No es exagerado el afirmar que la exposición EL HOMBRE DE LA SÁBANA SANTA ha sido uno de los acontecimientos socioculturales más importantes de Abarán en los últimos tiempos de puertas para adentro y, de puertas para afuera, uno de los reclamos más efectivos para atraer visitantes de más allá de la Garita.
Es ocioso hablar de lo valioso y llamativo del contenido de la exposición, aunque sí hay que dejar constancia del papel fundamental que ha desempeñado en poder contemplarla aquí nuestro paisano Pedro Peinado quien, inmerso en un grupo de científicos expertos en el tema, ha puesto no solo su nombre sino el de Abarán en una órbita que se extiende fuera de nuestros límites. Y eso es de agradecer, pues esta muestra, tanto por su interesante contenido como por su extraordinario montaje, ha sido objeto de admiración por las miles de personas que la han visitado. Es de destacar el impresionante Cristo, obra de Juan Manuel Miñarro, alma de la exposición, que ha sido objeto de gran admiración y devoción por todos los que lo han contemplado. En definitiva, una exposición que ha sido un orgullo y un privilegio para Abarán y que muy pocos pueblos han podido disfrutar.
Pero, junto a la sensación tan favorable que en todos los visitantes ha causado esta muestra, hay que destacar la impresión tan positiva que tantos forasteros que nos han visitado se han llevado de todo el entorno de la Ermita. He sido testigo de los sentimientos de sorpresa y de admiración ante la contemplación del paseo, de la balconada y de la propia ermita de los Patronos. Un paisaje que casi todos desconocían, aunque en su mayoría eran de nuestra Región, pues solo le sonaban de Abarán las norias y poco más, por lo que muchos pensaban volver con más detenimiento y recorrer este pueblo del que habían visto un entorno tan encantador. Y, sin duda, en todos los lugares de donde vinieran darían testimonio de lo atractivo de este lugar.
Esta ha sido la otra dimensión de la exposición, la de la difusión turística de este pueblo, una difusión que tiene su base en el encanto que encierran lugares como la propia ermita o el teatro o la iglesia de San Pablo o el casco antiguo que, por la estructura y disposición de sus calles, necesita un proyecto de rehabilitación y embellecimiento que lo ponga en valor, pues cuenta además con unos vecinos que se implican en darle vida y actividad.
No hay que negar el impacto turístico de las norias, el río o el Jarral, entornos que han sido y son objeto de una gran promoción y que son visitados por miles de personas de todas las latitudes, pero hay que lanzar también otros motivos para visitar Abarán y, aunque una exposición como la recientemente clausurada va a ser muy difícil que se repita, sí que hay que procurar llevar a cabo en Abarán eventos de entidad social, cultural, religiosa (como el Encuentro de Hermandades) o sanitaria (tenemos muchos argumentos en este ámbito), pues disponemos de infraestructura adecuada y la experiencia nos dice que el visitante se va satisfecho y encantado con lo que aquí conoce.
La Síndone y el sudario tienen que haber servido para resucitar y difundir el valor de nuestras cosas y paisajes, de nuestras costumbres y parajes, de nuestras tradiciones y rincones. Pero, para “venderlo”, primero tenemos que creerlo.