POR JUAN JOSÉ LAFORET HERNÁNDEZ, CRONISTA OFICIAL DE LAS PALMAS DE GRAN CANARIA (LAS PALMAS).
Y es que, en estos primeros días de diciembre, son tradicionales los actos y celebraciones en honor de las patronas de Artillería, Infantería y Aviación, Santa Bárbara, la Inmaculada Concepción y la Virgen de Loreto respectivamente.
La conmemoración y exaltación de la vigente Constitución Española, cada 6 de diciembre, siempre me evoca una curiosa y sustantiva conexión, la que aprecio en los propósitos de su Preámbulo con las de los primeros periódicos isleños, allá por la mitad del siglo XIX. Y es que, si en 1978 la Constitución se proponía «consolidar un Estado de Derecho que asegure el imperio de la ley como expresión de la voluntad popular», el 1 miércoles 3 de mayo, en el número 1 del periódico tinerfeño ‘El Atlante’, su cabecera se complementa con una frase que mantendrá en todas las siguientes ediciones, un enunciado que reflejaba un sentir y una esperanza, una aspiración por un Estado de Derecho, al decir como «aquel pueblo es verdaderamente libre donde las leyes mandan y los hombres obedecen».
Es también aquella afirmación del non nato periódico grancanario ‘El Pueblo’, impulsado por Antonio López Botas y Juan Evangelista Doreste, que, en su Prospecto, aparecido un significativo 24 de junio de 1842, ya señalaban como «El Pueblo, en fin, que habiendo llegado a conocer sus derechos y deberes, cumple estos con exactitud para gozar completamente de aquellos». Es, ante ello, la actitud de ‘El Porvenir de Canarias’, que en también en su Prospecto, impreso en la veguetera imprenta de Ortega y Hermanos en septiembre de 1852, al afirmar como la «administración propiamente dicha será para nosotros un objeto de preferencia, por que es la que más directamente influye en el bienestar y prosperidad de los Pueblos». Con estos precedentes, encontrados en los prolegómenos de la historia del periodismo isleño, como ejemplo de sentimientos y aspiraciones que se irán progresivamente encauzando, es notable observar como 171 años después la Constitución que disfrutamos hoy, en su artículo 9º, señale claramente como «corresponde a los poderes públicos promover las condiciones para que la libertad y la igualdad del individuo y de los grupos en que se integra sean reales y efectivas; remover los obstáculos que impidan o dificulten su plenitud y facilitar la participación de todos los ciudadanos en la vida política, económica, cultural y social».
Y en ese ámbito de un Estado de Derecho, en el que la Constitución establece, en su artículo 30º, que «los españoles tienen el derecho y el deber de defender a España», también aparecen en estos días de diciembre unas celebraciones que rememoran el papel que las fuerzas armadas han tenido en la defensa y el porvenir de Canarias, en especial cuando se ha conmemorado el 450 Aniversario de la creación de la Milicias Provinciales de Canarias, en las que se aúnan todos los sectores sociales, todos los recursos posibles y las aspiraciones de un Archipiélago para afrontar su seguridad y su defensa, en un mar de vaivenes que debió atravesar a lo largo de los siglos, con un ejemplo que hoy habrá que tener muy en cuenta.
Y es que, en estos primeros días de diciembre, son tradicionales los actos y celebraciones en honor de las patronas de Artillería, Infantería y Aviación, Santa Bárbara, la Inmaculada Concepción y la Virgen de Loreto respectivamente. Unos eventos que en Gran Canaria tienen un enorme arraigo y a los que se vinculan no sólo autoridades civiles y representaciones institucionales, sino muchísimas familias isleñas a las que pertenecen cientos de miembros de las Fuerzas Armadas en las islas, o miles de grancanarios que siempre se han sentido muy ligados a estos destacamentos militares, desde que en años juveniles cumplieron en ellos con el entonces servicio militar obligatorio.
Pero no queda en ello la fuerza y el calado de esta vinculación de Isla y representación de las Fuerzas Armadas. Se trata de una vinculación íntima, sentida, muy propia, y diría que hasta identitaria, que ha caminado a través de la historia, desde aquellos siglos en los que isleños de a pie, de todas las profesiones y estamentos sociales, y militares profesionales –al modo y manera de cada época- permanecían permanentemente en una estrecha, dinámica y efectiva unión en la defensa preventiva o activa, pero siempre eficaz –sólo logró tomar la ciudad el almirante holandés Van der Does, gracias al número imponente de su armada, un hecho de armas que se convirtió en la principal victoria de la Gran Canaria sobre sus enemigos, y en buena medida gracias a esa sólida unidad de sociedad-fuerzas armadas-, que hoy puede y debe ser tomada como precedente, y hasta como referente, para esa cultura de «seguridad y defensa» que deviene de nuestra Constitución vigente, que curiosamente se celebra también en estos mismos días de la Patronas militares -4, 6, 8 y 10 de diciembre-.
Una cultura que, como promueve la Ley 36/2015 de Seguridad Nacional, busca hoy favorecer «…la implicación activa de la sociedad en su preservación y garantía, como requisito indispensable para el disfrute de la libertad, la justicia, el bienestar, el progreso y los derechos de los ciudadanos…», que no era otra cosa que lo que ya hacían codo con codo, mano con mano, ciudadanos y mandos militares en Gran Canaria en los primeros y más convulsos siglos de su historia, buscando la libertad y la seguridad que les permitiera ser ese punto neurálgico y efectivo para las relaciones y las transacciones comerciales y humanas entre tres continentes, de lo que dependía su porvenir. De todo aquello, de la significación de las Milicias Isleñas –forma de organización militar entre los siglos XVI y XIX, que contó con muchísimos de los personajes más célebres de la historia local, rememoremos simplemente al historiador Pedro Agustín del Castillo, al cronista Isidoro Romero Ceballos, a Constantino Cairasco (hermano del célebre poeta, que también participó en la defensa isleña ante ataques como los de Drake o Van der Does), o al padre de Benito Pérez Galdós, que se significó mucho en la actuación de la Granadera Canaria en la Guerra de la Independencia, del rastro que la arquitectura defensiva o militar dejó en la tradicional de la isla (casas con cierto estilo de fortalezas, caños para el agua con forma de cañón, almenado en las fachadas, etc…), las fortalezas que aún ocupan lugar destacado en el contorno de la capital insular y la identifican, o de nombres de calles o topónimos, como Santa Bárbara, Patrona de Artillería, en Vegueta, el célebre ‘callejón del Artillero’ en Triana, Cuatro Cañones en Schamann, entre muchísimos otros que es imposible de recoger ahora, pero que de seguro están en la mente de todos.
Sociedad y milicia, cultura de seguridad, historia de la defensa del territorio insular y su preservación para alcanzar su progreso, son elementos que se muestran aunados y se pueden esgrimir como ejes identitarios en Gran Canaria de las celebraciones en estos días de diciembre de las ‘Patronas Militares’. Patronazgo que también comparten muchas localidades insulares con festejos antiguos y tradicionales, como La Inmaculada por Jinámar. Y es que todo ello debe ser un referente efectivo en esa promoción que la ‘cultura de defensa’ hace ante la ciudadanía de un «…conocimiento de los riesgos y amenazas actuales a la seguridad, y de los instrumentos necesarios para garantizar la defensa…», algo que se ha planteado como crucial para que la sociedad española conozca, valore y se identifique con su historia, y con el esfuerzo solidario y efectivo mediante el que las Fuerzas Armadas salvaguardan los intereses nacionales. Constitución y Patronas militares como expresión profunda de tanto de una historia muy elocuente, como de un presente constitucional y de derecho.