POR ÁNGEL RÍOS MARTÍNEZ, CRONISTA OFICIAL DE BLANCA (MURCIA)
Tras la conversión al cristianismo, en 1501, la mezquita pasó a ser la primera iglesia cristiana de nuestra localidad y también lugar de enterramiento, ya que propiciaba un contacto entre vivos y muertos, alguien rezaría por su alma y le ayudaría a llegar al cielo.
La costumbre de enterrar dentro de las iglesias se consolidó por razones religiosas y económicas a lo largo de la historia de la cristiandad. Hasta el siglo XVIII, excepto por necesidad en que se habilitaba el atrio, un pequeño recinto alrededor de la iglesia, los en-terramientos se realizaron dentro de las iglesias.
La meta del cristiano era esa: llegar al cielo en el menor tiempo posible. Sobre esto, Gonzalo de Berceo, poeta de finales del siglo XII, decía que todos somos remeros y que lo importante era terminar felizmente la peregrinación:
Quanto aquí vivmos en ageno moramos,
la ficança durable suso la esperamos,
la nuestra romeria entonzes la acabamos
quando al Paraíso las almas enviemos…
El pensamiento que se tenía era que cuantas más misas u obras dejasen establecidas en el testamento más fácil sería obtener el cielo; pero nada estaba asegurado ya que, ¿acaso no existía el riesgo de ser condenado al infierno?
Dante Alighieri nos da una versión del infierno:
“Allí, bajo un cielo sin estrellas, resonaban suspiros, quejas y profundos gemidos, de suerte que, apenas hube dado un paso, me puse a llorar. Diversas lenguas, horribles blasfemias, palabras de dolor, acentos de ira, voces altas y roncas, acompañadas de pal-madas, producían un tumulto que va rodando siempre por aquel espacio eternamente oscuro, como la arena impelida por un torbellino…”
Desde el siglo XIV se conocía la existencia de un lugar intermedio: el purgatorio, que significaba un nuevo camino para ir al cielo, prosperando el culto a las ánimas.
En relación con las Ánimas diré que la Iglesia, en el Concilio de Florencia (1493), promulgó de forma oficial la doctrina del Purgatorio, pero fue en el de Trento donde la Iglesia reconoció la existencia del mismo (3-XII-1563) y se dispone que para ayudar a las almas que allí están sufriendo es necesario la oración, la limosna, ofrecer sacrificios y misas. Con la finalidad de ayudar a las almas a salir del Purgatorio surgieron las Cuadrillas de Ánimas que, mediante las “coplas animeras” pedían por ellas, “coplas” de cuatro versos de ocho sílabas (octosílabos), con rima asonante o consonante en el segundo y cuarto, quedando libres el primero y tercero.
Las almas del Purgatorio
en la puerta las tenéis
si le dais una limosna
en el Cielo la hallaréis.
Si no puedes con limosna
reza con grande cariño
un rosario que a las almas
también le sirve de alivio.
Basada en la fe de la Comunión de los Santos está el rezo por las Ánimas del Purgatorio, con la finalidad de aliviar o liberarlas de sus penas para que lleguen, lo antes posible, a la presencia de Dios.
En Blanca la devoción a las Ánimas está muy arraigada, tenemos constancia de partidas de defunción, tan sólo dos años después de que se reconociera la existencia de Purgatorio, en la que se hace constar esta finalidad, lo encontramos en el Testamento de Catalina Pinar, mujer de Francisco Cachopo (AHPM. Protocolo 9325, folios 48v-51v; 3 de mayo de 1565) en que consta:
Mando que mi cuerpo sea enterrado en la iglesia de esta villa, en la sepultura donde mis padres están enterrados y me digan la misa de enterramiento, vigilia, honras y cabo de año. Mando por mi ánima treinta misas rezadas, por las ánimas de mis padres y suegros veinte misas rezadas, por las Ánimas del Purgatorio diez misas rezadas.
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