regaló los cuerpos de los Magos que fueron trasladados a Milán donde estuvieron depositados en la iglesia de san Jorge hasta mediados del siglo XII (20). Para ello adquirió dos robustos bueyes y un carro, hizo cargar sobre éste el sarcófago y emprendió la marcha, dirigiendo este cortejo, según la leyenda, la estrella de Belén. En el camino un lobo mató a uno de los bueyes y le sustituyó tirando del carro.(21)
En 1162 Federico I Barbarroja conquistó y mandó destruir Milán. El arzobispo de Colonia Raynaud von Dassel que fue nombrado Canciller jefe de Italia, le pidió llevarse las reliquias como botín de guerra, y en julio de 1164, los restos de los Magos fueron llevados a la primitiva catedral de Colonia que ya existía desde 870(22). Pero habiéndose incendiado dicho templo el 30 de abril de 1248 se construyó una nueva Catedral en Colonia dedicada a Melchor, Gaspar y Baltasar, cuyos supuestos restos se encuentran en un gran sarcófago triple, en forma de basílica, llamado Relicario de los Tres Reyes Magos, construido en madera revestida de oro y plata y ricamente decorado con esmaltes, marfil y unas 1000 piedras preciosas. Su construcción duró 40 años, está situado detrás del altar mayor y fue encargado por el arzobispo de Milán Felipe de Heinsberg siendo el mayor relicario trabajado a mano de la Cristiandad. Los Reyes Magos son hoy los santos patronos de Colonia en cuyo escudo de armas figuran las tres coronas.
Por si fuera poco, en el Monasterio de San Pablo del Monte Athos hay un relicario de oro del siglo IV que contiene nada menos que ¡los regalos que los Reyes Magos llevaron a Jesús! Fue donado al monasterio en el siglo XV por Mara Brankovic, hija del rey de Serbia Đurađ Brankovic, esposa del sultán otomano Murat II, que los tomó de Santa Sofía de Constantinopla.
El 20 de julio de 1864, el gran relicario de Milán se abrió por primera y única vez, y se reconocieron los restos de los Reyes Magos. En su interior además de las reliquias de los Magos se encuentran las reliquias de San Nabor, San Félix y San Gregorio de Spoleto (23). Un testigo ocular escribió:
En un compartimiento especial del relicario que ahora se ve —junto con lo que queda de antiguas, viejas y podridas vendas, probablemente de biso(24) y con restos de resinas aromáticas y sustancias semejantes— numerosos huesos de tres personas, que bajo la guía de varios expertos presentes se podrían reunir en cuerpos casi completos: el uno en su juventud temprana, el segundo en su virilidad temprana, el tercero envejecido más bien.(25).
Finalmente, los huesos se envolvieron en seda y quedaron en su relicario hasta 1903 en que el cardenal y arzobispo de Milán Andrea Carlo Ferrari consiguió que Colonia devolviese a Milán parte de las reliquias – una tibia, un húmero y un esternón- que quedaron depositadas en la Iglesia de San Eustorgio. ¡¡Lástima que la firma de Román de la Higuera garantice documentalmente el fraude histórico tan bien elaborado de las falsas reliquias!!
VER: Catedral de Colonia. Sarcófago de los Reyes Magos. Obra de Nikoláus de Verdúm. Colonia 1183-1225
NOTAS:
1) BIBLIA DE JERUSALÉN cit. Tomo III, Mt, 2:1-11. p. 1388.
2) PROFESORES DE SALAMANCA, Biblia Comentada, 7 tomos, Madrid, BAC, 1960, t. V, p. 35.
3) Una supernova es la explosión final de una estrella que produce una enorme luminosidad (N. del A.)
4) LUJÁN FERNÁNDEZ, N., «Historia y leyendas de los Reyes Magos», en Jano 642 (1985) pp. 48-52: La última se produjo en 1940-41 bajo el signo de Aries y se repetirá en 1198.
5) MICHAEL GREEN, The Meaning of Salvation [1965], Vancouver, Regent College Publishing, 1998, pp. 80-82.
6) GÓMEZ GALÁN, J., El nacimiento de Jesús de Nazaret. Historia y cronología. Córdoba, Edisofer, S, L., 2000.
7) BALAGUÉ. M., Diccionario Griego-Español, Madrid, Compañía Bibliográfica Española, S.A, 6ª Edición, 1965, p. 437: μάγος = sacerdote, astrólogo, sabio…de la Media, Persia, Caldea, etc…
8) Mateo 2.10
9) La velocidad de un dromedario cargado en viaje es de 5 km./h. Oscila en torno a los 30/40 Km. por día. (N. del A.).
