Todo ello se muestra en la exposición ‘La Edad de Plata en Murcia’, mientras el Archivo General de la Región de Murcia lo hace con la del fotógrafo Mateo, de quien supe a través de la prensa murciana, al comentar ésta su éxito en la Exposición Internacional de Fotografía celebrada en Madrid durante la primavera de 1921. Por entonces Carlos Mateo, destacado miembro de esa saga de fotógrafos capitalinos a los que antes me he referido, era corresponsal en Murcia de las afamadas revistas ‘Prensa Gráfica’ y ‘Prensa Española’.
POR JOSE ANTONIO MELGARES GUERRERO, CRONISTA OFICIAL DE CARAVACA Y REGIÓN DE MURCIA.
La exposición en el Palacio Almudí con motivo del centenario del Suplemento Literario de LA VERDAD y la organizada en el Archivo Regional sobre la saga de los Mateo son una ocasión de excepción para acercarse a «la víspera de nuestro tiempo»
Consciente o inconscientemente, más bien creo lo primero, la exposición ‘La Edad de Plata de Murcia’, que bajo el patrocinio del diario LA VERDAD y otras instituciones, y comisariada por el galerista Nacho Ruiz, abrió sus puertas en el Almudí capitalino el 23 de noviembre pasado para conmemorar los cien años del Suplemento Literario de este periódico. Coincide en el tiempo con la que simultáneamente se muestra en el Archivo Histórico de la Región de Murcia sobre el fotógrafo Mateo [‘Entre la tradición y la modernidad. La saga fotográfica de los Mateo (1907-1946)’, comisariada por José Fernando Vázquez Casillas] y la saga de fotógrafos que trabajaron con él, a lo largo de la década de los años veinte del pasado siglo. Ambas son complementarias y se refieren a un tiempo que, sin duda, influyó lo suyo en la configuración del actual.
En el Almudí se informa al interesado, fundamentalmente, sobre aquel fenómeno literario que tanto enalteció el nombre de Murcia dentro y fuera de nuestras fronteras regionales, con la participación de escritores e ilustradores situados en la primera fila de la vanguardia literaria española, durante la década de los años veinte del pasado siglo, ya instalados en el postmodernismo. Aquellos años (denominados por muchos «locos»), en que la moda, sobre todo la femenina, influida por los modistos parisinos, impuso su personalidad, rompiendo con la tradición y guiñando un ojo al futuro. En que al ritmo del charlestón se olvidaban penas, se vivía plenamente el presente y el Modernismo (‘Art nouveau’ para otros), imprimía sus gustos hasta en los anuncios comerciales. La época en que LA VERDAD y ‘El Liberal’ (aquel bajo la dirección de Francisco Martínez García y éste de Pedro Jara Carrillo), rivalizaban por hacer mejor y más ameno periodismo. En que el sonido de las caracolas se escuchaba en la Huerta como aviso y presagio de posibles inundaciones (y con ellas enfermedades, desolación y luto). En que el teléfono comenzaba su automatización y sólo «las telefonistas» de antaño atendían a los clientes en los pueblos. En que el Círculo de Bellas Artes, instalado en la Trapería, organizaba exposiciones, conferencias y conciertos de todo tipo a los que acudían literatos y catedráticos de toda España, y músicos de los más prestigiosos conservatorios y orquestas de Europa.
En el ‘Círculo’ se exponían las obras pictóricas de Antonio Gil Montejano, de Julián Alcaraz, Pedro Sánchez Picazo, Luis Garay, Joaquín y Pedro Flores; las esculturas de José Planes, y hasta las figuras en barro policromado de Los Bellos Oficios de Levante que en 1923 creó Antonio Garrigós Giner. También las primeras creaciones plásticas de un niño de 11 años, conocido como Ramoncito Gaya, que con mérito y luz propia se abría paso entre los «grandes», quienes lo admiraban y respetaban por sus cualidades artísticas que ya prometían un porvenir de éxitos.
Retratos como el de 1923 de una dama anónima, vistiendo el «hábito» al que le obligaba el cumplimiento de alguna promesa. El de una niña vestida de primera comunión, con su pequeño estandarte en la mano, muy al uso en las costumbres de la época. La de una boda, o la de una familia, retratada en su estudio en día «de sol» y por tanto de luz; así como otras muchas, de las actividades de «los exploradores» murcianos y de las fiestas más importantes.
Los hermanos Miralles
Mateo fue contemporáneo en esta Edad de Plata en Murcia del fotógrafo totanero afincado en la capital (y hermano del pintor Obdulio Miralles) Francisco Miralles, quien abrió estudio en esos mismos años veinte, en un piso alto de la calle Montijo, a donde acudían otros artistas a ejercer su labor creativa por la buena iluminación del lugar.
Insisto en que ambas exposiciones se complementan y que la visita a una de ellas, invita inevitablemente a la contemplación y disfrute de la otra. La ‘Edad de Plata’ que vivieron los abuelos y bisabuelos de los de mi generación, es una ocasión de excepción para el conocimiento de una época no tan lejana, que bien puede considerarse la «víspera de nuestro tiempo», en la que intelectuales de todo tipo: artistas, literatos y músicos mostraron su talento, mientras los fotógrafos captaron el acontecer social en que unos y otros desarrollaron su actividad, mientras la población seguía ocupada en su ritmo habitual.