POR JUAN JOSÉ LAFORET HERNÁNDEZ, CRONISTA OFICIAL DE LAS PALMAS DE GRAN CANARIA (LAS PALMAS).
Corredores de todas las islas, pero también muchísimos corredores populares, que siguen con verdadero entusiasmo esta llamada de los pinares.
Por el Valle de Agaete, por los riscales de San Pedro a Tamadaba, desde las primeras horas, las nubes dejaban paso a un día espléndido, radiante de cielo y mar azul, con un arco iris alzado en la lejanía. Todo era esperanza gozosa, ánimo inquieto, sueños que, en pocas horas, se irían haciendo realidad. Comenzaba, junto a la ermita de San Pedro, como cualquier día de ‘Rama’ y como ya es también tradicional en este lugar, una nueva edición de la Tamadaba Trail, una sugerente carrera de montaña que ha sabido identificarse y arraigar profundamente con estos parajes grancanarios, tanto que este año, en su XII edición no ha dudado ya, como creo que siempre deseaba, en nominar sus diferentes modalidades con nombres como ‘La Rama’, ‘La Diana’, ‘La Retreta’ o ‘Agaete’. Corredores de todas las islas, primeras figuras en esta modalidad atlética tan en boga, pero también muchísimos corredores populares, que siguen con verdadero entusiasmo esta llamada de los pinares, y entre ellos vecinos de todas las edades, como esa señora de setenta años que, rodeada de sus hijos y amigos, logró quedarse clasificada como primera en su categoría, concitando una explosión de júbilo que hizo de todos aquel logro.
Al ascender hacia ‘Berbique’ y el pinar de Tamadaba, en los primeros kilómetros de la carrera, por el ancestral sendero de ‘los romeros’, ‘camino de la rama’ o ‘camino del Valle a Tamadaba’, la vista de aquellos parajes me trajo a la memoria un viejo texto de comienzos del siglo XX, del sacerdote Pablo Artiles, donde ya se señalaba como la «naturaleza extremó allí su lujosa vegetación… Un frescor agradable baja de las cumbres bravías, y una brisa confortante penetra en el valle desde el cercano mar». Aquello se vivía en directo en aquellos tramos de duro, pero sugerente ascenso, y ponía la piel de carne de gallina, pues desde allí, como también plasmó en esta edición el magnífico cartel de la Tamadaba Trail, se apreciaba toda la esencia de aquel valle y de las altas montañas que lo contornean, apreciándose como los «altos roques alargan sus cabezas monolíticas, mascarones de proa de un fantástico barco guerrero, sobre el hondo valle, todo armonía y ensueño, temblando de emoción el ramaje siempre verde, fuertemente oloroso, de los pinos robustos…», y al llegar a la era, tras pasar junto a las antiguas habitaciones trogloditas, en un escarpado risco, se hacía difícil no detenerse un minuto, alzar la mirada y respirar hondo, pues aquí «todo es bello, todo respira grandeza y luz de cumbre en este valle delicioso».
La lluvia, que endulzaba generosamente, desde días antes, casi toda la geografía grancanaria, parece como que quiso no mojar demasiado los senderos del pinar, y Tamadaba, en el frescor de la mañana, con un sol suave que se convertía en diademas de los pinos, abría de par en par sus senderos para que la carrera transcurriera muchísimo más rápida de lo que se esperaba, como me comentaba satisfecho un miembro de la organización, cuando ya bajaba por los umbríos caminos de El Hornillo y El Sao a Los Berrazales, donde el barro y las piedras mojadas si imponían sus exigencias, y aquí aparecía un nuevo y sustantivo reto, una bajada muy técnica ante la que los participantes debían dar todo lo mejor de sí mismos, pero eso sí, bajo los ojos avizores y amigos, muy pendientes de todo y en todo momento, de diversos equipos de protección civil y voluntarios que, afortunadamente, no tuvieron que atender ninguna grave emergencia. El paso por el pinar fue leve pues, como si de ángeles se tratara, nada se modificaba o se alteraba; quienes corrían nunca se salieron de los senderos y su marcha, por lo rápido, apenas hollaba el suelo. No es de extrañar que, en una pionera ‘Guía Turística de Gran canaria’, allá por 1964, Elizabeth Hodkinson, quizá premonitoriamente a todo lo que se puede contemplar y disfrutar en el transcurso de la Tamadaba Trail, ya señalara como este «paisaje está entre los más grandiosos de la isla y se aconseja tomar la carretera que lleva a Tamadaba, por la vista de la costa y de Tenerife». Y, efectivamente, en la lontananza el Teide, como flotando sobre las nubes archipelágicas, fue testigo directo de todo lo acontecido en este Trail el pasado sábado 2 de diciembre, cuando el Valle ya parecía el anticipo de un Belén viviente.
Y como las aguas ferruginosas y vivificantes que bajan de la cumbre, de los riscos del valle, la Tamadaba Trail también encauzó sus últimos kilómetros por el barranco de Agaete, entre frutales y terrenos fértiles, y con el aroma de los cultivos dulcificando un último y exigente esfuerzo, hasta casi llegar a la meta, en una amplia plaza junto al Polideportivo. Y en esos instantes, merecía la pena -al menos quienes no íbamos con la exigencia de obtener segundos que podían frustrar o no una marca largamente preparada- detenerse un instante, mirar al valle, al alto pinar, a los riscales, y exclamar con Néstor Álamo aquello de «Tierra, mía; pino verde y negra playa, tierra de mis alegrías, ¡ay Pinar de Tamadaba», unos versos y un sonar instituido, en el fondo del alma, como un verdadero elemento identificador de esta Tamadaba Trail.
En meta, como en la salida, como en los avituallamientos del pinar, de la presa de Los Pérez o de San Pedro, todo era afecto, amistad cercana, acogida fraternal; allí vivificaba más que el agua fresca, una mirada, una sonrisa y, en casos, hasta un abrazo fraternal que ayudaba a proseguir el sustantivo camino que habíamos emprendido ese día. En su XII edición la Tamadaba Trail se ha mostrado como un verdadero patrimonio deportivo y cultural de Gran Canaria. Y hay que agradecérselo al esfuerzo constante, arduo, generoso de quienes integran el Club Deportivo de Montaña RUNGOSAY, así como a los organismos oficiales y empresas que colaboran con el club para que esto sea una realidad. Un esfuerzo que, además, ha merecido que este año se celebrara el Campeonato de Canarias de carreras de montaña en línea, lo que dio a quienes decidieron participar en la misma, como reconocían desde el Club, «la oportunidad de demostrar sus habilidades y competir con los mejores corredores de montaña de todo el archipiélago». Una prueba de Trail que emociona, que «en aquel suave temblar, del Pinar de Tamadaba, pide besos al mar».