10) SAN LEÓN I, MAGNO, Sermón III, «En la Festividad de la Epifanía del Señor», 1-3.5:PL 54, 240. Fichero Ideológico de los Padres de la Iglesia. Disponible en www.mercaba.org/HORAS%20BIENAL/PATRES_E.htm.
11)El adjetivo apócrifo significa «oculto». Se llaman Evangelios Apócrifos o extra canónicos a los textos de los primeros siglos del cristianismo con anécdotas sobre la vida de Jesús, que no han sido admitidos por las iglesias cristianas como inspirados por la Palabra de Dios. (n. del A.)
12) LOS EVANGELIOS APÓCRIFOS. Evangelio armenio de la infancia, Madrid, BAC, 1963, p. 362.
13)CATTABIANI, A., Op. cit. pp. 95 y 101.
14)En otras partes de la Cristiandad recibieron distintos nombres: Apellicon, Amerim y Serakin entre los griegos; Kagpha, Badadilma y Badadakharida en Siria; Ator, Sater y Paratoras en Etiopía. En el Liber pontificalis de Ravena de 845, se llaman Bithisarea, Melichior y Gathaspa. Jacobo de Vorágine (c. 1230-1298) en su Leyenda Aurea los nombra en hebreo Apelio, Amerio y Damasco; en griego Gálgala, Malgalat y Sarathin; y en latín, Gaspar, Balthasar y Melchior.
15) RATZINGUER, J., La infancia de Jesús, Barcelona, Planeta, 2012, p. 100.
16)Visten al estilo persa. Las siglas SCS que preceden a sus nombres significan «sacratísimos». (N. del A.)
VER: Mosaico de la basílica de San Apolinar Nuovo. Año 520, Ravena, Italia.
17)RODRÍGUEZ PEINADO, L., “La Epifanía», en Revista Digital de Iconografía Medieval, vol. IV, nº 8, 2012, p. 28. El Libro de los Pontífices de Rávena agrupaba datos biográficos de los obispos de Rávena desde San Apolinar hasta Georgius (846) con datos de edificios, inscripciones etc…
18)Biblioteca del Estado. Múnich, Baviera. Sign. Clm 8110. Opus imperfectum in Mattheum
19)Historia de los Reyes Magos; manuscrito 2037, Biblioteca de la Universidad de Salamanca; anónimo; Introducción, transcripción y notas de Mª Teresa Herrera y José Oroz Reta, Salamanca, Universidad 2004.
20)PÉREZ-CUADRADO, J., op. cit. pp. 136 y 137.
21)
ROJAS, P. de., Historia de la imperial, nobilissima, ínclita y esclarecida ciudad de Toledo, cabeza de su felicísimo reyno: Fundación, antigüedades, grandezas y principio de la Religión Católica en ella y de su Santa Iglesia, Primada de las Españas: Vidas de sus arçobispos y Santos y Cosas memorables de su Ciudad y Arçobispado. Dedícala a la Magestad del muy alto y Poderoso Señor Don Felipe Quarto, nuestro Rey y Señor y de las Españas, Nuevo Mundo y de otras muchas coronas: Don Pedro de Rojas, Conde de Mora, Señor de las Villas de Loyos, y el Castañar, Cavallero de la Orden Militar de Calatrava, del Consejo de Su Magestad en el Supremo de Italia, y Mayordomo de la Reyna nuestra Señora y sus Altezas. Parte Primera. Con privilegio, En Madrid, Por Diego Díaz de la Carrera, Impressor del Reyno, Año de M.DC.LIV, .pp. 259-261.
Disponible en https://books.google.es/books?id=0lXc4eD3ckQC.
22) Hay constancia documental de un obispo de Colonia llamado Maternus II en los años 285-315, lo que supone la existencia de una iglesia catedral. (N. del A.)
23) CARROLL CRUZ, J., Relics. What They Are and Why They Matter, TAN Books, Charlotte, North Carolina, USA. 2015, pp. 214-216.
24) Tela muy suave y tenue de algodón o lino muy fino. (N. del A.)
25)FLOSS, H.J. Dreikoenigenbuch, 1864, pp. 116-122
FUENTE: PARA CITAR ESTE ARTICULO:
MARCHAMALO SÁNCHEZ, ANTONIO, Historia de la Navidad y sus Símbolos. Madrid. Editorial Ende, 2017, pp. 101- 116.
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