POR MIGUEL ÁNGEL FUENTE CALLEJA, CRONISTA OFICIAL DE NOREÑA (ASTURIAS)
En febrero a las 8 del día aún es de noche. Nos lo recuerda Antonio Gamoneda
Acabábamos de bajar la Eiría de Hevia dejando a nuestra derecha el palacio de los Masaveu y su largo y alto muro de fabrica y a pasos acelerados por la premura, cruzamos Orial donde con el suelo recién embreado se caminaba mucho peor. Dejamos a la izq. tras pasar el puente del rio Nora, una acampada de gitanos que habían llegado el día anterior allí, a La La Charca desde Les Peñes de Noreña y algunos, ya se habían incorporado al trabajo de reparación de la carretera. Era su especialidad. Esa y el hacer artísticas cestas de mimbre. El mayor de todos ellos, el patriarca, apoyado en la cachaba, observaba en la distancia el trabajo de sus correligionarios; otros dos más jóvenes, se encargaban de mantener la brea en perfecto estado de temperatura para que el cuarto gitano la fuese extendiendo pulverizando por toda la superficie empedrada. Sin protección alguna, estaban con el rostro ennegrecido, brillante…Entramos en el sendero paralelo a la vía y aun nos quedaban muchos metros para alcanzar la estación.
Al pasar bajo el puente que está situado por debajo de la casa del Maneguero, oímos por fin el silbido del tren del FF. de Langreo, el viejo tren de madera como al que cantaba Víctor Manuel, mientras por los altavoces anunciaban su próxima entrada en la estación -mal llamada de Noreña- diciendo que venía procedente de Gijón con destino a Pola de Laviana. Efectivamente. Donde nos encontrábamos era terreno de El Berrón y no del viejo condado tal y como se indicaba en los mosaicos de la fachada norte. Mandaba el convoy el maquinista Mariano Pardo.
Corsino Fanjul, a la sazón, jefe de estación en F.F. Económicos, impecablemente vestido de uniforme azul con bordados y distintivos en rojo y oro, antes de dar la salida con el banderín enroscado de color rojo en alto, apuraba su saludo a los viajeros amigos, recibiendo a unos y despidiendo a otros ya que el tren con destino a Oviedo en la vía del Económicos también había hecho entrada en su correspondiente andén.
Aquello parecía un hormiguero. Unos corriendo de un tren para otro, los encargados y encargadas de transportar maletas hacían lo propio en busca de la obligada propina. Un señor a quien le faltaba una pierna, que se acompañaba de muletas de madera, vociferaba ofreciendo coplas de Antonio Molina, de Mairena y de Manolo Escobar. Otro señor, este de chaquetilla blanca impoluta, anunciaba helados de fresa, limón y menta mientras una pareja de guardias civiles vigilaba el ambiente desde el vagón de cola por si veían algún carterista en plan de actuar. Los encargados de recoger la facturación de paquetería manejaban con soltura sus pesados carros de ruedas giratorias. Jamones y chorizos de Noreña, salchichas de El Berrón, jabones de Colegial, además de los sacos de Correos, etc.
En el andén estalla la campana.
Nos sobresalta la crueldad de un silbido.
El tren arranca. Todo vuelve a su antiguo sentido.
GAMONEDA
En pocos minutos todo quedó prácticamente despejado. Los cuatro trenes fueron partiendo hacia sus respectivos destinos: Gijón, Laviana, Santander y Oviedo. Solamente en la cantina de Beni se apreciaba algo de movimiento de algún viajero sin prisa. Corsino se sentó en su despacho satisfecho porque los diferentes trenes habían partido a la hora prevista. Lo estoy reviviendo.
Por el sendero paralelo a las vías en dirección oeste, Doña Maruja, maestra nacional en Hevia y que había llegado en el tren procedente de Oviedo como hacia todos los días, va acompañada de un grupo de alumnas camino de la escuela ubicada a varios kilómetros que la inolvidable “seño” recorría a diario ida y vuelta.
FUENTE: M.A.F.C
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