POR JUAN CUÉLLAR LÁZARO, CRONISTA OFICIAL DE FUENTIDUEÑA Y FUENTEPIÑEL (SEGOVIA)
El 30 de noviembre la Iglesia Católica celebra la festividad de San Andrés Apóstol, que en nuestra Comunidad de Villa y Tierra de Fuentidueña es venerado especialmente en Pecharromán, pueblo del que es el patrono y cuya iglesia, con portada y ábside románicos, y que bien merece una visita, lleva su advocación, presidiendo una imagen suya igualmente el retablo mayor.
El elegante ábside de mampostería que alberga su cabecera tuvo que ser reforzado con dos sólidos contrafuertes o estribos de sección rectangular de sillares en 1713 por la ruina inminente que le amenazaba. Su sección semicircular está dividida en cinco tramos por cuatro gruesos pilares que se doblan hacia fuera, de los que los tres centrales tienen su correspondiente ventana, aunque la del medio está tapada por uno de los contrafuertes que le apuntala. Estos vanos tienen arcos de medio punto que descansan sobre columnillas con sus correspondientes capiteles, dos de los cuales representan unas sirenas-aves con busto femenino y cola de reptil envueltas por una profusa decoración vegetal. Sobre ellos y bajo su alfeizar hay dos impostas que recorren todo el ábside.
La cornisa apoya, como es natural, sobre canecillos decorados con temática muy variada, y es en estos en los que más y mejor se ve la influencia de los artífices de los de la iglesia de San Miguel, de Fuentidueña, destacando los de cabezas monstruosas de rasgos imprecisos y uno de Moisés con su melena y su barba y los dos rayos que le brotan de la cabeza a modo de cuernos. Dentro de este variado repertorio, no faltan también los de hombres y mujeres con diferentes apariencias y gestos, algunos incluso en actitudes pecaminosas, y otros con cabezas de perros de gran ferocidad, con orejas puntiagudas y ojos resaltados, dispuestos al ataque, e incluso uno que parece representar a un diablo cargando con una mujer desnuda.
No obstante, el elemento que más llama la atención, y quizás el más destacado de la construcción, es su hermosa y enigmática portada, situada en el muro septentrional cuyo arco de medio punto se halla enmarcado por cuatro arquivoltas diferentes en forma de arista viva, nacela y bocel, que apoyan sobre los ábacos de las jambas y de las tres estilizadas columnas que están rematadas por sus correspondientes capiteles, casi todos ellos decorados con volutas. La arquivolta inferior está compuesta y decorada por un nutrido grupo de cabezas de seres diabólicos e indefinidos, lo que se ha tratado de interpretar por algunos investigadores como un intento por parte de estas representaciones satánicas de perturbar el acceso de los fieles al interior del templo, algo que no pueden conseguir al imponerse la fe de los creyentes. Intercalados, también aparecen algunos rostros humanos, bien en actitud sonriente, socarrona o hablando, lo que dificulta aún más la comprensión del significado real de este conjunto escultórico, al igual que sucede con muchos de los que conforman los grupos de canecillos de algunas de estas iglesias románicas.
“Noviembre, dichoso mes que entra con Todos los Santos, media con San Eugenio y sale con San Andrés”.