POR RICARDO GUERRA SANCHO, CRONISTA OFICIAL DE ARÉVALO (ÁVILA)
Siempre me he manifestado admirador del Belén, de los belenistas que nos ofrecen sus magníficos montajes que recrean paisajes imaginarios, algunos que se aproximan al paisaje de Belén, otros cual desierto de Arabia y otros de verdes exuberantes, dando rienda suelta a la imaginación del artista. Otros recrean arquitecturas locales de monumentos y edificios singulares, que siempre son muy resultones y sitúan «el nacimiento» más cerca de lo nuestro.
Hace unos días visité el Belén instalado en el zaguán del Ayuntamiento de Madrigal de las Altas Torres, precioso y cuajado de los edificios monumentales de la villa. O el de Arévalo, instalado en la iglesia-museo de El Salvador, con el arco del Alcocer, murallas y casas de la Plaza de la Villa, mudéjares como toda la ciudad. Son visitados por muchísimo púbico, el Belén no se pasa de moda. Simplemente me gustan mucho y me llevan imaginariamente a mi infancia y me trae recuerdos maravillosos.
Yo desde niño ayudaba a mi hermano a poner un gran Belén tradicional, nosotros lo llamábamos «El Nacimiento», muchas veces más bien le estorbaba… íbamos a por musgo y ramitas a las alamedas del Adaja. Un año preparé una cerrecina de figuritas… casi todas tuvieron que pasar por la enfermería… entonces eran de barro, populares y artesanas, y hubo que pegarles brazos y piernas… pero de entre las figuras destacaban unos Reyes Magos en camello de mejor calidad y tamaño, o el Misterio, en un portal de arquitectura den corcho. Ahora pongo uno pequeñito con «el Portal» en una gruta hecha de los más vistosos troncos de encina de la chimenea, los Reyes Magos, el ángel anunciador y un pastor, con unas lucecitas rutilantes. Y así, con ello, la mínima representación, sigo la tradición.
Mucho se ha escrito a lo largo del tiempo sobre el origen histórico de esta costumbre, y siempre nos lleva a San Francisco de Asís. Pero es que, además, este año celebramos el octavo centenario del primer Belén viviente. Anteriormente ya había representaciones en pinturas murales bien antiguas del Belén, pero con el sentido del Belén popular, es San Francisco el iniciador.
Tras la aprobación de la regla franciscana, corría el año 1223, se acercaba Navidad, San Francisco y algunos compañeros se dirigieron al pueblo de Greccio y convenció a los suyos y a un amigo a celebrar la Navidad allí, en un bosque propiedad de este amigo, y celebraron una misa del gallo en una gruta que al santo le pareció Belén, y las gentes del pueblo se brindaron a escenificar aquel acontecimiento del nacimiento de Jesús, y se dispusieron a escenificarlo, también con un hermoso niño. La idea fue hacer un «pesebre vivo» y así lo prepararon, a modo de un auto sacramental.
Al son de las campanas se fueron reuniendo las gentes del pueblo que se quedaron admiradas por aquello que nunca antes habían visto, era como si el tiempo retrocediera al mismo momento del nacimiento de Jesus…
El Santo ya se encontraba enfermo, pensaba que serían sus últimas navidades y las quiso celebrar de un modo distinto. Tres años después Francisco murió y nos dejó esta costumbre que los franciscanos se encargaron de llevar por el mundo.
En Arévalo, que había un convento franciscano muy notable y antiguo, también se ponía el «Pesebre» del nacimiento. Un convento de franciscanos Observantes con destacada historia por dos razones fundamentales. Una, porque fue de los conventos que, según la tradición, fueron fundados por el mismo santo cuando vino de peregrino. Aunque lo que sí es seguro históricamente que es de las fundaciones de primera generación, muy temprana.
Segundo, porque siendo durante la Edad Media un cenobio de notable importancia fue sepulcro real, porque en su iglesia estuvieron enterrados Alonso el hermano de Isabel la Católica, su abuela y la madre, también «Isabeles», y en su iglesia se celebraron exequias por la Reina en la primera etapa Medina-Arévalo del féretro de Isabel en su camino a Granada, y los franciscanos arevalenses estuvieron muy cercanos a la infanta desde sus años de Arévalo.
En viejos libros hay datos de que en el convento arevalense se ponía el «Belén franciscano», instituido por su fundador. Por ejemplo, el año 1783 tenemos un dato de gastos «por pintar los Arcos del Nacimiento» que, aunque escueto, nos recuerda esa tradición.
Y una frase que corre por las redes: «El árbol es un adorno, la cena una costumbre, Santa Claus, una leyenda… Jesús es la razón de la Navidad».