POR BIZÉN D’O RIO MARTÍNEZ, CRONISTA OFICIAL DE LA HOYA DE HUESCA. 

Existió un impuesto de tipo eclesiástico que afectó a los frutos de la cosecha;  animales y trabajo, si bien prácticamente se quedó generalizado en el porcentaje del 10 por ciento sobre los cereales: trigo, ordio, cibada, zenteno y mestura, además del vino y el aceite.

Los beneficios de estos diezmos, se repartían entre los beneficiados que en algunos casos incluían a señores láicos, y parte de ellos eran destinados al pago del personal encargado de su recogida, y no es extraño encontrar en los libros de gastos de la Iglesia, el importe año tras año, de las «soldadas de premizieros», «dezimeros», «carriadores», etc. Igualmente,  y por facultad concedida a la Corona Española por el Papa Pio VII, de poder exigir la «novena» parte de todos los diezmos percibidos por el clero de España e Indias, se comenzó este gravamen, o se puso en vigor el año 1801 y su importe era destinado concretamente a la extinción de la deuda pública.

La «Novena» era pues una de las nueve partes en las que se dividía el cúmulo de los diezmos, para distribuirlos según la disposición pontificia. Esta cantidad era medida en los cereales tras la «rezepta» en «cafices», «arrobas» y «quartals». En el vino, una vez que debía ser sacado del «ornal» o «lagar», ya que en muchos casos la «rezepta» era efectuada en «mosto», se medía por «nietros» y «cántaros», pero el aceite se prestaba a confusión entre «arrobas», «libras» y «onzas» y para su medición, los alfareros aragoneses crearon «la novena» y «media novena», especie de jarra de pico ancho a «tornagüelta» con el fin de evitar el goteo pringoso del aceite, pero como este líquido además «rezuma» e impregna todo, se acompañaba esta medida con un plato que encajaba en la base de esta pieza recogiendo para su reaprobechamiento el aceite deslizado.

Viejas piezas de una artesanía que hoy son difíciles de encontrar, ya que todas ellas quedaron arrumbadas en repostes y despensas, ranciándose el aceite y siendo tiradas como inservibles.

La oposición al pago de estas cargas o gravámenes, hizo que en repetidas ocasiones existieran grandes problemas de cobro y saqueos por parte de la propiedad antes de haber «dezmado» sus cosechas, como también a efectuar encargos a los alfareros de «cántaros dezmeros» con algo menos de capacidad, o «novenas» excasas de medida, con «arbiellos rasgados», etc.

Medidas, regímenes fiscales, y formas de vida de un Aragón próximo y lejano al mismo tiempo.

FUENTE: EL CRONISTA