POR GOVERT WESTERVELD, CRONISTA OFICIAL DE BLANCA (MURCIA)

Entre las trascendentales características que marcaban a fuego estos vetustos mesones, destacaba su posicionamiento estratégico: yacían en puntos estratégicos a lo largo de las rutas comerciales, contiguos a los nodos de recaudación o peajes, donde los trotamundos se veían compelidos a desembolsar gravámenes e impuestos. En contraposición a las modernas posadas, estos vetustos mesones no ostentaban la variedad de servicios actuales. Su propósito primordial residía en proporcionar un refugio seguro para el sosiego, el intercambio equino y, en ciertos casos, ofrecer albergue rudimentario.

Dado que los traslados en aquel tiempo se consumaban mayormente a lomo de corcel, los viajantes se veían compelidos a intercambiar cabalgaduras de forma regular debido al desgaste inherente. Los mesones, en consecuencia, constituían instalaciones de relevancia para la mutación equina, a la par que ofrecían un recinto donde los peregrinos podían entregarse brevemente al descanso reparador. Estos mesones se erigían como nodos cruciales para el entramado comunicacional y comercial de la era. Los comerciantes encontraban refugio para descansar, intercambiar mercancías y obtener información sobre las condiciones del camino. Arquitectónica-mente, estos mesones destacaban por su estructura sencilla y funcional, con habitaciones para los viajeros, establos para los caballos y, en algunos casos, espacios comunes ideales para la convivencia. Más allá de su función pragmática, estos mesones desempeñaban un rol económico en las comunidades locales, al generar ingresos mediante las tarifas percibidas por sus preciados servicios.