POR JUAN CUÉLLAR LÁZARO, CRONISTA OFICIAL DE FUENTIDUEÑA Y FUENTEPIÑEL (SEGOVIA)
Dedicado a mi buen amigo, más que amigo, Paco Bailo, in memoriam. Quinto mío y un poco primo (no en vano mi mujer y mis hijos comparten con él apellido), Paco nos ha dejado demasiado pronto porque la muerte, como con Ramón Sijé, ha decidido levantar sobre él temprano el vuelo (Hernández dixit). Y nos ha dejado en una madrugada de luna llena cargada de luces y de sueños, y con ella de la mano se va al Más Allá desbordante de bonhomía y de humanidad, de modestia y de discreción, a desentrañar enigmas y misterios insondables.
Mientras la ribera del Ebro, por Zaragoza, se cubre de niebla y de luto rigurosos, en la villa de Bolea, en la Hoya de Huesca, luce un sol radiante iluminando los cerezos, los almendros y los olivos de Sasillo que con tanto celo cuidaba, y las vericuetas calles de Caurezo lucen tristes y vacías guardando su ausencia. Y desde lo alto, la colegiata de Santa María la Mayor hace sonar sus campanas tocando a clamor y a despedida.
¡Hasta siempre, amigo Paco! Descansa en paz. Y mi más sentido pésame para Carmen, Clara, Irene, Maya y María José.